Parroquia de la Virgen de la Paloma: la devoción del corazón castizo

La iglesia, incendiada durante la Guerra Civil, representa el espíritu del Madrid más generoso

Exterior de la iglesia de la Paloma DE SAN BERNARDO

FRANCISCO SERRANO OCEJA

En Madrid, lo que no es historia es leyenda. Y lo que no se convierte en historia, se aferra a la leyenda. La Virgen de la Paloma es historia y también leyenda. «La devoción a la Virgen de la Paloma es la devoción incluso de los no creyentes, de los no practicantes, a través de sus familias, de abuelos a padres e hijos. Se ha ganado el corazón de los madrileños , por ser popular, porque cambia la vida de las personas», comenta el joven párroco Gabriel Benedicto Casanova, que está acompañado por los sacerdotes Moisés León Lezcano y Felipe de la Vega.

La historia nos lleva al corazón de un Madrid castizo, hogar, calor, color y verbena. 15 de agosto, en plena canícula, la arteria de salida de Madrid se vuelve romería . Un Madrid de plegarias, llantos, abrazos y rodillas clavadas en el sufrimiento de la vida. Un Madrid de madres gestantes, que al nacer sus benditas criaturas venían a la Virgen de la Paloma, en la parroquia de la Virgen de la Paloma y San Pedro el Real, calle de la Paloma, 1, a ofrecer el fruto de la vida.

Dicen las crónicas del marqués de Casa García del Postigo, «resulta que la expresada Isabel Tintero, mujer de Diego Charco, de ejercicio cochero, viendo a principios de 1787 que unos muchachos llevaran arrastrando como por juguete un lienzo de Ntra. Sra. de la Soledad. Lo arrebató de las manos de aquellos, lo hizo retocar y lo colocó en marzo del propio año en el portal de su misma casa . Y esmerándose en su culto, le ha promovido con tanto fervor que ha conseguido extender su particular devoción». Curiosas interpretaciones sobre la autoría del cuadro , que si de Alonso Cano, que si la descabellada idea de que representa a una monja burgalesa. Copia parece ser de la imagen de Gaspar Becerra para el convento de los Mínimos de la calle de la Victoria.

La fama llegó a Palacio. Allí la Reina María Luisa encomendó a la Virgen su hijo, el príncipe Fernando, enfermo de escorbuto. Sanación y relación con la Casa Real hasta nuestros días. En 1795 se concluyó la primera capilla, obra de Francisco Sánchez. Y, después de una azarosa historia de reorganización parroquial, se levantó el templo de hoy con planos de Lorenzo Álvarez Capra y Dimas Rodríguez Izquierdo, dadas por concluidas las obras en 1912 . En 1939 se organizó una famosa corrida de toros para colaborar en la reconstrucción de la iglesia, incendiada durante la Guerra Civil.

Hoy la comunidad parroquial , -quizá se pueda decir que desde los tiempos del que fuera inquieto párroco, don Jesús Higueras-, es un bullicio de fe y de esperanza con 18 comunidades neo-catecumenales, 800 hermanos que son la primera y fiel avanzadilla evangelizadora de una parroquia que ha dado 25 misioneros a la Iglesia.

Ayudas sociales y bolsa de empleo

Don Jesús Higueras, cura postconciliar, se preguntó cómo transmitir la fe a una sociedad en cambio acelerado. Anduvo por los Cursillos de Cristiandad hasta que la hermana Virginia le habló de una reunión con Kiko Argüello en Majadahonda. Ahí comenzó la historia de la predicación en esa parroquia y de la presencia de un Camino de Iglesia en una comunidad emblemática. No es frecuente, confiesa el párroco, tener una materia prima como esta en las parroquias del centro de Madrid.

El proyecto de Cáritas es pura vida, como la ayuda del Banco de Alimentos, las visitas domiciliarias, la atención a mayores y a personas en riesgo de exclusión. Una parroquia generosa con un presupuesto de 10.000 euros al mes para ayudas sociales. También hay bolsa de empleo. Este verano ha funcionado un campamento urbano, además de un proyecto escolar que atiende a 24 niños.

Anejas a la parroquia están el Colegio de la Fundación Lara, encomendado a los Hermanos de La Salle, y una Residencia de Ancianos. Trabajan en esa zona las Misioneras Oblatas de María Inmaculada. Una parroquia orgullosa de su historia . Y del ejemplo de los sacerdotes que fueron suyos, Andrés Rodríguez Perdiguero y José Bermúdez Tomé, camino de los altares, mártires de la persecución religiosa en la España contemporánea.

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