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La duquesa de Alba en una imagen de archivo - AFP
PRIMER ANIVERSARIO

La lenta y fatigosa agonía de la duquesa de Alba

Repasamos los últimos días de Doña Cayetana Fitz-James Stuart, a caballo entre el hospital y la Casa de las Dueñas

MADRID Actualizado: Guardar
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Siempre quiso morir en su casa, arropada por el calor de los suyos, y así fue. Hace un año Doña Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba, fallecía en su residencia de Sevilla, la Casa de las Dueñas, a la edad de 88 años.

La lenta agonía de la duquesa entró en su fase final el domingo 16 noviembre cuando era ingresada en el Hospital Quirón Sagrado Corazón, aquejada de insuficiencia respiratoria, asociada con arritmia cardiaca y repercusión hemodinámica. Pese a un primer momento esperanzador en que los medicamentos parecían hacer efecto en la duquesa de Alba, pronto se vio que la infección no remitía.

Dos días pasó en la UCI hasta que comenzó a repetir los doctores que la trataban y a sus hijos: «Quiero volver a mi casa, me prometisteis que no íbais a sacarme de allí».

El martes, 18 de noviembre, alrededor de las 22.00 horas su deseo se materializaba y era trasladada a su domicilio sevillano, la Casa de las Dueñas. Allí se reencontró con sus pinturas, sus muebles y sus enseres personales que la ayudarían a recuperar la calma y el confort.

Hasta su casa comenzaron a llegar bombonas de oxígeno y equipo médico para tratar a la duquesa en su habitación. En las primeras horas de los últimos días de su vida ejercieron de compañía para la aristócrata su hijo mayor Carlos, duque de Huéscar y Cayetano, conde de Salvatierra. Tampoco se separó de ella en ningún momento Alfonso Díez, su marido. Poco después llegaban a Sevilla su hija Eugenia, duquesa de Montoro y Fernando, marqués de San Vicente del Barco.

Último adiós

Además de su familia, poco antes del fatal desenlace, Dueñas se convirtió en punto de encuentro de decenas de personas que siempre profesaron un cariño y admiración absoluta hacia Cayetana; desde el hermano mayor de los Gitanos, José Moreno Vega, quien hizo entrega a la familia de un pañuelo de la Virgen de las Angustias, de la que la duquesa de Alba era muy devota, a sus amigos Carmen Tello, Marta Talegón, Curro Romero, las hermanas Cobo- así como sus exnueras Genoveva Casanova o Eugenia Martínez de Castro.

La llegada al Palacio de las Dueñas del capellán de la casa de Alba y confesor de la duquesa, el sacerdote Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, desataba los peores presagios. Ni el cariño de su familia ni la fortaleza de la que hizo gala siempre pudieron mantenerla con vida. El jueves 20 de noviembre fallecía por un fallo multiorgánico producto de la infección de la que sufría, sumiendo a su querida Sevilla en un profundo pesar.

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