Una vista general de la parroquia que ha cumplido 50 años
Una vista general de la parroquia que ha cumplido 50 años
Nuestra Señora del Rosario de Filipinas

Nuestra Señora de Rosario de Filipinas: un templo de fe a escala humana

Todos los días se dan los desayunos de «San Martín de Porres», se atiende a enfermos y se reparte comida a los necesitados

Madrid Actualizado: Guardar
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«Padre Carlos, entiendo aquello de que la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular, que dice el salmo. Entiendo aquel "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Pero, el cemento, ¿cómo se vive la fe en un templo de cemento y solo cemento, gris, bruto, armado, plano, sin matices, sin aristas?».

El padre Carlos Recas Mora, párroco de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas –Calle Conde de Peñalver 40–, un misionero donde los haya, me miró con cierta conmiseración: «La pura fe, la sola fe. La fe y la palabra, predicada, oída, la fe que se transmite por el oído, lo que dice el apóstol: "Fides ex auditu". Y al final, chico, uno se acostumbra a todo».

«Pero, perdone que le insista, la fe, ¿y las obras?».

Por más que le doy vueltas a la relación entre este templo de cemento, obra de los arquitectos Alberto Bogliachini, José Oreggioni, discípulos de Le Corbusier, y de Cecilio Sánchez-Robles Tarín, y la Suma Teológica de Santo Tomás, «prima pars», «secundae», «tertia», no acabo de encontrar las similitudes. Arquitectura religiosa y arquitectura especulativa. Bueno, sí, si me paro a pensar, hay un pequeño resquicio. Me dice el padre Carlos que este edificio es un alarde de técnica arquitectónica y armonía de bloques de cemento bruto, «brutalismo» llaman los entendidos a este estilo, volumen general a escala humana, que se toca con la mano, lo vertical y lo horizontal, líneas y curvas, austeridad y claridad formal.

Fraternidades

De la oscuridad de la entrada a la luz natural del presbiterio. Ahí está la clave, penetrar desde los grises de la vida, ni negro puro, ni blanco puro, a través de las puertas de Cecilio Sánchez-Robles que representan el bautismo, camino de la resurrección. Con la razón enfangada, la razón moderna de Adorno y Horkheimer, hacia la razón purificada del Aquinate, razón y fe, de la naturaleza del Dios uno y trino a la gracia sacramental. Cuando Santo Tomás tuvo la visión de la gracia, el encuentro místico con Cristo, ¿dónde quedó lo escrito? Hay que pasar algún tiempo sentado en el templo de Nuestra Señora del Rosario para desentrañar ese secreto de las razones del corazón que la inteligencia no posee.

Aún hoy algunos añoran el templo de estilo neogótico de tres naves, obra del arquitecto Carlos de Luque, patrocinado por la Marquesa de Lapilla y de Monesterio, Águeda de Martorell y Fivaller, cuya primera piedra bendijo el último obispo de los dominicos de Filipinas, el obispo Nozaleda, un 22 de julio de 1912. Los secretos de esta parroquia nos son desvelados por el párroco, que está acompañado por fray Ticiano Vara y fray Pedro Juan Alonso, con nombramientos canónicos, y por una fraternidad, que las comunidades de religiosos son fraternidades, en la que viven y ayudan a la parroquia: fray Domingo Marcos, fray Teodoro García, fray Pablo Granado, fray Vicente Sierra y fray Serafín Monasterio. Todos ellos miembros de la singular Provincia de la Orden de los Predicadores, Nuestra Señora del Rosario, que es misionera y que tiene a su provincial en Oriente, en Hong-Kong: el padre Javier González Izquierdo.

Fueron su antepasados, los que fundaron, por ejemplo, la Universidad Santo Tomás de Manila y los que evangelizaron allí. Y también los que murieron mártires en la persecución religiosa de los inicios del siglo XX en España. Porque como dijo monseñor Martínez Camino, obispo auxiliar que no auxiliado, en su homilía de la reciente visita con motivo del 800 aniversario de la Orden de Predicadores y de los 50 años de la parroquia, «de los seis que formaban la primera comunidad de 1921, tres acabarían dando el supremo testimonio de amor y libertad y fueron beatificados en 2007: el superior, beato Buenaventura García Paredes, el beato Manuel Álvarez Álvarez y el beato José Luis Palacio Muñiz. Los tres, de la gran cantera asturiana de frailes predicadores. Otro de ellos todavía no ha sido beatificado, pero también moriría mártir en Ocaña: fray José Mira Lloret». A los que hay que sumar, por cierto, otros siete de los que vivían en esa comunidad en el año 1936.

Por sus obras...

La palabra del Papa Francisco es alargada. Y en esta parroquia se la han tomado en serio. «Los desayunos de Martín de Porres». Todos los días de la semana, de 10 a 11 horas, más de medio centenar de personas entran sigilosamente por la puerta del templo para desayunar en los locales parroquiales. Un grupo de más de una veintena de voluntarios se encarga de esa labor y de hacer que se lleven un bocadillo. La generosidad de algunas empresas y de los fieles del barrio hace posible ese milagro. Quienes allí acuden se sienten como en familia. Desayuno e higiene, ambas necesarias y complementarias. La parroquia, pan para el camino de la vida. Cáritas parroquial atiende un ropero mensual, con una magnífica organización de recogida, selección y entrega de ropa, y también se dedica a que no les falte lo necesario a una treintena de familias.

En la vida de la parroquia hay que destacar los grupos de Legión de María; las reuniones de Acatema; las de la asociación cultural de aulas de la Tercera Edad y las de Tercera Orden de los Dominicos. Además de la proyectada escuela de catequistas, atienden a enfermos y a los 200 niños de catequesis, muchos de ellos provenientes del vecino colegio Calasancio, entre otros.

Pocos bautizos y bodas, aquí lo que abunda es el trabajo de expedientes administrativos, ya sabemos, la burocracia. Y, sobre todo, en la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas, junto con esa cadena ininterrumpida de ave marías, la predicación, la fe que se hace palabra, cuidada, litúrgicamente celebrada, que resuena, tiene eco, en un templo de mucho más que cemento. Se lo puedo asegurar.

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