Pepe Rodríguez Rey, Samantha Vallejo-Nágera y Jordi Cruz
Pepe Rodríguez Rey, Samantha Vallejo-Nágera y Jordi Cruz - ángel de antonio
gastronomía

«Somos como los tres cerditos, y Eva González es el lobo»

Entrevistamos a los tres jueces de MasterChef. La versión Junior del programa acaba de ser galardonada con el Premio Nacional de Gastronomía

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La química entre ellos es patente. Y latente. Las bromas con segundas (y alguna primera) se suceden durante la entrevista. «Tienen una agenda muy apretada», me advierten de Varilux, la firma de lentes progresivas de la que son imagen. Empezamos preguntando cómo les gusta más (o les molesta menos) que los llamen, los tres mosqueteros, los tres cerditos, los tres chiflados o los cuatro magníficos (si contamos a Eva González). Y contestan al unísono: «¡Los tres cerditos!» «Pero si Eva es el lobo», añaden. «Yo me pido la casa de ladrillo», dice Samantha Vallejo-Nágera; «y yo la paja», continúa Jordi Cruz; «pues me toca la pata de palo», bromea Pepe Rodríguez Rey.

Empiezo a sentir que este trío es indisoluble.

¿Os separáis alguna vez?, cuestiono. «Ahora estamos felizmente separados», bromea Jordi. «Han sido cuatro meses agotadores, y cuando se acaba el programa necesitamos descansar incluso de nosotros. Yo suelo ser la que rompe el hielo, y les mando de repente algún mensajito, porque soy la más cariñosa», cuenta Vallejo-Nágera. «La paliza más grande me la he llevado yo, que tengo que hacerme 600 kilómetros cada vez. 1200, si hablamos de ida y vuelta», se queja Cruz. A lo que Samantha replica: «Claro, los demás no tenemos cuatro hijos al llegar a casa, ni otros trabajos…».

El «buen rollito» fluye, no exento de ironías. ¿Tenéis más éxito con el sexo opuesto después de MasterChef? «Yo nunca he tenido éxito con los hombres –se lamenta Sammy (así la llaman)». El cocinero de ABaC (Barcelona) asegura que «de normalito a guapo no se pasa por salir en la tele». Y mirando al propietario de El Bohío (Illescas), corean: «Pepe, ni saliendo en la televisión liga». ¿Y con los concursantes, cuál de los tres ha «triunfado» más? Presume cada uno de su público: Pepe de Maribel y Mila, y Jordi de Vicky. «Lo nuestro es una cosa animal», ríe el chef catalán, que la tiene trabajando en su cocina. «Lo mío son los niños», apunta la dueña de Samantha de España. «He recibido un mail donde me cuenta un padre que a su hijo le gusta tanto el programa que ha hecho la Primera Comunión ¡con chaquetilla de cocinero!».

Durante la charla se van quitando la palabra, y hablan más entre ellos que conmigo. La empatía existe. Aunque ninguno de los tres estaba necesitado de un trampolín profesional, reconocen que la televisión les ha aportado un 20 o 30 por ciento más de clientela. Ese público nuevo ¿se desilusiona cuando no estáis en vuestros puestos? «En el caso del catering, al llevar mi nombre, la gente sí espera que vaya yo a servirlo, sobre todo si es una boda o un evento importante», apunta Samantha. Y Jordi replica con la frase que, dice, le gusta repetir a Pepe: en la cocina están los mismos que cuando estamos. Se inicia un pequeño debate que termina en un «lo importante es que el trabajo esté bien hecho, que no se note si estamos o no». Lo evidente es que las horas que están entre fogones no pasan factura en su báscula. El cocinero de Illescas confiesa que se controla con la comida («hasta que veo un plato de jamón»), Samantha dice llevar toda la vida a régimen, y Jordi reconoce que se cuida. La nueva moda de los cocineros que corren solo la sigue Samantha. Jordi prefiere otros deportes y el ejercicio de Pepe no va más allá de levantar un mando a distancia. «Y el vaso de la caña», apunta Cruz.

¿Sois más presumidos desde que estáis bajo el foco? «Sí», responde rotundo el cocinero catalán. «Pepe parecía un vendedor de herbolario y ahora va hecho un pincel», bromea. «Quemar la ropa de Pepe sería un momento mágico». Si tuvierais que elegir un plato para seducir, ¿cual sería? «A una mujer inteligente como tú, a la que le gusta la gastronomía, le haría un plato muy serio. Unos callos, por ejemplo», me contesta Pepe. Feliz, como la perdiz que le pediría para que me acompañara con esas tripas, le pregunto: ¿cómo te ves con esas nuevas lentes que publicitas? «Estupendamente. Y deben de estar muy bien graduadas porque te veo mejor que nunca». Di que sí, chef.

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