La mítica carrera a su paso por San Sebastián
La mítica carrera a su paso por San Sebastián - M. BRÁNGER

La salvaje carrera de aviones París-Madrid que sólo un piloto logró terminar

La competición, que se celebró en 1911, partió de la capital francesa y terminó en el aeródromo de Getafe, hasta donde sólo llegó un antiguo aviador de guerra

Madrid Actualizado: Guardar
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No son buenos tiempos para los aventureros. Ya no se organizan expediciones ni carreras de esas en las que los participantes prácticamente se juegan la vida a lomos de una motocicleta, en una bici o pilotando un avión. Este fue el caso de la primera carrera de aviación de la historia, celebrada en la primera quincena de mayo del año 1911, y que partió desde París para terminar en Madrid, más concretamente en el aeródromo de Getafe. Huelga decir que, como buena aventura, únicamente logró terminarla uno de sus participantes.

Como ocurrió con el Giro de Italia en sus primeros años, este raid aéreo fue organizado por un periódico, Le Petit Parisien, que intentó encontrar los límites de la aviación del momento —y de paso conseguir vender más periódicos de lo habitual— con esta histórica competición, a la que en un primer momento se inscribieron entre 25 y 30 pilotos (depende de las fuentes), entre ellos un ilustre que no será desconocido para los amantes del tenis: Roland Garros.

Al parecer, además de la tierra batida, también le gustaban las alturas.

De hecho, el 27 de mayo del año 1911, el evento también llamó la atención de este diario, que tituló el articuló que narró la aventura de estos pilotos. En esta página se relató la victoria del único aviador que logró concluir la prueba, Jules Védrines, que fue agasajado por miles de personas en su llegada a Getafe.

Un muerto nada más comenzar

Una portada de ABC durante el raid
Una portada de ABC durante el raid - ABC

Finalmente, cuando llegó la hora de la verdad, sólo se presentaron en la línea de salida 8 pilotos, entre ellos los ya citados Védrines y Garros. Allí estuvo también el piloto Émile Train que, muy a su pesar, protagonizó la mayor tragedia de la prueba.

En los compases iniciales tras despegar, Train perdió el control de su avión y se precipitó contra el público asistente, con tan mala suerte que, este suceso, causó la muerte de una de las personalidades ilustres que allí se dieron cita, el por entonces ministro francés de Guerra, Maurice Berteaux. Además, el accidente también provocó heridas al presidente del Consejo de Ministros de Francia, Monis. «La catástrofe del raid Madrid-París, tituló entonces ABC en una de sus portadas. Corría el día 22 de mayo de 1911 y la carrera, que únicamente había comenzado, continuó hacia Madrid.

Continuos abandonos

Por suerte, la prueba, de una exigencia mecánica brutal para los primitivos artefactos —tenían que recorrer más de 1.400 kilómetros— no tuvo que contabilizar más pérdidas humanas, aunque muchos de los aviones obligaron a sus pilotos a realizar aterrizajes forzosos. Eso en el peor de los casos. Otros, con más suerte, vieron únicamente cómo sus aeronaves no querían despegar al iniciar alguna de las diversas etapas que jalonaron la prueba.

Con el paso de los días, las ciudades fueron pasando bajo las tripas de las aeronaves, que visitaron —bien desde el aire o con parada para descansar— localidades como San Sebastián o Burgos. Justo desde La Bella Easo partió la tercera etapa, donde la nómina de participantes ya estaba muy mermada. De hecho, sólo tres pilotos consiguieron llegar hasta allí: Védrines, Garros y Gibert, aunque estos dos últimos dejaron la victoria en bandeja al finalmente ganador al no poder llegar hasta Burgos, donde finalizaba esa jornada.

Victoria con intriga

Védrines ya se quedó sólo entonces y únicamente tenía que luchar por mantener su aeronave en el aire para poder hacerse con los 100.000 francos con los que estaba dotado el premio para el ganador. No sin intriga, su avión decidió tener problemas y el aventurero francés tuvo que detenerse en el pueblo burgalés de Quintanapalla, desde donde afrontó el último envite hasta el aeródromo de Getafe, donde además de un enfervorecido público, le esperaba el Rey Alfonso XIII para felicitarle por una gesta que finalmente consiguió tras alrededor de 16 horas efectivas de vuelo.

Y, por si esto no hubiera sido poco, tras llegar a Madrid, el aviador partió en breve hacia París para iniciar su siguiente aventura: otro raid aéreo con destino Roma. Casi nada.

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