Lord y Lady Lucan en los años 70, cuando todavía estaban casados
Lord y Lady Lucan en los años 70, cuando todavía estaban casados - ABC

Lord Lucan, la muerte en diferido de un asesino

Le dieron por muerto en 1999, pero la sentencia se ha dictado ahora. Su hijo George hereda el título

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Es el crimen que durante 41 años ha intrigado a Inglaterra. Un misterio envuelto en docenas de descabelladas conjeturas. Un asesinato que ha convertido a su más que probable autor, Lord Lucan, desaparecido desde el 8 de noviembre de 1974, en una especie de leyenda urbana a lo Elvis: se le da por muerto, desde ayer ya oficialmente, pero son reiterados los supuestos avistamientos del viejo truhan, que hoy tendría ochenta años. Unos dicen haberlo visto alcoholizado en Goa; otros en la selva brasileña, de caza en Botswana, de camarero en San Francisco… La Corte Suprema británica declaró ayer por fin legalmente muerto a Richard John Bingham, Lord Lucan. Su hijo George, de 48 años, que había pleiteado duro porque llegase este día, podrá ser proclamado el octavo conde Lucan, tal y como anhelaba, y se sentará en la Cámara de los Lores.

Como en toda buena novela policíaca, primero el crimen. A finales de 1974, el matrimonio de Lord Lucan, de 39 años, y Verónica Duncan, Lady Lucan, de 37, está roto. Ninguno de los dos constituye una compañía grata. Él es un jugador profesional, un hombre apuesto, algo tímido, de gran bigote y 1.80 de estatura, abrumado por unas deudas enormes y aficionado a olvidarlas con vodka. Ella es una mujer rubia de porte ligero y psique inestable, que ha sufrido severas depresiones tras el parto de sus tres hijos y está machacada por una fortísima medicación.

El aristócrata ha abandonado la mansión familiar en Belgrave Street, en Mayfair, en el Londres más céntrico y elitista, y se ha mudado a un piso cercano, desde donde pelea con fiereza por hacerse con la custodia de sus tres hijos y recuperar su antigua vivienda. Su idea, su apremio, es vender la propiedad para sufragar las acuciantes deudas de bridge y backgmmon, que ha contraído en timbas hasta el alba en el vecino Clermont Club.

Hace ya tiempo que Lord Lucan no hace honor a su apodo, «Lucky John», John el Afortunado, el mote que recibió en 1960 tras levantarse la friolera de 26.000 libras de la época en 48 horas sobre el tapete. Aquel golpe de suerte le animó a ser lo que ahora es, un jugador profesional, que ha abandonado su breve empleo en la banca comercial y ha descubierto a golpes la verdad de una vieja máxima: a la larga, en el juego nunca ganas.

Crimen en Mayfair

Jueves, 7 de noviembre de 1974. Verónica Duncan, Lady Lucan, se encuentra en su casa de Mayfair con su hija Frances y con la niñera, Sandra Rivett, de aire y complexión muy similar a la de su señora. La presencia de la nany es anómala, porque el jueves es su día de libranza. Poco antes de las nueve de la noche, Sandra les ofrece un té y baja a la cocina del sótano para prepararlo. Pasa un cuarto de hora. No ha vuelto. Lady Lucan decide bajar a ver qué ocurre. Según su relato, las luces no funcionan. Llama a voces a Sandra y entonces recibe un golpe en la cabeza, grita y una mano le tapa la boca. Lady Lucan acierta a golpear al agresor en los testículos y logra huir al vecino pub The Plumber’s Arms. Absolutamente descompuesta, pide que llamen a la policía.

En el suelo del sótano yace muerta en un charco de sangre la niñera. Ha sido golpeada con saña con una tubería de plomo. Todo indica que es víctima de un equívoco letal: el enajenado Lord Lucan la ha confundido con su mujer, a quien quería eliminar para recuperar sus hijos y su casa. Incluso había llegado a comentar sus planes homicidas a algunos acólitos de veladas de juego y copas.

En el registro del piso de Lord Lucan, la policía constata que allí siguen su cartera, pasaporte, permiso de conducir y llaves del coche. Pero no hay rastro de él. Tras telefonear a su madre para decirle que Lady Lucan está herida y que debe recoger a los niños, el aristócrata pone rumbo a Surrey, al Suroeste del Gran Londres. Viaja en el coche que le ha prestado un amigo y en dirección a la casa de otro, Ian Maxwell-Scott, con quien ha intimado en el Clermont Club. Ian no está en casa y Richard John Bingham es recibido por su mujer, Susan. La anfitriona le ofrece una copa y tranquilizantes y Lord Lucan le cuenta su versión de lo sucedido. Pasando por delante de la casa de su ex esposa percibió que estaba siendo agredida por un hombre y al entrar a auxiliarla se encontró a la niñera «en una piscina de sangre». Lady Lucan se puso histérica, lo acusó de haber contratado a alguien para intentar matarla y él huyó.

A la una y cuarto de la tarde del viernes 8 de noviembre de 1974, Lord Lucan se va de la casa de Susan. Es la última persona que lo ve con vida. Antes ha telefoneado a su madre para avisarla de que la policía irá a verla para interrogarla sobre él. También deja una carta para su cuñado, donde alega que Verónica, su ex mujer, sufre visiones paranoicas y que él es inocente. El coche que conduce Lord Lucan aparece en el puerto de Newhaven, en la costa del Sureste de Inglaterra, frente al Canal de la Mancha, pero él ha desaparecido. Dentro del vehículo se halla una tubería de plomo similar a la del asesinato. También ha dejado una nota para el dueño del coche, en la que vuelve a proclamar su inocencia.

En paradero desconocido

¿Qué ocurrió después con Lord Lucan? Nadie lo sabe. Unos hablan de que se subió en un ferry a Francia y se suicidó arrojándose por la borda. Otros creen que logró llegar a Sudáfrica y obtener una nueva identidad, ayudado por la red de contactos que trabó en sus días en el elitista colegio de Eton.

En ausencia del acusado, en 1975 se celebra un juicio. Verónica Ducan, su ex mujer, se aviene a testificar contra su ex marido, a pesar de su penoso estado psíquico, que pronto la obligará a ingresar en un psiquiátrico y perder la custodia de sus hijos. Los forenses, aunque su ciencia está todavía en mantillas, aseguran que hay rastros de fibras y sangre en el coche que lo incriminan. El asesino desaparecido es declarado por la justicia culpable de haber matado a golpes a Sandra Rivett.

En 1999, los tribunales dan por muerto a Richard John Bingham. Pero su resolución no tiene valor a efectos de que su primogénito George, que tenía siete años en el momento del crimen, pueda heredar su título y convertirse en el octavo conde de Lucan. Hasta ayer, cuando por fin la Corte Suprema proclamó la muerte en diferido del asesino, atendiendo así la demanda de George. Su mujer, Anne-Sofie Foghsgaard, la hija de un rico empresario danés, será la nueva Lady Lucan. El hijo cree que su padre se suicidó y que no mató a la niñera.

Siempre perdurará el misterio del sanguinario tahúr, tan apuesto en su juventud que los productores Brocoli llegaron a ofrecerle una prueba para encarnar en el cine a James Bond. El altivo aristócrata anglo-irlandés declinó la oferta. Tal vez tenía timba.

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