San Clemente Romano: La vida comunitaria como proyecto

La iglesia, en Villaverde Bajo, atiende a unas 600 familias de inmigrantes

Iterior del templo BELÉN DÍAZ
José Francisco Serrano Oceja

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No uno, sino tres fueron los interlocutores de la conversación amable y sincera, todo hay que decirlo, con el equipo sacerdotal de la parroquia de San Clemente Romano, calle Conciliación 17 . Sentados en los bancos de la capilla, una puesta en común quizá en el lugar en el que hacía más calor del templo. Villaverde bajo, el Espinillo, un barrio sobre arcillas, fruto de la historia de la geología del cinturón madrileño, periferia diocesana que anuncia el límite, tocando la diócesis de Getafe, el Cerro de los Ángeles, lugar para los fieles de peregrinación y descanso.

Tres sacerdotes: el párroco, Francisco Andrés Martínez Domínguez , Sergio Hernanz Alonso , y el también sacerdote de la parroquia y capellán del hospital 12 de octubre José Quirce Castrillo . Lleva la voz cantante don Francisco, Paco, me dice, que durante veinticuatro años fue Delegado de Cofradías en la archidiócesis madrileña. Hete aquí que no es un equipo causalmente formado, es una comunidad de vida , de oración y no solo de pensamiento, que convive con un grupo de laicos, un matrimonio y tres laicos más, y que conforman, junto con otros, lo que han venido en llamar (aunque con una meditativa pausa de silencio cuando se les pregunta), la Comunidad eclesial de Pablo Apóstol . El nombre de la cosa es la cosa y la rosa, y la comunidad, que es una nueva forma de vida, un camino, una vocación, un carisma y un trayecto.

Un comunidad dentro de la comunidad parroquial, que ésta sí que es un desiderátum necesario , la construcción desde las raíces de una experiencia de fe individual, personas mayores , religiosidad acendrada. El proyecto de la parroquia, porque esta parroquia es también un proyecto, pasa, según cuentan al unísono, por la formación en la fe y por la necesidad de convertirse en una familia. Si los fieles del territorio parroquial son aproximadamente unos 18.000, a la Iglesia se acercan regularmente cerca de mil, como mucho.

La parroquia de San Clemente Romano, con un templo de fachada de cemento gris industrial que contrasta con el rojo lateral de los locales y de las comunidades de vecinos aledañas, -y ya con grietas reales, que no simbólicas-, de acuerdo con el ritual romano, una vez que el arquitecto Luis Mora entregara los planos, un dos de mayo de 2005, fue consagrada por el entonces arzobispo Rouco Varela , siendo vicario Gil González Hernán. Dicen las crónicas que «la parroquia fue constituida en el año 1965, escindida de la de San Jaime, la originaria de Villaverde Bajo desde 1954. Hasta el año 1975 compartimos templo con San Jaime y con una guardería de la calle Sáhara, donde se celebraba la misa dominical. En este año, el Arzobispado de Madrid compró locales en los bajos de un edificio de la calle Villafuerte, donde hemos vivido y celebrado nuestra fe hasta que salimos a un nuevo edificio».

Economía exigua

La economía de la parroquia es exigua. Se mantiene gracias a un único donante. Pero lo que se tiene se da, y lo que se da es porque se recibe. La caridad es la clave de la parroquia. Se atienden unas seiscientas familias en un contexo de inmigración, la mayoría de procedencia musulmana, con una comunidad de etnia gitana numerosa, y con una población castigada, de nuevo, por el paro. Son muchos los kilos mensuales de comida que se reparten, procedentes, entre otras, del Banco de Alimentos . La comida que se reparte es tan necesaria como la vida misma. Es numeroso el grupo de voluntarios, y también el de los catequistas, que atienden a los niños, y a los jóvenes de confirmación, en un modelo continuado en el que los años cuentan, pero lo que cuenta de verdad es el proceso. La parroquia tiene un coro notable que anima las celebraciones litúrgicas, que junto al grupo de pastoral de los enfermos son la avanzadilla del Evangelio en el barrio. Y hay que destacar, también, los dos días de exposición con el Santísimo, la eucaristía.

A lo largo de la conversación con el equipo sacerdotal aparece un tema que les preocupa. Existe en el barrio la demanda de un colegio de inspiración religiosa, privado, concertado, pero no hay oferta. Muestra de ello es que el contiguo centro diocesano de San Jaime está lleno de alumnos. Colegio y parroquia, una combinación que siempre da mucho juego.

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