Víctor Joel, el dueño del bufete
Víctor Joel, el dueño del bufete - ABC

Triple crimen de Usera: un alemán encargó a un sicario matar al abogado porque se acostaba con su mujer

Los allegados a una víctima apuntan a que el letrado, que salvó la vida, se acostaba con la mujer del homicida

Madrid Actualizado: Guardar
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Una infidelidad estaría detrás del triple crimen de Usera. Esa es la principal línea de investigación que se sigue para esclarecer el caso, según los allegados a una de las víctimas, la joven letrada Elisa Consuegra Gálvez, de 33 años y origen cubano. Hija de un experto jurista y de una doctora, su familia está continuamente al tanto de los avances que puedan producirse en la investigación. Fuentes del caso indicaron que, de cualquier modo, no se descartan aún otras hipótesis de trabajo.

Pero la tesis que más fuerza cobra es la de un «lío de faldas» del dueño del bufete y único superviviente de la masacre por encontrarse fuera del despacho en el momento del ataque, el peruano Víctor Joel Salas Coveñas, de 37 años.

Mantuvo una relación con una mujer casada con un alemán, extremo que él mismo habría reconocido ante los investigadores. La víctima del adulterio, que vive en su país de origen, habría contratado los servicios de un matón, no muy experimentado por su «modus operandi», para vengarse de Víctor Joel.

La investigación está resultando muy farragosa. Porque el letrado recibía amenazas y desplantes por parte de clientes insatisfechos, supuestos acreedores y, además, se vio involucrado en la lucha contra el narcotráfico cuando trabajaba en la Fiscalía de su país de origen. La sombra de la venganza siempre ha estado presente. Él mismo, días después del suceso, reconocía a ABC: «Tengo clientes rebotados, como todos, pero nada que justifique semejante carnicería».

Y esa carnicería se concretó la tarde del 22 de junio pasado. En el bufete de Salas Coveñas, en la calle de Marcelo Usera, 40, se presentó «un hombre extraño». Así se lo transmitió, por teléfono, su recepcionista y secretaria, Maritza Osorio Riverón, cubana de 46 años. Era el sicario, que había llegado preguntando por el jefe del despacho. En la oficina también se encontraba un cliente, Jhon Pepe Castillo Vega, ecuatoriano de 43.

Secuencia de la masacre

El matón se metió en el baño, para ir preparando el ataque. Discutió con las trabajadoras. Una de ellas tomó una palanqueta que guardaba Salas Coveñas, pero el asesino se la arrebató y golpeó brutalmente a las dos mujeres. El cliente se enfrentó a él, pero también recibió golpes y fue acuchillado. Con papeles de la oficina y un mechero, prendió fuego a los cuerpos y huyó.

Minutos después, llegó en su moto el abogado. Le esperaba en el descansillo otra clienta con un familiar. Se percataron del incendio y llamaron a los Bomberos. Ya con los cadáveres en plena calle, los médicos se fijaron en las heridas homicidas. La venganza había culminado, pero el verdadero objetivo se salvó de la muerte.

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