El reloj de Sol, siglo y medio dando el Año Nuevo

Cumple 150 años este 2016. Su relojero lo ha puesto a punto para las 12 uvas como cadaño. Lleva haciéndolo 19 «nocheviejas»

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¡Por fin! A Jesús López-Terradas, el maestro que cuida del reloj de la Puerta del Sol desde hace diecinueve años, le hemos sacado el nombre de esta joya. «Siempre será el reloj de Sol pero lo suyo –dice– es llamarle como a su relojero. Y este, por tanto, es el reloj de Losada, el leonés exiliado en Londres que lo donó a la Villa de Madrid en 1866». Echen cuentas. Significa que en el 2016 que está a punto de abrirse camino en el calendario esta pieza única cumplirá 150 años. Un siglo y medio dando las campanadas.

El maestro relojero López-Terradas no da abasto estos días. Pero, como siempre nos obsequia con su sonrisa y su serenidad.

Disfruta. Altas dosis de paciencia para explicar, y dejar constancia, de que el de Losada va como un reloj. «Es un maravilloso aparato de precisión. Y sigue teniendo muy buena salud. Nunca se nos ha puesto malo pues, a su edad, conserva más del noventa por ciento de sus piezas originales», dice Jesús, mientras acaricia la parte que da paso a los cuartos, esos temidos cuartos que a todos nos ponen en guardia para empezar la comilona de uvas.

Todo está listo para la llegada de 2016. Como siempre. Jesús y su equipo –los hermanos Pedro y Santiago Ortiz, sus socios en la relojería Losada de Madrid– han estado pendientes, todo el año, para que el reloj más famoso de Madrid, de España y de medio mundo, esté a punto.

«Nada va a fallar»

«Nada va a fallar», asegura López-Terradas cargadito de razón. Lo sabe bien. Siempre ha sido así. Y si no, se lo calla porque estará solucionado. Este aparato fue construido en Londres en 1865 por el relojero leonés José Rodríguez de Losada que estaba exiliado en la capital de Inglaterra y Reino Unido y que, un año después, se lo regaló al pueblo de Madrid. Su exilio, según algunos historiadores, vino motivado por su participación en una conspiración liberal contra el absolutismo de Fernando VII. Esta pieza única de relojería se inauguró coincidiendo con el cumpleaños de Isabel II.

Siglo y medio después, luce orgulloso encaramado en su templete. Nunca se cansa una de ver sus tripas. El péndulo y las pesas responsables de la sonería de los cuartos y de las horas. O, un piso más arriba, el relucir de martilletes, transmisiones, tornillos y poleas. Y esas cuatro esferas, cada una mirando a un punto fijo: Puerta del Sol, carrera de San Jerónimo, Carretas y Plaza Mayor. En la cima, ya al aire libre, la bola. Es una enorme esfera de latón que, como cada Nochevieja, activa Jesús con sus propias manos. Suerte... y a las uvas.

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