Isabel Preysler, Marios Vargas Llosa, Juliana Awada y Mauricio Macri
Isabel Preysler, Marios Vargas Llosa, Juliana Awada y Mauricio Macri - EFE

La pasión de Isabel Preysler, según Mauricio Macri

La socialité fue la estrella de la gala que reunió a 800 invitados en Buenos Aires en honor al escritor

CORRESPONSAL EN BUENOS AIRES Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Algunos dicen que había 800 personas en la cena, otros que más pero todos coinciden en que los que estaban eran los que son. Dicho de otro modo, los que mandan en Argentina, los que piensan –y sueñan– con un país mejor. Mario Vargas Llosa habló para ellos, Isabel Preysler se dio a conocer entre ellos y, de todos ellos, fue el presidente, Mauricio Macri, el que tomó el micrófono y buscó palabras de admiración para el Premio Nobel y de reconocimiento para «Isabel», la «mujer que despierta pasiones», aseguró sin perder de vista a la suya, Juliana Awada.

Hace unos años un grupo de fanáticos arrojó piedras y zarandeó el autobús en el que se encontraba Mario Vargas Llosa en la ciudad de Rosario.

En 2011, Horacio González, presidente de la Biblioteca Nacional, intentó vetar al autor de «Cinco esquinas» en la Feria del Libro. Con esos antecedentes y una dosis de ironía, Mauricio Macri celebró el regreso de Vargas Llosa a Argentina. «Por suerte no despertaste esas pasiones violentas de otros años, sí mucha admiración», dijo antes de añadir: «Tal vez, la que despierta pasiones y no violentas pero pasiones al fin, es tu mujer Isabel por su belleza». Difícil mejorar la recepción para la pareja.

Frente a un auditorio repleto de políticos, jueces, empresarios y economistas, Vargas Llosa reflexionó: «Creo que no peco de exagerado si digo que los ojos del mundo y principalmente los de América Latina están volcados en este país». Sin papeles, con el suyo de defensor de la democracia aprendido desde su nacimiento, el escritor identificó la realidad de una nueva Argentina que vive « un momento de transición», «un momento histórico», donde «se están tomando medidas muy valerosas, marcadas por el signo de la libertad, y audaces para corregir lo que anda mal». Las correcciones las recordó Macri al observar que recibió una «economía colapsada» con «700 por ciento de inflación acumulada» en la última década y un «Estado desmantelado, desquiciado» y «cargado de corrupción». Por eso, reconoció, algunas de esas medidas de ajuste, « en lo personal, me han dolido».

Zanjados los discursos, las miradas en la cena se clavaron en la mesa presidencial del Golden Center de Parque Norte de Buenos Aires. Las argentinas pasaban revista a los modelos de Juliana Awada y de Isabel Preysler. La primera de plateado y la última de negro y sin mangas. Las dos con transparencias donde se puede y opacos donde se debe. La curiosidad de los hombres apuntaba en otra dirección. Unos escrutaban a « la hechicera», como llama Mauricio Macri a su mujer. Otros trataban de descubrir las claves del embrujo o la magia que la leyenda atribuye a Isabel Preysler para conquistar corazones. Ella era la gran novedad de la noche. Los que se acercaban a saludarla descubrieron que quedó deslumbrada con la Garganta del Diablo, el salto mayor de las Cataratas de Iguazú que visitó la víspera.

Otros, como el juez federal, Claudio Bonadío, al que Cristina Fernández de Kirchner tiene terror, miraban de reojo la mesa presidencial y a Isabel Preysler o, quizás, se fijaban en la vicepresidenta Gabriela Michetti, mujer también de sonrisa amable. Álvaro Vargas Llosa y su esposa, Susana Abad, compartían el foco con Gerardo Bongiovanni, el presidente de la Fundación Libertad, que organizó el acto para recaudar fondos.

El titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, echaba un vistazo a las espaldas de las protagonistas desde su mesa y algo más distantes alzaban la cabeza escritores como Marcos Aguinis, Federico Andahazi junto a la cúpula de Telefónica en Argentina, el CEO de Fiat, Cristiano Ratazzi, o los ministros de Trabajo, Jorge Triaca; de Cultura, Pablo Avelluto; de Educación, Esteban Bullrich, y de Seguridad, Patricia Bullrich (no son parientes).

El cubierto costaba entre 7.000 (430 euros) y 250.000 pesos (más de 15.000). Estar allí, con Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, era para los que, a su manera, pueden y tienen el poder. Un lujo.

Ver los comentarios