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VÍDEO: Así fue la complicada investigación para dar con él.

Perfil psicológicoAsí es el pederasta de Ciudad Lineal: narcisista, perverso y carente de empatía

Tiene un sentimiento elevado de sí mismo, dificultades para asumir responsabilidades y «dificilmente dejará de actuar si no es detenido», según los informes forenses

Madrid Actualizado: Guardar
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Antonio Ángel Ortiz Martínez, de 44 años, el presunto pederasta de Ciudad Lineal, es narcisista, perverso y carece de empatía, es decir, no es capaz de ponerse en el lugar de los demás. Con un elevado concepto de sí mismo y un exagerado culto al cuerpo y a su apariencia, con un rostro «agradable», con el que pretende atraer a sus presas cuando sale a cazar de forma impulsiva, como un león. Siente predilección por niñas con rasgos exóticos y frágiles, especialmente las orientales y de aspecto aniñado.

Así dibujan los informes forenses los rasgos de la personalidad de este sujeto, que está siendo juzgado en la Audiencia Provincial de Madrid, acusado de cuatros agresiones sexuales y otras tantas retencines ilegales cometidas entre septiembre de 2013 y agosto de 2014.

Las víctimas tenían entre 5 y 9 años.

Por estos hechos, el Ministerio Fiscal pide una pena de 77 años de prisión y las acusaciones particulares la elevan hasta los 126 años, al incluir dos tentativas de homicidio en dos pequeñas por exceso de sedacción y las graves lesiones que causó a una de ellas.

Además, los expertos le describen de forma aterradora: tiene dificultades para asumir responsabilidad y, «dificilmente, dejará de actuar», es decir, de cometer abusos sexuales, si no es detenido.

Ortiz, que se negó a declarar en el juicio que quedará el próximo viernes visto para sentencia, proclamó desde el mismo momento en el que fue arrestado (el 24 de septiembre de 2014) su inocencia. «No sé porqué estoy aquí encerrado». Era una pose. No era la primera vez que era detenido por hechos similares. De hecho, estuvo privado de libertad siete años por rapto y agresión sexual a una menor. El presunto pederasta obtuvo el tercer grado en 2006, «por buena conducta», tras haber cumplido las tres cuartas partes de la condena.

«Manipulador, tiene baja tolerancia a la fustración, es incapaz de sentir culpa y se sitúa en posición de víctima»

Una conducta que le hizo repetir el delito a pesar de distinguir perfectamente el bien del mal, según los informes forenses. «Manipulador, solitario, con una imagen de aparente normalidad, tiene baja tolerancia a la frustración y es incapaz de sentir culpa alguna y de aprender de la experiencia, situándose en posición de víctima y con tendencia a externalizar el origen de sus conflictos». Ese es el mostruoso perfil de este sujeto realizado en diciembre de 2014 y que se ha repetido posteriormente.

No está aquejado de enfermedad mental alguna, ya que la pederastia es una desviación de la conducta sexual. Su sangre fría se ha puesto en evidencia durante las sesiones de la vista oral a las que asiste como si fuera testigo y no protagonista y en las que, estirado y sacando pectorales cada vez que se pone en pie, mira siempre hacia la magistrada como un hijo buscando la aprobación de su madre, consciente de que preside el tribunal que le juzga. Había estado casado y tenía dos hijos. Ninguno quiere saber nada de él. Solo su familia por parte materna.

Desde los primeros momentos los investigadores le consideraron un pederasta no prefencial, que actuaba por impulso, que no cuidaba los detalles y que tenía acceso a un piso, el de su progenitora. «Tuvo mucha suerte y fue perfeccionando su modo de operar a raíz de las publicaciones de los medios de comunicación», explicaba un experto policial. Aludía al móvil que comenzó a apagar para que no le situara en la escena del crimen.

El informe realizado por los especialistas policiales en análisis de conducta de agresores sexuales, uno de cuyos miembros testificó esta semana durante el juicio, describió al pederasta «con parafilias muy marcadas instauradas en su personalidad, decidido e imprudente cuando la pusión sexual le llevaba a elegir a una víctima» y que podría haber sufrido abusos sexuales durante su infancia.

«Habrá más abusos y cada vez más graves»

«Habrá más agresiones y cada vez serán más graves». Esa era una de las grandes preocupaciones de los investigadores, que temían que acabara asesinando a las pequeñas. Además, le dibujan como tranquilo y con un empleo que le deja libres martes y jueves. No en círculos de pederastia, que vive en soledad aunque consulta contenidos sexuales», indicaban los sucesivos estudios sobre su conducta.

En contra de lo habitual en este tipo de abusos, que se cometen en en entorno de la víctima, Ortiz las raptaba y las liberaba después, lo que denotaba un rasgo de mayor violencia. Con ello, más que placer sexual buscaría el dominio y el poder sobre las pequeñas.

Su «modus operandi» y la forma en la que abordaba a las niñas, mediante engaños, condujo a los investigadores a determinar que se trataba de un único autor. En este sentido, cabe subrayar que las sedaba con benzodiazepinas y luego las duchaba. Esa era su firma de autor.

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