Liliane Bettencourt, los penosos últimos años de la mujer más rica del mundo

Desde hacía una década, poco después de enviudar, se situó en el centro de una cruenta batalla judicial entre su única hija y su amigo más fiel, a quien acusasaron de aprovecharse de su debilidad

Liliane Bettencourt EFE

JUAN PEDRO QUIÑONERO

Liliane Bettencourt (1922-2017), quien fuera la mujer más rica del mundo, parecía tener una vida feliz hasta que cumplió los 85 años. Por aquel entonces, y poco después de enviudar de André Bettencourt (1919-2007), su única hija y heredera, Françoise Bettencourt Meyers (64 años), decidió denunciar al fotógrafo y escritor François-Marie Banier (70) por abusar de la fragilidad mental de su anciana madre, aprovechándose de su amistad: a lo largo de los años, había recibido entre 500 y 1.000 millones de euros en efectivo, regalos, obras de arte y donaciones muy variopintas.

Corría el año 2007 y Bettencourt había sido la «niña» mimada de un padre inventor y la esposa perfecta de un «camaleónico» periodista, empresario y político francés. Eugène Schueller, el padre de Liliane, había sido un ingeniero, empresario, inventor y publicitario de incontestable éxito. Su primera invención, un colorante para teñir el cabello de las señoras, «L’Auréale», en 1909 le permitió crear una compañía llamada a convertirse en un imperio cosmético de dimensiones planetarias: la actual L’Oréal , que dirigió con un talento excepcional y que fue concebida de tal manera que la familia la ha preservado ante las numerosas operaciones de quienes intentaron adueñarse de ella.

André y Liliane Bettencourt en 1981

Entrada triunfal

Casándose con André Bettencourt, a los 28 años, la rica heredera hizo su entrada triunfal en el mundo de la política, el mecenazgo, la filantropía cultural y humanitaria. André fue amigo íntimo de infancia y juventud de François Mitterrand: se conocieron en los jesuitas y, en los años 30 del siglo pasado, ambos coquetearon con organizaciones de extrema derecha. También ofició como ministro del general de Charles de Gaulle y Georges Pompidou . Accionistas de referencia de L’Oréal, hostiles a la venta de su empresa a otros grupos multinacionales, como Nestlé, los Bettencourt, marido y mujer, terminaron recluyéndose en su palacete de Neuilly, al este de París, creando una fundación humanitaria que hizo donaciones por un montante superior a los 7.000 millones de euros.

Filántropos ilustrados, los Bettencourt adoraban la vida en sociedad, rodeados de artistas, escritores, intelectuales y una heteróclita fauna recibida con mucho fasto a lo largo de un interminable rosario de fiestas, recepciones y viajes de placer, pagados con las rentas familiares de L’Oréal.

El fótografo y escritor Francois-Marie Banier, durante el juicio

En medio de esa fauna, François-Marie Banier había conseguido «empotrarse» en la intimidad de Liliane, desde finales de los 80. En menos de dos décadas, un fotógrafo que transitaba en los medios artísticos y homosexuales parisinos, con una vida nocturna intensa y bien acreditada, recibió regalos millonarios, de los que también se benefició su pareja. Ambos se instalaron en un palacete parisino muy próximo a la residencia última del fotógrafo Man Ray .

Enfrentamiento judicial

La querella de Françoise Bettencourt Meyers contra Banier abrió una dramática crisis con su madre, que acabaría enfrentándolas en los tribunales. Liliane Bettencourt defendía su derecho a manejar su fortuna personal libremente, haciendo a Banier los regalos que considerara oportuno. Su hija estimaba que el fotógrafo había abusado de una anciana que estaba perdiendo el juicio. Por su parte, la madre presentó otra querella contra su Françoise al sentirse espiada por el personal a su servicio, pagado, según decía, para conseguir ilegalmente pruebas de supuesta demencia senil. En concreto, se señaló al mayordomo de la anciana millonaria, Pascal Bonefoy, quien había grabado reuniones importantes de Liliane, que posteriormente pasaría a su hija. Françoise Bettancourt terminó pidiendo que la Justicia pusiera a su propia madre bajo tutela, considerando que su salud mental estaba deteriorándose peligrosamente. El juez de la causa le asignó un tutor: su nieto Jean-Victor Meyers, hijo de Françoise.

La instrucción de esos procesos tuvo lugar en París, primero, y en Burdeos, más tarde. En 2015, François-Marie Banier, el fotógrafo beneficiario de las larguezas millonarias, fue condenado a 30 meses de prisión firme, 350.000 euros de multa y 132 millones más por daños y perjuicios. El juicio fue parcialmente revisado en segunda instancia. Por otro lado, Liliane Bettencourt consiguió que su hija fuera condenada por pagar a una contable y a un hombre de negocios, que la espiaron con el fin de «montar» pruebas sobre el deterioro de su salud mental. Con el tiempo, la madre y la hija terminaron reconciliándose, hasta el punto de que Françoise acompañó a su progenitora hasta su último aliento.

Una paz tardía

Tras enfrentarse durante años y a cara de perro en una complicada guerra judicial, Françoise Bettencourt Meyers y François-Marie Banier hace unos meses firmaron un acuerdo que ponía fin a los respectivos procedimientos jurídicos, aunque Banier seguirá conservando algunos de los carísimos «regalos» de la ahora difunta Liliane. La «paz» llegaba tarde: los diez últimos años de vida de la mujer más rica del mundo habían sido un infierno.

Hacía mucho que Liliane Bettencourt estaba totalmente alejada de la gestión de L’Oréal , tarea asumida con cierto vigor por su hija y su yerno, Jean-Pierre Meyers. En lo más hondo de la crisis, Jean-Victor y Nicolas Meyers, los nietos, oficiaron de ángeles guardianes entre Liliane y Françoise Bettencourt. Al cabo, en un futuro ellos serán los depositarios de un fabuloso patrimonio y un imperio levantad hace más de un siglo.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación