Boris Becker
Boris Becker - AFP

De una hija por sorpresa a un millonario divorcio, así fue la ruina de Boris Becker

Esta semana, una jueza londinense ha declarado la bancarrota del mayor ídolo del tenis alemán

Corresponsal en Berlín Actualizado: Guardar
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Boris Becker (49 años) parecía tenerlo todo. Seis títulos del Grand Slam y una fortuna de casi 57 millones de euros solo en premios, sin contar patrocinios y derechos de imagen. Varias casas de lujo, fiestas con modelos y, sobre todo, el cariño del pueblo alemán, que reconoció en el joven tenista un ídolo entre los suyos después de décadas de desesperanza nacional. El pasado jueves, sin embargo, amaneció en la ruina. La secretaria del registro civil británico que declaró la bancarrota, Christine Derrett, admitió que lamentaba la medida contra un deportista al que ella misma recordaba brillando en la cancha central de Wimbledon, añadiendo unas declaraciones que en solo unas horas daban la vuelta al mundo: «Ahora da la impresión de un hombre con la cabeza enterrada en la arena».

Para sus más allegados, la noticia no ha sido exactamente una sorpresa. No era ningún secreto que había aceptado el trabajo de entrenador de Novak Djokovic (30) para cubrir gastos, que eran enormes. Tiene un despacho en Londres, donde se instaló tras sus problemas con la Hacienda alemana, y se presenta como empresario, pero no consta actividad concreta alguna. «No es que lleve una vida a todo tren, no conduce un Lamborghini, sino un Mercedes, pero gestionar un fortuna no es algo que aprendiese nunca a hacer», comenta su amigo Achim Stecker. «Es muy trabajador y sobre tenis lo sabe todo, pero llevar las cuentas es otra cosa», añade.

Durante muchos años, le ayudaron con esa tarea su abogado muniqués, Axel Meyer-Wölden, que falleció en 1997, y el empresario suizo Hans-Dieter Cleven, que últimamente le cubría las espaldas, pero su día a día requiere hacer muchos números. Su fortuna, valorada en 200 millones en 2001, ha debido soportar la manutención que debe pagar a tres hijos, además del cuarto que está a su cargo. El Estado alemán le impuso una multa de medio millón de euros en 2002, además de los costes del juicio. Su alquiler en Londres es de 35.000 euros mensuales y a eso debe añadir el mantenimiento tanto de su casa en Suiza, valorada en 2,6 millones de euros, como de su mansión en Mallorca, que ya fue embargada en 2011 por un impago de 275.000 euros a la empresa que se ocupaba de sus jardines, debido a un malentendido con la inmobiliaria encargada de venderla, propiedad de Matthias Kühn, pareja de Norma Duval.

A estos gastos hay que añadir los 15 millones de euros y la propiedad en Florida que le costó el divorcio con Bárbara Feltus; en total, 25 millones. Y los 6 millones que le exigió Angela Ermakova, posiblemente la mujer que dio comienzo a una mala racha que ha desembocado en la bancarrota tras la ruptura de su contrato con Djokovic a finales del año pasado.

El tenista junto a su primera mujer, Bárbara Feltus
El tenista junto a su primera mujer, Bárbara Feltus - DAVE SHOPLAND

En su libro «Boris Becker’s Wimbledon» afirma lamentar y sentirse «avergonzado» por la forma en que fue concebida su hija Anna (17), en un breve encuentro con su madre, la modelo Ermakova, en la trastienda del restaurante londinense Nobu. El episodio puso fin a su matrimonio con su primera esposa, Barbara, y Becker entró en una permanente cuesta abajo.

La hija de Boris Becker, Anna
La hija de Boris Becker, Anna - ABC

Deudas y reformas

La declaración de bancarrota responde a una deuda de más de dos millones de euros que el tenista pretendía cubrir gracias a una segunda hipoteca sobre su casa de Mallorca, la lujosa finca Son Coll, con 2.900 metros cuadrados habitables sobre un terreno de 265.000 metros de la que es propietario desde 1997, pero a la que apenas acude. Becker siente que Mallorca no le ha tratado bien. En 2004 tuvo que pagar una multa de 214.000 euros por obras ilegales y fue demandado por el constructor por 490.000 euros, el coste de las reformas.

Su espíritu deportista, sin embargo, permanece en pie pese a las dificultades. «Llevo en este juego 32 años y todavía me queda mucho por disputar», ha sido su reacción sobre la decisión de Londres, aunque ya no es aquel chico de 17 años, todavía sin afeitar, el hijo único de un arquitecto que diseñó para él una vida de éxitos, el jovencito que volaba en jet privado para ser recibido en la Casa Blanca y el amor platónico de toda una generación de alemanas.

Para consuelo de sus todavía muchos seguidores, Boris no tendrá que dormir en la calle y dentro de apenas dos semanas comenzará a trabajar junto al equipo de comentaristas deportivos de la BBC, cubriendo el torneo de tenis que lo catapultó a la fama, pero un sueldo de la BBC no da para mantener su tren de vida. Será su última oportunidad de aprender a vivir fuera del papel de ganador de Wimbledon.

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