Alejandra Silva, novia de Richard Gere
Alejandra Silva, novia de Richard Gere - ABC

Ángel, el peluquero que quieren todas las rubias

Ha pasado de peinar en las casas de la alta sociedad madrileña a abrir su propia peluquería. #El estilista Ángel es un maestro del color

Madrid Actualizado: Guardar
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Alejandra Silva, la rubia más perseguida por los fotógrafos desde que le robó el corazón a Richard Gere, ha descubierto el secreto (a voces) de las rubias más exigentes de Madrid. Siguiendo el consejo de su amiga Vega Royo-Villanova, ha puesto su melena en manos de Ángel, el peluquero favorito de las «niñas bien». Cristina Suelves, Mercedes Fernández-Durán, Marta Ruiz-Jarabo, Isabel Santa María, Cristina Cominges, Verónica Pacheco o las gemelas Marta y María Riva son algunas de las «clientas estilosas de la zona de Serrano» -como él las llama- que acuden a su salón de la calle Joaquín María López para «iluminarse» el cabello.

Y las mechas de Alejandra, antaño algo oxigenadas, han pasado a tener ese efecto baby lights, santo y seña de Ángel.

El estilista es un virtuoso del color. Sus fórmulas magistrales le dan al pelo un tono más natural, duradero y brillante que los tintes convencionales. Son a base de pigmentos naturales, que desaparecen con los lavados, sin amoniaco (no provoca irritaciones en el cuero cabelludo), ni agua oxigenada. Para los tonos rubios emplea el tradicional método del «gorro», que tantas peluquerías han desterrado: es el único que permite crear mechas ultrafinas, pero tan abundantes como se quiera. Gracias a sus «recetas», el paulatino aclarado veraniego se produce en forma de reflejos, como haría de forma natural el sol en un cabello que nunca ha sido tratado.

Guardián de la salud capilar

Ángel tiene ángel y, desde el momento en que las clientas se ponen en sus manos, se convierte en el guardián de la salud capilar. «Me gusta cuidar el cabello y, por tanto, cuando una clienta me viene con él estropeado, debe estar dispuesta a seguir un proceso lento de coloraciones que, en función de lo dañado que esté, requerirá un mayor o menor tiempo», puntualiza sobre lo que supondría una primera vista a su salón. Las sesiones también son largas. «Hay que estar dispuesta a pasar de 2 a 3 horas en cada cita para conseguir los mejores resultados», advierte. «Igual que los grandes chefs necesitan horas y los mejores ingredientes para elaborar sus platos, yo utilizo productos y una técnica que requieren un mayor tiempo de exposición», justifica cuando sus clientas protestamos (me encuentro entre esas «rubias exigentes»). «Pero esto repercute en un cabello más saludable», concluye. Según el estilista, los castigos a los que sometemos el pelo (tintes o decoloraciones extremas) solo se eliminan con tijeras. «Una melena de 12 centímetros tarda un año en recuperarse, ya que el pelo crece un centímetro al mes. En peluquería no hay que pensar solo en el presente, sino en el futuro».

No tiene nada en contra de los llamados «colores express» -«debe de existir opciones para todos»-, pero quien reclame esa opción se equivoca si llama a su puerta. «Es como ir a comprarte la misma prenda en Gucci que en Zara: en la primera te llevas un modelo que te dura toda la vida y en la segunda, una temporada. Es genial que exista el plan B, aunque sabiendo que el resultado, a la larga, no es mismo».

¿Y quién es él?

Este salmantino, educado en San Sebastián, inició su brillante carrera a los 14 años en la capital donostiarra. Allí montó su propia peluquería, donde trabajó para las estrellas internacionales en el marco del Festival de Cine y para los desfiles de moda de diseñadores de la talla de Balenciaga. Unos años en Londres, al lado de grandes maestros como Vidal Sasoon e Irving Rush, y otros en París, en las escuela de Jean Marc Maniatis y Carita, completaron su currículo. De ahí a triunfar en Miami fue un paso fácil: las cabezas de Linda Evangelista, Christy Turlington y Cindy Crawford (eso es lo Alejandra Silva tiene en común con la ex de Richard Gere) pasaron por sus peines y tijeras. Concluido este aprendizaje, se instaló en Madrid, donde peinaba a domicilio a las mujeres de la alta sociedad como Ana Gamazo, Begoña Zunzunegui, Mariluz Barreiros o Elena Cué, entre otras. Y hace cinco años decidió abrir su propia peluquería, muy exclusiva y casi clandestina, en la que no hay cartel ni rótulos en la puerta; solo un timbre y un estor de lamas de madera para entrever quién llama a su puerta.

«A mis clientas nunca las verá nadie con el gorro de las mechas o la mascarilla capilar puesta», asegura. Y para que sea así, no hay cristaleras. Sólo tiene un par de sofás de lavado y otros dos de peinado, para que no coincidan más de dos mujeres a la vez.

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