Adolfina Puelloy su hija
Adolfina Puelloy su hija - ABC
Tribunales

Piden 38 años de prisión para el asesino confeso que mató a su mujer y su hija, y las arrojó a un pozo

El acusado, de 32 años, será juzgado hoy por un Jurado Popular de la Audiencia Provincial de Madrid

MADRID Actualizado: Guardar
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La Fiscalía de Madrid solicita 38 años de prisión para Raúl Álvarez, el asesino confeso de su ex pareja Adolfina Puello y la hija de ésta, cuyos cadáveres aparecieron en noviembre de 2014 en un pozo junto a un río en un pequeño municipio de Zamora. El acusado, de 32 años, será juzgado hoy por un Jurado Popular de la Audiencia Provincial de Madrid. Se le acusa de un delito de malos tratos, uno de homicidio, otro de asesinato, los últimos con la agravante de parentesco. Además, se pide una indemnización a los padres de la fallecida de 100.00 euros y otra para los abuelos de la niña de 35.000 euros a cada uno de ellos, informa Efe.

La Policía encontró los cadáveres de sus víctimas en un pozo del pequeño municipio de San Vicente de la Cabeza (Zamora).

Al parecer, el acusado las habría asfixiado y habría tarsladado sus cuerpos hasta la zona donde se hallaron os cadáveres. Ambas fallecidas eran dominicanas. La menor era fruto de una relación anterior de Adolfina Puello con un hombre que falleció también trágicamente en República Dominicana. Fue la abuela paterna, residente en España, la que denunció la desaparición de ambas el 30 de junio de 2014.

Adolfina tenía pensado tomar un vuelo a su país, pero no llegó ni a coger sus maletas de casa. Raúl Álvarez tenía desde hace tres años una relación sentimental con ella y pasaba buena parte del tiempo en la casa de Adolfina, situada en la calle Sancho Panza del barrio madrileño de Vallecas.

La niña tenía 9 años

El escrito de acusación detalla el modo en que el acusado trató durante el tiempo que duró la convivencia de «humillar», «doblegar» y «controlar» a la fallecida, una situación que le llevó a asesinar a la mujer y a su hija y a arrojarlas al interior de un pozo donde fueron encontradas cinco meses después de la muerte de ambas. En 2012, el acusado inició una relación con la víctima de manera que convivían en casa de ella los fines de semana junto a la hija de la fallecida. Desde el principio, Álvarez gritaba insultaba y golpeaba a su pareja. También se mostraba «celoso» y «posesivo», al tiempo que controlaba sus conversaciones en Facebook «y la obligaba a estar continuamente al lado del teléfono para que contestara inmediatamente sus llamadas y whatsapp».

Con un esfuerzo sobrecogedor había logrado ahorrar 20.000 euros y ya tenía casi pagada una casa en Santo Domingo, adonde pensaba regresar algún día.Raúl Álvarez siguió haciendo vida normal tras matar a su ex pareja y la hija de esta sin dar muestras de dolor, nerviosismo o arrepentimiento

La mayoría de las veces repetía sus episodios violentos delante de la menor a quien también golpeaba, gritaba y faltaba el respeto provocando en ambas «un gran terror que les impedía vivir con tranquilidad y libertad». A fin de liberarse en la medida de lo posible del control que ejercía sobre ella, la mujer llegó a guardar en su lugar de trabajo toda la documentación sobre sus cuentas bancarias y documentos personales. Y es que en un cuaderno escribía cartas a Dios «rogándole que alejara al acusado de ella y de su hija, que le sacara de sus vidas porque le tenía miedo por lo mal que las trataba».

La relación duró casi dos años, hasta que entre las 22:38 horas del 29 de junio de 2014 y las 9:00 horas del día siguiente, se produjo una discusión en el domicilio de la mujer en el curso de la cual, «de forma consciente y deliberada», asesinó a la madre y a la hija. Esa misma tarde el acusado trasladó ambos cadáveres en un vehículo de su propiedad hasta la localidad de San Vicente de la Cabeza (Zamora), donde sus padres tenían una casa, y escondió los cuerpos sin vida de su pareja y de su hija en un pozo llamado «la Noria de Abajo» situado a 200 metros de la vivienda.

El 25 de noviembre, tras ser detenido Álvarez y confesar los hechos, los cadáveres fueron recuperados del interior del pozo «donde habían estado sumergidos en agua durante casi cinco meses encontrándose en un avanzado estado de descomposición, lo que impidió determinar de forma exacta del mecanismo que produjo las muertes, pero éstas fueron violentas».

El acusado no logró engañar a la Policía

El pozo de la finca donde han aparecido los restos de las dos víctimas en San Vicente de la Cabeza (Zamora)
El pozo de la finca donde han aparecido los restos de las dos víctimas en San Vicente de la Cabeza (Zamora) - EFE

Raúl Álvarez trató de engañar a la Policía durante la investigación, pero los agentes detectaron las contradicciones en su discurso, lo que permitió dar con los restos de las dos víctimas. El arrestado prestó declaración en dos ocasiones ante los agentes de la Policía Nacional. Los investigadores detectaron la pista del detenido y las dos víctimas el 30 de junio a la altura de Ávila, de camino al norte. A partir de ahí se les perdió el rastro.

Durante el interrogatorio policial los agentes le preguntaron hacía dónde iba aquel día y Raúl Álvarez afirmó que iba a visitar a sus padres a la casa que tienen en el pequeño pueblo zamorano de San Vicente de la Cabeza. Se trata de un municipio cercano a la frontera con Portugal que no llega a 500 habitantes.

Los padres estaban en Madrid

No obstante, a la Policía no le convencieron las explicaciones del que entonces tan sólo era la pareja de la mujer dominicana. Los investigadores comprobaron que los padres del asesino que deberían haber recibido la visita de su hijo estaban en Madrid en esas fechas. Esta y otras contradicciones permitieron seguir avanzando en la investigación hasta que Raúl Álvarez fue detenido y terminó confesando el crimen, pero continuaron las mentiras a la hora de explicar dónde se encontraba su ex pareja y su hija de ésta.

«Trató de engañar a los agentes como en el caso de Marta del Castillo», relató entonces a Europa Press un mando policial conocedor de la investigación. Y es que el detenido aseguró a la Policía que había enterrado los cuerpos en la Dehesa de la Villa, en Madrid. La Policía llegó a buscar sin éxito en esa zona. Para entonces los agentes ya habían activado una segunda línea de investigación que les llevaba a Zamora, el lugar en el que el arrestado dijo que estuvo aquel 30 de junio. Finalmente, fue San Vicente de la Cabeza donde se hallaron los restos mortales de las dos víctimas en el interior de un pozo.

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