Isabel II y el Duque de Edimburgo a su salida de la catedral del San Pablo
Isabel II y el Duque de Edimburgo a su salida de la catedral del San Pablo - REUTERS

Dos mil invitados agradecen en una misa la «fiel devoción» de Isabel II a su país

Comienzan los actos oficiales del 90 cumpleaños, con el nuevo alcalde de Londres pillado bostezando en el oficio

Londres Actualizado: Guardar
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Una película española lleva el original título de «El penalti más largo del mundo». Algo parecido ocurre con la monarquía inglesa, pero cambiando la palabra «penalti» por «cumpleaños». Debido al inestable clima de Londres (mucho mejor de lo que dice su leyenda negra, por cierto), desde hace 250 años los soberanos británicos celebran su aniversario dos veces, una en el día que cae y la oficial a comienzos de junio, cuando el buen tiempo es más probable e Inglaterra resplandece en la explosión de la primavera. Isabel II cumplió los 90 el pasado 21 de abril, y siendo una fecha tan señalada fueron muy festejados, pero hoy comenzaron los tres días de celebración oficial, con una misa matinal en la catedral londinense de San Pablo para 2.000 invitados, entre ellos todo el poder político del país.

El día fue doblemente especial porque el 10 de junio es el cumpleaños de Felipe de Edimburgo, marido de la Reina desde hace 68 años, quien alcanzaba los 95. Hace unos días la prensa inglesa especuló sobre su salud, debido a que por consejo médico renunció a acudir a las Islas Orcadas, al Norte de Escocia, para presidir los actos del centenario de la batalla de Jutlandia. Pero ayer aparentaba buena forma para su biología. Es sabido que es la persona más importante en la vida de la Reina, su mayor apoyo y al que en una rara efusión romántica llamó una vez «mi roca».

Los Duques de Cambridge y el Príncipe Enrique
Los Duques de Cambridge y el Príncipe Enrique - REUTERS

Isabel II llegó diez minutos tarde a San Pablo, por un atasco debido a un accidente de tráfico en Embankement. En los aledaños de la catedral la esperaba numeroso público, con muchas Union Jack en banderas y ropas y vítores a su llegada. En primera línea, por supuesto, el incombustible fan de la realeza Terry Hutt, un jubilado de 80 años que pelea con un cáncer pero que nunca falla en un acto importante. Asegura que a él tampoco le falla la Reina: «Nunca me falta una sonrisa».

Isabel II, fiel a su gusto por los colores chillones, pues tiene la teoría de que «debo ser vista para ser creída», llevaba vestido y sombrero amarillo. El deán de San Pablo saludó «su amable constancia, su dignidad real y su bondadosa humanidad». El sermón corrió a cargo de Justin Welby, el arzobispo de Canterbury, quien afirmó que «celebramos sus 90 años como una maravilla y con una profunda gratitud» y destacó «su fiel devoción a su país».

El Príncipe de Gales y su esposa, Camila de Cornualles
El Príncipe de Gales y su esposa, Camila de Cornualles - REUTERS

En los bancos del templo que diseñó el arquitecto Christopher Wren no faltaba nadie del poder político británico para honrar a quien ya es su soberano de mayor edad y quien más tiempo ha reinado. David Cameron leyó un pasaje de la Biblia. Aunque probablemente llamó más la atención su mujer, Samantha, que optó por un vestido marinero de listas azules y blancas, con un pequeño sombrero negro en la cabeza de velo corto.

La anécdota la protagonizó el flamante nuevo alcalde de Londres, Sadiq Khan, que tal vez pagó su falta de experiencia en estas ceremonias. Sentado al lado de Jeremy Corbyn, el líder del Partido Laborista, fue pillado por las cámaras bostezando a gusto en los compases finales del oficio. También fue muy comentado que cuando pasó frente a ambos, el ex premier Tony Blair saludó a Khan, pero no a Corbyn, a quien ha dedicado durísimas críticas por su radicalismo.

La realeza estaba al completo, con 50 miembros de la familia Windsor. También participaron los numerosos representantes de la Reina en los países de la Commonwealth, distinguidos tras el oficio con un aperitivo en Buckingham. No faltó la primera ministra de Escocia, la separatista Nicola Sturgeon, que sin embargo respeta siempre el boato institucional del Reino Unido.

En un bonito detalle, la Reina se acordó de los de su quinta. El afamado naturalista televisivo David Attenborough, otro nonagenario esplendido, leyó un pasaje sobre el paso de la edad del escritor Michael Bond, el padre del osito Paddington, también presente. Pero lo mejor fue la lectura de la galesa Hilda Price, una viuda de Cardiff nacida en el mismo día que la Reina, el 21 de abril de 1926. La mujer reconoció que ser convocada al acto fue «la mayor emoción de mi vida».

Hoy el cumpleaños continúa con una gran parada en House of Guards, en Westminster, muy cerca del Número 10 de Downing Street, a cuyo terminó se producirá la salida anual al balcón de Buckingham de la familia real para ver el paso de una patrulla de la RAF. El domingo tendrá lugar el que a buen seguro es el mayor pinic del mundo. Diez mil personas de 600 asociaciones y organizaciones filantrópicas comerán en unas mesas instaladas a lo largo de The Mall, la carretera de St. James’s Park que lleva a Buckingham. Se espera que los príncipes Guillermo y Harry y su abuelo Felipe se acerquen a saludar a los comensales.

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