Rafael Gómez Sánchez, alias Sandokán
Rafael Gómez Sánchez, alias Sandokán - valerio merino

Sandokán, populismo deluxe en Córdoba

Quiere ser alcalde y para conseguirlo invita a cervezas y regala platos de ducha a sus vecinos. Podrían inhabilitarle esta semana por el caso Malaya

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A punto de cumplir 70 años, enmarcados en una larga melena blanca, el empresario-político cordobés Rafael Gómez Sánchez «Sandokán» puede presumir ante la nueva «casta» teórica de Podemos de haberse adelantado al laboratorio de Pablo Iglesias. Porque el Sandokán de carne y hueso va por delante, aunque haya sido tocado por los «malayos», no de Salgari, pero sí de Marbella, tras haber sido condenado en el caso a seis meses de prisión y 150.000 euros por cohecho. En los próximos días, el Supremo revisará la sentencia. Si es al alza, podría suponer la inhabilitación del candidato a la alcaldía de Cordoba, cuya singularidad radica esencialmente en un populismo materialista más allá de las utopías de Podemos.

Sandokán no ha precisado navegar en las procelosas aguas de las letras ni salir de la Complutense para implantar desde hace unos años una política subversiva con el sistema y las normas.

Pragmática y demagógica, llena de agujeros negros y utopías, pero con resultados electorales. Piel con piel a la calle. Y con una música sin apenas letra que tararean sus fervientes seguidores, que se cuentan por centenares. Hoy es líder de la oposición en el Ayuntamiento de Córdoba, tras los comicios municipales de 2011. Tiene preocupados a IU y PSOE, de los que pescó en el caladero electoral, y competirá con las marcas blancas de Podemos en mayo sin miramientos.

A la constitución de la actual Corporación, que presidía por ser el más veterano y cuyo juramento no pudo leer por su condición iletrada, acudió vestido de negro riguroso, mitad crupier (por algo se tiene autoprohibida la entrada en los casinos, muy de su gusto), mitad estilismo de la fábrica Scorsese.

La historia empieza como sigue. Presume de ser un analfabeto que no ha necesitado leer un libro para llegar a tener un holding con más de tres mil empleados, un patrimonio del que solo ha habido vagas referencias extraoficiales (algunos lo cifran en varios cientos de millones de euros), una bolsa de suelo urbanizable que era kilométrica en los años del boom por media Andalucía (hasta una isla en las marismas de Huelva) y en algunos países del extranjero. Miles y miles de viviendas donde empleaba a sus amigos y vecinos de siempre, un avión privado, un barco para traer mercancía de China, un hospital privado, el primer parque de ocio de Andalucía (el famoso Tívoli World donde triunfaba la Pantoja), un equipo de fútbol (el Córdoba CF) y el culto a su personalidad de selfmade man en diversos triunfos monumentales, con su rostro. Casi todo se esfumó.

Boda por todo lo alto

En su cerebro estaba (y está) todo su emporio. Y a la misma velocidad que de su boca salen chascarrillos, borderías, gritos o sentencias repletas de sentido común (sería más bien un antisenequista), florecen ideas de negocio en su mente... Empatiza al instante, cosifica al resto de la humanidad en dos categorías: «sosio» o «hermano». Tan visceral como generoso y simpático. Familiar y popular.

La mansión que posee en uno de los barrios residenciales de más prestigio de Córdoba copia las formas de la Casa Blanca. No así su estética interior, donde cuernos de marfil de elefante, escaleras imperiales, mármol de Carrara y mucho barroquismo se fusionan con sus gustos personales. De ella salió detenido un día de junio de 2006 por la operación Malaya. En ese palacete culminó la meteórica carrera de aquel niño del humilde barrio de Cañero que con 13 años cuidaba pavos, pasaba hambre y aprendía el oficio orfebre en la Córdoba de la platería y la filigrana. En esa mansión casó a su hija y contrató a todos los taxistas de la ciudad para transportar a los invitados, que siguieron por circuito interno televisivo el banquete en sus inmensos jardines.

En 1969 cogió la maleta y se largó a Francia a curtirse y trabajar. Volvió por asuntos familiares, se casó con su novia de siempre, María Dolores, peluquera, y base de su apogeo joyero y su familia. Listo como el hambre, Sandokán hizo dos cosas clave: aprovechó la red de comerciales que vendían productos de peluquería a su mujer para endosarles las piezas de joyería básica y baratas que fabricaba y así venderlas por todo el país. La segunda, el «oro-hechura». Lograba el oro para el orfebre artesano que a buen coste le hacía sortijas, cadenas o pendientes para vender a bajo precio. Cómo conseguía aquel oro es ya otra película por guionizar. Y así, terminó contratando muchos años después a Fran Rivera y Paz Vega para dar rostro publicitario a sus relojes de la marca Paul Versán. En ese camino, consiguió construir en Córdoba con el apoyo financiero de Cajasur el Parque Joyero más grande de España.

Joyero, constructor-promotor, importador de gangas chinas para un almacén de cuatro hectáreas que construyó sin licencia en 2005. Un «gran bazar chino» que acabó hundiéndolo a él y su fortuna, como la crisis económica y la operación Malaya. Tocaba reinventarse. Y ahí llegó la política. Diciembre de 2010. Nacía Unión Cordobesa (UCOR). Partido independiente con un líder, Sandokán, y un lema: «Empleo y progreso».

Dormido en los plenos

Lo había perdido todo, pero no la sed de venganza con los políticos. En su código vital no escrito, la lealtad y la traición son palabras mayores. De Rosa Aguilar juró venganza, pues se siente aún traicionado por quien consideraba casi como una hija que cenaba en casa y le puso como alcaldesa por IU la multa más grande de la historia: 27 millones.

La legión de seguidores de UCOR anida en barrios humildes, con altísimo paro y que nunca han ido a votar. Lo hicieron por Rafael, que no es ni marxista ni leninista, sino «rafaelista», como todos aquellos que iban a por ceverza gratis y a ver las cachas de la cantante de copla que amenizaba sus mítines en la mejor campaña electoral que se hizo, por otro lado, en Córdoba.

Admite que se aburre en los plenos. Reitera el mantra de que los «políticos solo hablan de tonterías». Promete casas baratas, empleo y empleo, y que todo el dinero del presupuesto vaya a eso.

El año pasado, harto de la vida política municipal y su estructura, tiró por la calle de en medio. Fundó un particular banco de alimentos propio en la sede de su empresa, repleta de despachos vacíos. Allí, numerosas familias acuden hasta hoy a por las bolsas de lo básico. Empezó a pagarles platos de ducha y pequeñas reformas domésticas en sus pisos de protección oficial en los barrios más pobres. Sin tapujos. Por Navidad, y del stock de su gran bazar chino, regalaba juguetes a los niños.

Volverá a presentarse en mayo próximo, aunque anda con cautela observando el panorama. No ha movido ficha aún, mientras sus adversarios políticos no le pierden de vista.

Ver los comentarios