El 666 de la Quinta Avenida: el símbolo maldito del poder de los Kushner

Los ruinosos negocios familiares cuestionan la posición en la Casa Blanca del yerno de Donald Trump

Josh, Charles y Jared Kushner en tiempos mejores ABC
Manuel Erice Oronoz

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La presencia de un Kushner a la Casa Blanca no está llamada a solucionar ninguno de los problemas de la familia, ni presentes ni futuros. Más bien, desde que Jared (37 años) empezara a merodear la moqueta del Despacho Oval una vez instalado su suegro, Donald Trump (71), hace casi quince meses, todo parece derrumbarse a su alrededor. La investigación abierta contra él por la llamada trama rusa, que pone la lupa en sus negocios privados en el extranjero desde su condición de asesor del presidente, no ha hecho sino desenterrar fantasmas de unas actividades familiares tradicionalmente opacas. Como la que llevó a su padre, Charle s (63), durante catorce meses, a una prisión federal de Alabama, tras ser condenado por evasión fiscal en 2004. Hoy, los bancos y los enfrentamientos internos persiguen a este clan neoyorquino de origen judío.

Una deuda colosal

Prometía ser la panacea. Cuando Jared Kushner se instaló junto con Ivanka Trump (36) y sus dos hijos en la lujosa zona residencial de Kalorama, que comparte con los Obama y otros selectos vecinos, su convicción era que los males familiares tocaban a su fin. La intimidad con el presidente de Estados Unidos abría la puerta a solucionar un problema casi endémico: la colosal deuda que arrastra el negocio familiar por operaciones fallidas y, sobre todo, por la casi inasumible compra de la torre que alberga Kushner Companies, un imponente edificio en el 666 de la Quinta Avenida en Manhattan. Es el pecado original, de 2007, que condiciona toda la actividad de los miembros del clan, obligado a liquidar nada menos que sus 1.200 millones de dólares de hipoteca en los próximos diez meses.

La torre que alberga Kushner Companies, en Manhattan, propiedad cuya hipoteca de 1.200 tendrán que liquidar en los próximos 10 meses Reuters

Los planes de Jared empezaron a torcerse pronto. Su labor en el entorno del Trump presidente fue discutida desde el principio, no menos que la de su mujer, Ivanka, otra suerte de verso suelto en inextricable laberinto de la Casa Blanca. A sus extraños comienzos como asesor del presidente sin cargo ni sueldo, se sumó la labor del fiscal especial que investiga la posible connivencia electoral del equipo de Trump con Vladímir Putin (65). El descubrimiento de sus entrevistas con altos cargos rusos antes de la elección presidencial fue el primer aviso. Pero todo se precipitó con la investigación de los contactos que el propio Kushner había empezado a establecer desde la victoria electoral de Trump. Desde entonces, a pesar de su reiterada proclama de haberse apartado de los negocios familiares, una larga lista de negocios se halla bajo las pesquisas de fiscales federales en Nueva York. Entre ellas, una operación con inversores chinos por valor de 150 millones de dólares, destinada a un complejo residencial en Jersey City, y la refinanciación de una propiedad de la familia en Times Square, a cargo del Deutsche Bank. A ellas se ha sumado la reciente apertura de una investigación por parte de la Oficina Federal de Ética en el Gobierno, sobre una reunión que mantuvo en la Casa Blanca con directivos de dos entidades financieras. Resultado de la cual Kushner Companies recibió poco después un préstamo de medio millón de dólares.

Caída en desgracia

Por si fuera poco, la investigación supuso también la primera caída en desgracia política de Jared. No ha perdido la confianza y el favor presidencial, pero sí el acceso a la información reservada, vetado por el jefe de gabinete del presidente, el general John Kelly (67), a raíz de desatarse las investigaciones oficiales. Por no hablar del marcaje en corto que supone la labor policial, a punto de abortar suculentas operaciones destinadas a aliviar la carga de los Kushner.

Jared Kushner con Ivanka Trump Reuters

Pese a todo, su padre, cabeza de una de esas familias enraizadas en Nueva York dedicadas a la promoción inmobiliaria, al igual que la de Trump, pone al mal tiempo buena cara y asegura no sin un cierto tono victimista: «No hemos hecho nada malo» . Y defiende la salud de sus negocios: «Tenemos entre manos proyectos de más de 3.000 millones y los bancos nos han inyectado 1.500 millones de financiación en los primeros seis meses de este año. ¿Es para pensar que tenemos falta de fondos?».

Aunque la procesión también tiene recorrido interior. Su continua apelación a una familia unida choca con la realidad de un enfrentamiento entre Jared y Josh (32), su hermano menor y pareja de la supermodelo Karlie Kloss (25), quien ya marcó distancias con él cuando se negó a votar a Trump en la elección presidencial. Las tensiones entre el mayor de los hijos y su hermana, Nicol Meyer , al frente de muchos negocios de la compañía, también se han disparado en medios de unas investigaciones que también han puesto el foco sobre ella.

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