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Una «lady» no utiliza bótox y acalla a un hombre con una mirada

Tras las reglas del gentleman, la clásica revista «Country Life» define a la dama inglesa del siglo XXI

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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La centenaria revista «Country Life», quintaesencia de la Inglaterra clásica, se ha embarcado en una revisión entre seria e irónica de cuáles deben ser en pleno siglo XXI las pautas que definen al perfecto gentleman y a una lady impecable. En la primera entrega advirtieron que un caballero inglés actual debe apagar el móvil en las comidas, no teme decir la verdad y es amable y comedido.

Ahora les tocas a las damas, con unas reglas que han suscitan más controversia, por sombras de tenue machismo. Una lady británica jamás se pinchará bótox, sabe que «la risa es la mejor medicina» y es capaz de acallar a un hombre con una simple mirada. También recomiendan lencería escueta.

Como en el caso de los varones, el viejo árbitro del estilo inglés recalca que las cualidades medulares del elegante son de índole moral: «El principio central para una lady es el mismo que el del gentleman: la generosidad y la amabilidad, que son más importantes que las plumas finas o el ámbito del que se proceda. Pero en el caso de una dama hay una diferencia clave: ella es capaz de saber cuándo debe permitir que mande el caballero, o dejarle creer que es así».

En lo que hace a indumentaria y estética, además de abominar del bótox advierten que una lady inglesa nunca llevará unos zapatos con los que no pueda caminar y siempre portará un pequeño pañuelo. No tiene miedo a ponerse «demasiada ropa» y en su fondo de armario nunca falta un pequeño vestido negro. Íntimamente, «Country Life» se pone picarón y recuerda a la dama 10 que «la brevedad es el alma de la lencería».

En el siglo XXI, una gran dama «debe sobresalir haciendo el amor, la lasaña y grandes gin-tonics». Otra de sus cualidades domésticas es saber destripar peces, conejos o faisanes, «pero llegado el momento cede el privilegio al hombre». En Facebook debe mostrarse modesta, no pavonearse por bien que le vaya.

Una lady nunca llega pronto a una cena ni tarde a una iglesia. Tampoco arquea las cejas ni apura una bebida de un trago, salvo que sea tequila, caso en que se admite el penalti. Sabe decir «muchas gracias» en el idioma local de cualquier país y conoce canciones suficientes para entretener el sopor de un viaje.

En la relación social con el hombre, se ofrece para pagar a medias, pero deja que al final pague él. También ha de permitir que de vez en cuando el varón crea que ha sido el autor de una buena idea. Una dama «sabe acallar a un hombre con una mirada y hacer que un perro se siente con un gesto de mano». «O viceversa», añaden con ironía. Como decía Woody Allen: «En mi casa mando yo, pero mi mujer toma todas las decisiones». Lo máximo que avanzan en el camino de la igualdad de sexos es con este consejo: «Una lady enseña a su hijo a planchar camisas y a su hija a cambiar un fusible».

En fin, quién sabe... Tal vez al final el concepto de dama sea indefinible, como señaló con perspicacia Margaret Thatcher, que nació hija de un tendero y murió lady: «El poder es como ser una dama. Si tienes que andar pregonándolo es que no lo eres».

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