Jorge de Rusia: «No aspiramos a ningún poder político, solo queremos volver a nuestra patria»

El próximo sábado se cumplen 98 años del estallido de la Revolución de Octubre. El Gran Duque habla con ABC del renacer monárquico en su país y de su amistad con Putin: «Hace mucho por el pueblo ruso»

MADRID Actualizado: Guardar
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Rusia no termina de enterrar a sus zares. Se cumplen 98 años del estallido de la Revolución de Octubre y el Gobierno de Vladímir Putin y la Iglesia ortodoxa de ese país aún mantienen el pulso por la autenticidad de los restos de Nicolás II y su familia. Esta semana las autoridades de Moscú han anunciado que exhumarán el cuerpo de Alejandro III, padre del último Zar, para realizar nuevas pesquisas sobre la identidad de los vestigios. En medio de esta disputa están la Gran Duquesa María Vladímirovna Romanova, jefa de la casa imperial rusa, y su hijo, el Gran Duque Jorge Mijáilovich Romanov. Ellos aseguran que todavía no puede ser probado que los restos enterrados en la catedral de Pedro y Pablo de San Petersburgo pertenezcan a sus antepasados.

«Desde el principio hubo dudas. Por eso acogemos con beneplácito el hecho de que ahora el Estado haya reanudado la investigación. En las anteriores pruebas y exámenes realizados se han constatado errores de forma y una serie de inconsistencias», explica el Gran Duque Jorge en conversación telefónica con ABC desde Bruselas, donde dirige la exitosa firma de lobby Romanoff & Partners. Una de esas «inconsistencias» es la ausencia de una fisura en el cráneo de Nicolás II, causada por el intento de asesinato que sufrió durante un viaje a Japón en 1891. «En 1998 el entierro se llevó a cabo a pesar de la oposición de la Iglesia. Tienen que entender que no hay parte más interesada en que sean verdaderos los restos que nosotros», añade.

Romanov, de 34 años, sigue este asunto con interés, pero no desatiende los compromisos que tiene en su firma de representación de empresas y grupos de interés ante la Unión Europea. Tras su infancia en Madrid, estudió en Oxford y en 2001 comenzó una brillante carrera en el Parlamento Europeo de la mano de Ana de Palacio y Pilar Ayuso. El gran salto profesional lo dio con un puesto en el gabinete de Loyola de Palacio, por entonces Comisaria de Transporte y Energía y vicepresidenta de la Comisión Europea. «Con ella desarrollamos muchos proyectos ambiciosos, como el GPS europeo», recuerda.

Loyola falleció en 2006 víctima de un cáncer, pero su espíritu sigue acompañando al Gran Duque, que acaba de concretar el primer proyecto de la Fundación Imperial Rusa para la Investigación del Cáncer, una donación a un centro de innovación en Luxemburgo. Creó esta fundación con su madre en 2013 para apoyar y dar continuidad a la investigación contra esta enfermedad. « Loyola fue una gran persona, una mujer europea y universal. Es mi modelo a seguir. El cáncer se la llevó antes de tiempo y es para mí uno de los motivos principales que me dan la fuerza para las actividades de la fundación», explica. «De una forma u otra todos hemos sufrido esta plaga del siglo XXI, por eso quise dar mi aportación. Tenemos que conseguir la cura y no solo el tratamiento».

Un Romanov en el Kremlin

Por su rango imperial y su profesión de lobbista en Bruselas, mantiene estrechos lazos con los políticos europeos. «Mi trabajo consiste en acercar la legislación a las empresas y traigo su voz e inquietudes a la sede de la UE. También ayudo a empresas europeas y españolas a vender sus productos en Rusia y creo oportunidades de negocio o cooperación», señala. Sabe de lo que habla. Tras acabar su carrera dentro de las instituciones europeas trabajando en Luxemburgo como inspector de la Comunidad Europea de Energía Atómica (Euratom) pasó a ocupar altos cargos en el gigante ruso Norilsk Nickel, el mayor productor de níquel del mundo.

Gracias a todo ese bagaje conoce de arriba abajo los vericuetos del Kremlin. Sin embargo, se apresura a aclarar que jamás entraría en política. «No puedo ni debo», dice. «Debo ante todo representar los valores históricos, ser útil al pueblo y mantener las tradiciones». Con su fundación, está haciendo todo eso y más. Ha creado una segunda ONG en San Petersburgo que facilita la atención de niños en fase terminal de cáncer. «Mi labor por Rusia es devoción», asegura.

Esa entrega le ha llevado a reunirse con el mismísimo presidente ruso. «He tenido el placer de conocer a Vladímir Putin y de estar con él en varias ocasiones. Las relaciones de mi familia con el presidente son cordiales», apunta. «Está consiguiendo gestionar un país tan vasto y diversificado como es Rusia. Ha sabido llevar el país desde el poscomunismo hasta el mundo globalizado de hoy y esa no era una tarea simple», añade. No tiene complejos a la hora de halagar al controvertido mandatario: «La casa imperial apoya lo que el presidente hace especialmente para la recuperación de las tradiciones, conservación del patrimonio histórico y fortalecer el bienestar del pueblo ruso».

Estatus sí, pero especial no

Hay quien dice que la buena sintonía entre Putin y los Romanov podría llevar a que el Gran Duque y su madre vuelvan a Rusia más pronto que tarde. En 1992, cuando falleció el abuelo de Jorge, Moscú reabrió las puertas a la Familia Imperial. Desde entonces, viajan con frecuencia invitados oficialmente por el Gobierno y la Iglesia. Este verano, Vladímir Petrov, legislador de Putin en la región de Leningrado, dio un paso más enviándoles una carta en la que les invita a regresar definitivamente al país y les ofrece un estatus especial y un palacio como residencia oficial.

Jorge habla de esa carta con cautela. «El diputado Petrov nos ha informado acerca de su propuesta al mismo tiempo que a los medios de comunicación. Nuestra familia nunca ha reclamado nada y no tiene intención de hacerlo, solo queremos volver a un Estado moderno y democrático mediante un acto jurídico que nos otorgue un estatus como dinastía histórica», explica. «Estatus sí, pero especial no. No aspiramos a ningún poder político o privilegios que nos sitúen en una posición especial en comparación con nuestros conciudadanos. Pero sí que es posible un reconocimiento oficial de la situación de la casa imperial», comenta. «Y si un día el pueblo ruso decidiera restaurar la monarquía, siempre tendrá un legítimo heredero en la casa imperial y en mi madre. Toda persona quiere volver a su patria».

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