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Alberto Reyes (Arohaz): El amor por el detalle del moderno posadero

En tres años, ha convertido una venta de Zahora en un pequeño hotel y restaurante que es de los más valorados de España

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Llegó por casualidad. Un verano, fue pinche en la célebre Venta Pinto de la Barca de Vejer por orden de su padre, para que «valorara los estudios». Aquellas vacaciones se convirtieron en año y medio de tarea. Luego, en vocación. Alberto Reyes (29-4-1974) es un vejeriego padre de dos niñas que desde 2012 le ha dado un giro a la hostelería en La Janda. Su hotelito (seis deliciosas habitaciones) en Zahora se ha convertido en un lugar esencial para comer bien en la provincia. Con asesoramiento de Mauro Barreiro y cocina de Rafa Flor, hizo de una antigua venta la sencilla y acogedora exquisitez llamada Arohaz. Un año después de abrir, suplementos como ‘El Viajero’ y revistas de tirada nacional empezaron a lanzarle flores.

Luego Tripadvisor y otras web de referencia le colocan ya en el top ten de los «hoteles con encanto de España».

–¿Qué es el encanto? Le pregunto porque su hotel-restaurante aparece como el décimo hotel con encanto en una de las listas más prestigiosas de España.

–Realmente no sabría definir qué es. Todo cambia dependiendo de la persona. Lo que sí tenemos claro es que lo principal en nuestro establecimiento es cada cliente, cada persona. Cada situación es diferente. Es nuestra responsabilidad entender cada situación, saber cuales son las emociones que surgen con cada huésped, con cada comensal y aportar nuestro granito de arena a ese momento. Esa es una de las partes más importantes de nuestro trabajo. Y respecto a la clasificación en la lista a la que se refiere, para nosotros es una satisfacción inmensa, ya que la posición va marcada por las interacciones que tiene cada establecimiento en la pagina de esta guía, las veces que se comparte y una valoración subjetiva del crítico hotelero que la creó.

–¿Qué lugar ocupa la gastronomía en Arohaz? ¿Es un pequeño hotel con un gran restaurante o lo contrario?

–Está claro que la gastronomía ocupa un lugar importante en el concepto de Arohaz. Prefiero decir que somos una posada moderna. Quizás ese sea el verdadero encanto de Arohaz: poder disfrutar de una confortable habitación con los techos abuhardillados de madera, dormir en un buen colchón, disfrutar de una gastronomía cuidada, todo ello con la atención cercana de todo el equipo.

–¿Cómo le gustaría describir la cocina que ofrece Arohaz a quien la desconozca?

–Lo primero, que es diferente a lo que hay en la zona. Son platos se crean a partir de una cocina tradicional y de un buen producto. A partir de hay comienza un viaje que recorre Japón, Corea, Suramérica... Buscando nuevos sabores, nuevas texturas, nuevos condimentos que sumen a la elaboración y poder crear algo que sorprenda al comensal. Se puede llegar a sorprender o emocionar a través de un bocado, eso buscamos. Si además o si lo que te apetece en ese momento es una buena paella y un buen lomo bajo de retinto, también lo puedes tomar. Hay un equilibrio en nuestra carta. Sí tenemos claro que nuestra cocina no es minimalista.

–La ubicación de Arohaz es algo complicada, en mitad de una de esos núcleos de urbanización caótica como Zahora ¿Cómo es posible convertirse en lugar de referencia con ese handicap? ¿Cómo se supera?

–Esta situación en la que nos encontramos hace que no existan grandes edificios en la zona, que toda la primera linea de playa esté libre de ladrillos, que dentro de ese caos, lo que predomina, al mirar hacia el Faro de Trafalgar o hacia El Palmar, sea la naturaleza y eso en el fondo es una gran ventaja. En pocos lugares tienes la posibilidad de sentarte en la playa y contemplar la linea de costa que tenemos aquí. En cuanto a lo de convertirnos en un lugar de referencia, no es nuestro objetivo. Puede que sea una consecuencia, ojalá. Pero no es un objetivo.

–Cádiz llegó tarde al turismo gastonómico, incluso al general, al de masas ¿Bendición o desgracia?

–Acabamos de empezar un camino largo y duro. Que hayamos llegado tarde o temprano ya no importa. Lo importante es que trabajemos para que la gastronomía gaditana se convierta en referente y un atractivo, como sucede en San Sebastián, Valencia, Barcelona o Madrid. Esto acaba de empezar. De nosotros depende. No se trata de que todos tengamos que ser Ángel León. Todos, sea cual sea la liga en la que juguemos, tenemos cosas que aportar, desde el churrero de mi pueblo hasta el futuro tres estrellas. Si aquí hacemos las cosas bien, tenemos productos, tenemos profesionales y agrado, vamos a gritarlo a boca llena y que el que venga, cuando se vaya, que se convierta en un buen embajador de nuestra tierra.

–¿De veras tenemos alguna oferta turística capaz de hacerle la menor sombra a playas como la de Zahora, El Palmar o La Barrosa?

–La playa, el clima, es y será nuestro mayor valor pero podemos hacer que, en vez de ser el 99,9%, se convierta en el 50,1%. La ruinas de Baelo Claudia, conjuntos históricos como Vejer o Medina, la meca del viento, las bodegas, la ruta de los pueblos blancos... Recursos no nos faltan. Quizás el problema sea más nuestra propia mentalidad. Un museo como el NMAC en Barcelona se vendería como algo excepcional. Hay muchos de nuestros productos que fuera de Cádiz están valoradísimos y aquí los miramos de reojo. Tenemos miedo a defender lo nuestro.

–Es usted vejeriego ¿Qué ha pasado en su pueblo que todos los demás quieren ser como él?

–Ahora, cuando se viaja, se quiere saber de costumbres, del día a día del sitio que visitamos. Vivir, sentir y emocionarte. Vejer para eso es perfecto, por una buena conservación del casco antiguo, la tranquilidad que ofrece el pueblo, la cordialidad de los vecinos. Si se le suma la apuesta de empresarios (pequeños y muy pequeños) por locales donde se le da importancia a la decoración, a la gastronomía, al servicio, resulta que todo confluye en que Vejer, hoy en día, se haya convertido en un referente.

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