Parroquia San Miguel en Carabanchel: Foco de caridad y alma de servicio

La iglesia se encarga de cubrir todas las necesidades de medio centenar de familias con escasos recursos

Madrid Actualizado: Guardar
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No hay párroco sin parroquia, ni parroquia sin párroco. Bueno, tampoco se trata ahora de entrar en disquisiciones canónicas, que para esto está el Manzanares. Perdón, no el río, sino el grueso volumen de la BAC sobre el Derecho parroquial de mi recordado profesor don Julio Manzanares. Pero la protagonista del arranque de esta historia es la secretaria de la parroquia, doña Josefa Lázaro, –Pepita–, de mirada certera que todo lo sabe y lo calla.

Lleva setenta años trabajando en sagrado. Me recibió en la ventanilla de la razón administrativa y cuando me presenté dijo, haciéndome la radiografía con un rictus de resignada compasión, «uf, un periodista». De ABC, a quien quería conocer era al señor Rubido. Y después me dio, quizá para compensar, un libro titulado «Con motivo del centenario del templo de San Miguel puedes conocer mejor tu parroquia (1912-2012)», escrito por ella, en el que leo nada más abrir la primera página: «Era yo niña cuando empecé como alumna en el Colegio Parroquial.

Aprendí a coser en el Taller de Mariquita Pérez. Después han sido muchos años colaborando con la parroquia en las horas libres de mis estudios y en el trabajo que me pedían. He formado parte de la Junta Parroquial, Consejos parroquiales, Junta económica, Acción Católica y Coro. Desde hace años estoy en el despacho parroquial». La vida de la parroquia es también la vida de doña Pepita. La mujer en la Iglesia. Por ella.

Es hora de que el párroco, José Andrés Silva Martín, me coja por el brazo y me lleve a dar un paseo por el templo. De fácil conversación, creativo en sus argumentos y en su pastoral, este sacerdote ha pensado enseñarme la parroquia como si fuera un parque temático de trascendencia. Y se lo agradezco. No hay ciencia sin método ni experiencia. Se cuenta que la parroquia de San Miguel Arcángel (calle General Ricardos, 21), hoy en Carabanchel, estuvo revoloteando por los orígenes del viejo Madrid. Es hija y heredera de uno de los templos más señeros de nuestra historia, san Miguel de los Octoes. Me habla don José Andrés de la conquista de Madrid, de Alfonso VI, del arzobispo de Toledo, don Bernardo de Ajén, del Concilio de Trento y de la bula de fundación de la Iglesia de San Miguel de los Octoes, establecida en lo que era la plaza de San Miguel, junto a la Puerta de Guadalajara, cerveza en ristre. Octoes, homenaje a un rico hacendado que tenía ocho hijos y junto con su esposa fue enterrado en la capilla mayor de la otrora parroquia. Templo arrasado por el fuego, venido a ruinas y demolido definitivamente por José Bonaparte. Hermandad de algo más que sangre con la Basílica de San Miguel, de la calle San Justo por ser antes, y no sé si ahora, de los santos Justo y Pastor. Parroquia la nuestra, errante y viajera hasta que llegó a recalar en el antiguo camino de Carabanchel, hoy calle General Ricardos, en el lugar de una ermita que pudo ser la de San Dámaso.

Primer templo reconstruido

La parroquia de Carabanchel, que es como la parroquia de un pueblo que se ha extendido a lo largo del río de la vida, es la historia de la población. Se ha caracterizado por los sacerdotes que la han atendido, acabada la Guerra Civil, cuando fue casi derruida y utilizada como checa; allá cuando vistieron de miliciano la imagen del Arcángel San Miguel del retablo mayor, que por eso se salvó. Luego vino como párroco Pedro Martínez Pardo. Fue, por cierto, el primer templo reconstruido en Madrid por Regiones Devastadas. Le sucedieron Eugenio Marín Pascual, Carlos Martín Fernández y José Aurelio Martín Jiménez. Por allí anduvieron curitas como el que es hoy arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez Plaza, inquieto animador de esta comunidad.

Ahora, ayudan en las labores apostólicas al párroco, como vicario, Miguel Ángel Torrente, que tiene una mano especial para trabajar con jóvenes, y los sacerdotes adscritos, Juan Francisco Jiménez Santos y el Padre Enrique González, el de la casa de los pobres, el santo peregrino, que celebra una misa de ocho los domingos que se llena. También está el sacerdote angoleño Alcino Enrique, estudiante de grados mayores. Me encuentro un diácono permanente, Fausto Martín Sánchez, hombre de probada bonhomía. Todos han sido, y son, padres para un pueblo, auxilio, mano tendida, paño de lágrimas, promotores sociales, líderes espirituales. Cuentan que cuando eran promocionados a parroquias de más centro, no se olvidaban de su Carabanchel.

17.000 fieles censados, 2.000 que asisten todos los domingos a misa, proporción más que áurea. Grupos y más grupos. Acción Católica, de la de siempre y de la de ahora; Vida Ascendente; Catecumenado de adultos; Catequistas para ese centenar de niños; Consejo pastoral parroquial y Consejo económico, que los números de la parroquia son humildes pero dignos. El párroco, don José Andrés, lamenta que las bodas han bajado de forma escandalosa. La mayoría de los bautizos, son hijos de inmigrantes latinos. Diez cada mes, más o menos.

La parroquia de San Miguel Arcángel de Carabanchel es hoy un hervidero de caridad en un barrio que tiene una columna vertebral que ha sufrido un profundo cambio sociológico, la pauperización de un sector social. Si por algo se caracteriza, es por el comercio. Detrás de las bambalinas encontramos con un barrio lleno de los colores de la emigración.

La caridad de la parroquia atiende las necesidades de las familias inmigrantes. Son más de medio centenar las familias que lo reciben todo de la larga mano de la Iglesia, incluso la atención a los niños que no siempre son atendidos en el núcleo familiar. Pero la dedicación más urgente es la pastoral de la soledad, el acompañamiento a una población que escala puestos en la pirámide de la vida. La historia de la parroquia es la historia del pueblo. Como reza la inscripción del presbiterio, también el Ángel Miguel tocó aquí la trompeta (Apoc. 11, 15-19).

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