En 2011 Doña Sofía viajó a Bucarest para celebrar el 90 cumpleaños de Miguel de Rumanía
En 2011 Doña Sofía viajó a Bucarest para celebrar el 90 cumpleaños de Miguel de Rumanía - CORDON

Doña Sofía, muy apenada por la grave enfermedad de su primo favorito

Miguel de Rumanía padece una leucemia. Siempre ha atribuido su complicidad con la Reina a un «destino histórico» común

MADRID Actualizado: Guardar
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Todos tenemos un primo favorito, pero los reyes y reinas, duchos en el arte de dominar sus emociones, lo disimulan mejor. A Miguel de Rumanía siempre se le ha considerado «el primo predilecto de Doña Sofía», aunque él esperó 90 años para hablar públicamente sobre el estrecho vínculo con su regia parienta. «Las relaciones son excelentes. Aunque nos vemos muy poco. Nos acerca no sólo la proximidad familiar, sino el destino histórico. También la Reina Sofía sabe lo que es el exilio», reveló el antiguo monarca rumano en una entrevista en 2011.

Doña Sofía ha demostrado en más de una ocasión el cariño que profesa por el «primo Michael». En octubre de 2011 viajó a Bucarest con «Tipsy», su inseparable yorkshire terrier, para celebrar por todo lo alto el 90 aniversario de quien es considerado el único superviviente de los jefes de Estado europeos de la II Guerra Mundial (los soviéticos lo forzaron a abdicar en 1947, cuando solo tenía 26 años).

En aquel encuentro entre primos hermanos, Doña Sofía y Miguel posaron juntos jugando con la entrañable perrita de la Reina («Tipsy» ya ha fallecido); asistieron a una función de gala en la Ópera y compartieron un almuerzo privado en el que, acompañados por la mujer de Miguel, Ana de Borbón-Parma, soplaron las velas de una gran tarta con la forma del escudo del antiguo Reino de Rumanía.

Ambos reyes pudieron recordar anécdotas de su infancia, marcada por la guerra y el destierro. Los dos tuvieron que huir de la Segunda Guerra Mundial, aunque sus enemigos y destinos fueron muy diferentes. La Familia Real griega escapó de las garras del nazismo refugiándose en Egipto y Sudáfrica, mientras que sus parientes rumanos lo hicieron de los soviéticos recalando en Reino Unido y luego en Suiza. El exilio de Doña Sofía duró cinco años, el de su pariente se prolongó durante medio siglo y nunca más volvió a reinar. Quizá por eso siempre ha sido objeto del afecto de sus primos reales, entre los que se figuran Isabel de Inglaterra, Margarita de Dinamarca, Harald de Noruega y Carlos Gustavo de Suecia.

Esta semana, las Casas Reales europeas recibieron con gran preocupación el último varapalo para el que algunos llaman «el monarca melancólico». La noche del miércoles, Traian Sarca, canciller de la Casa de Su Majestad, anunció a través de un solemne comunicado que el rey rumano padece un «carcinoma epidermoide metastásico y leucemia crónica» y que su estado de salud es muy delicado.

Conmoción en el Gotha

El cáncer ha forzado al ex jefe de Estado a tomar la decisión más difícil de su vida: abandonar sus responsabilidades como jefe de la dinastía Hohenzollern-Sigmaringen para «someterse a un tratamiento complejo y exigente» en una clínica de Lausana que lo mantendrá «alejado de la vida pública». «Estoy seguro de que mi hija Margarita, desde ahora custodia de la Corona, encontrará la sabiduría y la fuerza para representarme y llevar a cabo mis actividades públicas», concluía el soberano en el mensaje a su pueblo.

En su entorno apuntan que todos los miembros de su familia, incluida Doña Sofía, están «muy apenados y pendientes de la situación». «Todas las Familias Reales europeas han sido informadas y están siguiendo su evolución», informan desde el Palacio Elisabeta de Bucarest. El Rey Miguel ingresó hace cinco días en una clínica suiza y, según el último parte médico, emitido ayer, ahora padece un «severo estado de debilidad física y está recibiendo un tratamiento constante». «Ha sido estabilizado por los médicos y los especialistas opinan que se mantendrá estable durante los próximos días», apuntan.

Ciertamente la noticia ha llegado en un mal momento para los monárquicos rumanos, quienes se están preparando para celebrar los 150 años de la dinastía Hohenzollern-Sigmaringen, la rama de los antiguos gobernantes alemanes que reinaron en Rumanía entre 1866 y 1947. El próximo 10 de mayo, la Princesa Margarita y su marido, el Príncipe Radu, ofrecerán una gala y un concierto en los jardines del Castillo de Peles, la fortaleza neorenacentista que mandó a construir el primer monarca de la dinastía a las puertas de Transilvania. Los fastos siguen en pie.

El escenario elegido para las conmemoraciones no es casual. El castillo de Peles, a 120 kilómetros de Bucarest, es un símbolo de los Hohenzollern y de la lucha judicial que libró el Rey Miguel para recuperar sus posesiones tras la caída del telón de acero. El monarca nació en ese castillo de 160 habitaciones en 1921 y pudo regresar a él en el año 1997, tras el largo exilio impuesto por los comunistas. Una década después, en 2007, el gobierno aprobó la devolución del palacio a su dueño legítimo. La prensa ruamana publicó que la Familia Real lo ponía a la venta por 30 millones de euros, pero no tardaron en desmentir el rumor. Habría sido un precio de ganga considerando que la propiedad atesora arañas de Murano, paredes cubiertas de cuero de Córdoba y porcelanas de Meissen. Recuerdos de tiempos mejores.