El exterior del templo
El exterior del templo - MAYA BALANYA

Santiago y San Juan Bautista: El «kilómetro cero» del peregrino de Madrid

La parroquia, situada en la calle Santiago, de 1811 y frecuentada por Isabel II, ofrece la bendición inicial del Camino de Santiago

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La Parroquia es credencial de la Iglesia para el camino de la vida. Santiago Apóstol peregrino, camino madrileño de Santiago, Ultreya, la tarea hispánica que precedió a la formación de la conciencia europea, que diría mi recordado Romero Pose. Mesoneros Romanos en su «Manual de Madrid. Descripción de la Corte y de la Villa» escribe que «en la misma época recibió este pueblo la sagrada ley del Evangelio, viniendo a predicarla, según unos, el apóstol Santiago, y sus discípulos según otros, y suponiéndose que por entonces fueron fundadas sus parroquias».

Madrid también forma parte del Camino de Santiago. El Camino madrileño comienza en esta parroquia (que se encuentra en el número 24 de la calle de Santiago), salida y meta, lugar en el que se entrega a los peregrinos la credencial de la vida.

La parroquia de Santiago Apóstol y san Juan Bautista es la memoria de un pueblo, Madrid, que está en camino. «Homo Viator», que diría el filósofo Gabriel Marcel, y que nos recuerda lo que escribía T. S. Eliot: «Un europeo puede no creer en la verdad de la fe cristiana, pero todo lo que dice, cree y hace, surge de la herencia cultural cristiana y solamente adquiere significado en relación con esta herencia».

Conjunción histórica

Según me cuenta el joven sacerdote Carlos Cano, que lleva ya cuatro años en esta comunidad y que está acompañado por el sacerdote Oscar González Martín, ambos formados en el seminario misionero diocesano Redemptoris Mater, del Camino Neocatecumenal, la parroquia de Santiago Apóstol y san Juan Bautista es una conjunción histórica sobre la que aún no se ha escrito una historia a la altura de su vida.

José Bonaparte, en torno al 1810, ilustración, raíz de una Europa administrativa, decidió en su momento, por eso de que el camino hacia el Palacio Real debía ser expedito en su Oriente, derribar el templo de la parroquia de San Juan Bautista, que estaba en la plaza de Ramales, y también el antiguo templo de Santiago Apóstol. La tradición dice que la iglesia de San Juan Bautista fue fundada por un emperador romano y consagrada por Roberto, obispo de Silves en 1224. La iglesia de Santiago, vecina, aparece ya en un documento de dos diáconos, de 1257, y en el voto a los santos Cosme y Damián en 1438. Aclara Pedro F. García y Agustín F. Martínez, que «la primera se regía por el culto católico, la segunda lo hacía por el arriano». Arrianismo en Madrid, no me lo podía imaginar.

Cuentan las crónicas que al destruir la iglesia de San Juan Bautista se perdieron los restos del pintor Diego Velázquez, que allí había sido enterrado, pues vivía, como aposentador real, en la vecina Casa del Tesoro. La ilustración, el afrancesamiento, también es perspectiva. En 1811 fue levantada la actual parroquia de estilo neoclásico y obra de Juan Antonio Cuervo, consagrada el 31 de agosto de 1817 por Luis de Borbón, cardenal arzobispo de Toledo. Dice Miguel A. Fuertes que «Mariano José de Larra, nuestro querido escritor romántico, estuvo expuesto aquí para darle el último adiós después de suicidarse en su domicilio de la calle Santa Clara, 3, cuya visita por parte de compañeros de profesión fue recogida en sus obras por Benito Pérez Galdós y Zorrilla».

La parroquia tiene, por tanto, historia. Y su historia no son las piedras muertas sino las piedras vivas. Ahí se bautizaron, por ejemplo, la Beata María Ana de Jesús, el 21 de enero de 1562; el padre Tomás Miranda, misionero en Argel y mártir en esa tierra, el 5 de agosto de 1620; o el santo mártir de la persecución religiosa de principios del siglo XX en España, hermano de san Juan de Dios, Isidoro Martínez, asesinado en la localidad de Paracuellos del Jarama.

Imagen del interior de la iglesia
Imagen del interior de la iglesia - MAYA BALANYA

La sorpresa de esta parroquia también es histórica. Fue responsable de esta comunidad Agustín García Gasco, luego obispo auxiliar de Madrid, secretario de la Conferencia Episcopal, arzobispo de Valencia y cardenal de la Iglesia en los años de la revolución del mayo del 68. Entonces don Agustín, hombre clave en la historia del Seminario de Madrid, por cierto, le pidió a los iniciadores del Camino, Kiko Arguello y Carmen Hernández –fallecida esta semana– que predicaran allí el Kerygma, lo esencial de la fe cristiana, el anuncio misionero, y de esta forma comenzaron a caminar en esta parroquia las Comunidades. Hoy son 11, con unos 450 miembros, algunas de ellas ya maduras misionando en otras periferias del Madrid eclesial.

La parroquia, con dos mil feligreses escasos, también está en camino sacramental. Son cerca de treinta las bodas que se celebran al año y más de cincuenta los bautizos. Con sesenta niños de catequesis de Primera Comunión es el centro subsidiario de la formación cristiana en los sacramentos de la iniciación de las parroquias contiguas. Tiene un grupo destacado de la Adoración Nocturna, y las Cofradías siempre vivas del Apóstol Santiago, de Nuestra Señora de la Fuencisla, y de San Julián. Por cierto, que el 28 de enero, fiesta del santo, envían desde Cuenca los panes benditos de San Julián para repartirlos entre los fieles devotos.

Experiencia de vida

Pero una de las claves de esta parroquia es la bendición inicial del Camino de Santiago y el testimonio final de los peregrinos. Ahí se entrega el diploma de la «Santiagueña matritense», un certificado de experiencia de vida. Los segundos domingos de mes, en la cripta de la parroquia, los que han hecho el camino de ida y vuelta ofrecen su testimonio público. Me cuenta el párroco que es una auténtica gozada porque descubren que la Iglesia es campamento para las heridas de la vida, hogar de acogida.

La Cáritas parroquial, en una zona de tránsito, turística y administrativa, atiende a cuarenta familias, la mayoría de ellas inmigrantes. Se lamenta el párroco siempre atento que la crisis ha expulsado del territorio de su parroquia a más de cien familias inmigrantes, que tuvieron que regresar a su país de origen.

*Francisco Serrano Oceja es periodista y profesor de la Universidad CEU San Pablo

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