Aline Griffith, condesa viuda de Romanones, en la tienda de Elena Benarroch
Aline Griffith, condesa viuda de Romanones, en la tienda de Elena Benarroch - ANGEL DE ANTONIO

Condesa viuda de Romanones: «Tengo miedo a Podemos»

A sus casi 96 años, Aline Griffith retoma su vida social después de meses de obligado reposo

Madrid Actualizado: Guardar
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En la calle de Zurbarán de Madrid, en la tienda de la peletera Elena Benarroch, tuvo lugar la presentación de la nueva colección de joyas de la diseñadora colombiana Paola Q. Entre abrigos de martas cibelinas, linces, visones y mutones, y fotografías de la gran Chavela Vargas, Carmen Martínez-Bordiú o Isabel Preysler, se abría paso -del brazo de un acompañante-, Aline Griffith. Tras varios meses en reposo debido a un enfisema pulmonar, la condesa viuda de Romanones retomaba la vida social capitalina.

Esta mujer menuda -no pasa de la talla 36-, elegante y coqueta perteneció a una generación de espías que operó en la España del franquismo. Vino a nuestro país en 1943, cuando la Office of Strategic Services americana, antecesora de la CIA, la envió en misión especial de tres meses

. Aquí se enamoró de la ciudad, y también de Luis Figueroa y Pérez de Guzmán el Bueno, conde de Romanones, con quien se casó en 1947. Su misión se alargó hasta 1987.

«Como tengo tantos años (cumplirá 96 el próximo mes) mi vida ahora es muy diferente. Padezco un enfisema, que es pesadísimo. Antes pasaba las tardes montando a caballo y practicando deporte, pero ahora tengo dificultades para andar y hacer ejercicio», comenta. Pese a todo, la condesa no ha perdido la vitalidad y sigue cultivando una de sus grandes pasiones. «Estoy terminando un libro sobre la familia de mi marido y deseando escribir otro. Me gustaría contar a los españoles más cosas sobre cómo era este país cuando llegué. En aquel momento, España era como una especie de aventura diaria».

Durante décadas, la condesa mantuvo una correspondencia fluida con personajes de la talla del duque de Windsor, Ava Gardner, Audrey Hepburn o Nancy Reagan, a los que recibía cuando visitaban España. Ella, que fue testigo del Madrid de los grandes salones, que recorrió los mentideros más ilustres y se codeó con grandes apellidos, considera que esta ciudad «nunca ha perdido ese encanto» y que España «ha sido siempre un país donde a la gente le gustan las grandes cenas y las fiestas».

Evoca la recién terminada Feria de Abril y, sobre todo, la figura de Cayetana de Alba: «Cuando me enseñó la feria por primera vez me quedé boquiabierta. Ella bailaba de maravilla. Yo nunca aprendí a bailar bien flamenco». Allí conoció a toreros como Antonio Ordóñez. «Es muy importante que España mantenga su esencia, el flamenco, los toros, las sevillanas... Los turistas vienen para eso, para quedarse asombrados con nuestra cultura y filosofía de vida», sentencia.

Sobre el actual e incierto panorama político, la condesa afirma que sigue todos los días la actualidad. «Tengo miedo de Podemos y de los grupos que van hacia la extrema izquierda», confiesa. Y añade: « Tengo tres hijos, quince nietos y ocho bisnietos, así que me siento más española que americana».

La correspondencia privada y algunos de sus informes, así como sus más de seis libros, se conservan y gestionan en la Fundación Aline Condesa Viuda de Romanones, que creó en 2014 con la finalidad de preservar su labor como agente de la CIA. «La fundación la gestionan mis nietos y va bien, porque tenemos muchas peticiones de libros e información», asegura. También gestionan «Pascualete», la finca familiar que poseen en Extremadura, entre Trujillo y Cáceres. «El año pasado ganamos un premio por hacer el mejor queso de Europa. “Pascualete” me gusta porque es una casa muy antigua, donde he pasado buenos momentos. Invito a gente todo el tiempo, pues es un lugar fascinante». Aunque la condesa ha delegado en sus hijos y nietos muchas tareas administrativas, ella se resiste a quedarse parada. Por eso, ni las nuevas tecnologías le ponen límites: «Me paso el día trabajando con el ordenador. Cuando voy por la calle y veo a la gente joven con esos móviles, que hacen lo mismo que mi ordenador, pienso que soy un poco imbécil, porque ellos están escribiendo como lo hago yo en casa. Tengo que comprarme un teléfono de esos».

Desde el pasado verano, por prescripción médica, la condesa ha estado descansando. Ahora tiene en mente su próximo libro y un reto más: dominar WhatsApp.

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