Ariane de Rothschild, la baronesa enamorada de La Rioja

A la cabeza del poderoso grupo familiar francés, crece su presencia en España con la compra del Palacio de Samaniego, en Álava

La inauguración de la bodega Macán, en Álava, el pasado junio, reunió a Ariane de Rothschild con el Rey Juan Carlos EFE

PATRICIA E. DE LOS MONTEROS

«Debemos dejar de ser timoratos, debemos estar orgullosos de ser banqueros». Así rezaba el titular de la primera entrevista concedida por Ariane de Rothschild (52 años), poco después de que se encaramara en la presidencia del Comité Ejecutivo del grupo francés Edmond de Rothschild, en 2015. En aquella frase, publicada en «Les Echos», esta espigada salvadoreña condensaba las claves de su carácter y su voluntad.

Cuentan quienes bien la conocen que la esposa del barón Benjamin de Rothschild (54) es un águila de las finanzas. Una ejecutiva todoterreno, que supo asentarse en un importante grupo espoleado por las tensiones familiares. Antes de hacerse con el poder del holding, cuando circulaban comentarios que ponían en duda su valía, Ariane de Rothschild se defendía de manera socarrona: «Esto dura poco. Hay que demostrar que es mentira solo al principio; luego, enseguida te reconocen».

Esta semana, se ha sabido que ella y el barón han adquirido el Palacio de Samaniego por 806.000 euros, a través de la firma luxemburguesa Cattleya Finance S. A., tras ser sacado a la venta por la Diputación de Álava. Un paso más en su presencia en España. Su asociación con el propietario de la prestigiosa bodega Vega Sicilia , Pablo Álvarez, desembocó en la construcción de la bodega Macán, en la que se invirtió 22 millones de euros. A su inauguración, el pasado mes de junio, no faltaron el lendakari, Íñigo Urkullu, la baronesa Thyssen y el Rey Don Juan Carlos .

Ejecutiva trotamundos

De soltera Ariane Langer, nació en El Salvador y su infancia transcurrió en Zaire, Colombia y Bangladés. Estudió en la prestigiosa Sciences-Po de París, completando su formación con un MBA en Nueva York. Trabajó como analista para la Société Générale y, más tarde, en la aseguradora AIG. Conoció a Benjamín de Rothschild -hijo de Edmond y Nadine, experta en protocolo y de buenas maneras- en 1993 y entró a formar parte del grupo de su marido. Con un patrimonio de 1.600 millones de euros , el barón la desposó en 1999. Tienen cuatro hijas: Noémie, Alice, Eve y Olivia.

Ariane ha confesado públicamente que es una suerte no haber nacido Rothschild y poder trabajar en el grupo con otra visión, quizás mas fresca y menos familiar. Su mano se nota: ha introducido muchos mandos femeninos, no por feminista -que no lo es-, sino porque considera que dan otra visión. Es sabido que mantiene una batalla con la otra rama de la familia, la que representa el primo de su marido, David de Rothschild , a quien el barón llevó a los tribunales en 2015 por violar un viejo contrato familiar, de los años 20, por el que se prohíbe a la familia utilizar su apellido para posicionar negocios.

«El dinero no lo es todo»

Aunque parezca que Ariane de Rosthchild acaba de descubrir España, ella y el barón tienen una vieja historia de amor con nuestro país. De su despacho en Ginebra cuelga una colección completa de fotografías de Isabel Muñoz sobre Etiopía. Pero además posee una vertiente filantrópica que es poco conocida y sí muy interesante. Dice que «ganar dinero no lo es todo, si no tienes una responsabilidad social» y está procurando integrar esta vertiente en su grupo. Así, desde hace 15 años, el grupo Edmond de Rothschild está comprometido con varios países, entre otros con el mercado español, además de por sus actividades bancarias, por su apuesta por el sector de jóvenes empresarios españoles . Con ese propósito firmaron Crece, un acuerdo con UnLtd Spain de acompañamiento a una serie de startups, para darles formación.

Ella misma, acompañada de un limitado grupo de profesionales, montó silenciosamente en 2009 The Ariane de Rothschild Fellowship, asociación sin animo de lucro que reúne grupos de judíos y musulmanes, para lograr construir, en lugar de destruir. Al cabo, su máxima obsesión es no aislarse en una torre de marfil.

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