ISABEL PERMUY

La Navidad empieza en el centro de Madrid

La cola de Doña Manolita y el alumbrado de adorno anticipan los días de fiesta

Madrid Actualizado: Guardar
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Hay unas vísperas de después, en la Navidad, que empiezan o acaban en la cuesta de enero. Y hay unas vísperas de las vísperas navideñas, que son las que estamos viviendo ahora, cuando ya se ha instalado la iluminación de costumbre, y ya crece una cola de empaque en Doña Manolita, por ahí por la calle del Carmen. La Navidad empieza en Sol. La iluminación instalada aún no ilumina, naturalmente, pero ya pone en el cielo esa vértebra de mucha bombilla que es, en la órbita de la Puerta del Sol, sobre todo, un recuerdo que la ciudad tiene de sí misma, y que nunca se borra.

La Navidad, abreviando, es una bacanal de bombillas, y el anuncio de la lotería.

La sede de Doña Manolita ya tiene la preceptiva cola bulliciosa, esa cola incalculable que van pautando unos guardias de mucho chaleco, por tramos de la cola, para que el gentío se reordene. Algunas valquirias turistas de la zona se sospechan que es la cola del INEM, pero no, obviamente. Viene el personal desde provincias, en estos fines de semana, a pillar los décimos soñados, y luego a pasear por la Gran Vía, que queda ahí mismo, y que ya no es una calle de cines históricos sino de tiendas de pijamas.

En la Gran Vía ya han puesto también todo el andamiaje de bombillas, que se iluminará pronto, poniendo en la gran calle esa cosa cinematográfica y neoyorkina que tiene ahí la Navidad, entre el frío y el neón. La cola de Doña Manolita lleva semanas, y es siempre la misma cola creciente, sólo que cambiando los particulares. Parece que es una cola de figuración, ésta de Doña Manolita, una cola promocional para reunir mayor clientela, pero no, la cola es la clientela misma, que se lleva sus décimos prestigiosos de este despacho, donde parece que la suerte insiste, con los años.

Por Callao ya está montado todo el entorchado propio de los días que vienen, porque la Navidad no se improvisa. Estamos a un rato de que en la misma Puerta del Sol levanten toda la osamenta del gran árbol navideño que ponen a presidir el sitio, durante las fechas precisas de Navidad en diciembre. Le veremos la entraña al gran árbol, mañana, o pasado mañana, durante el día, si paseamos, como un gigante a medio hacer que, luego, en la noche, se iluminará, con contento de colores. De día, el árbol es una marabunta de alambres, y de noche es un entresoñado prodigio, como una lámpara de desmesura en los cielos sólidos de la ciudad. Tenemos a la vista, de día, el alma del cableado de la Navidad, ese mismo que luego, con la noche, inventará una imaginación de la iluminación misma, un techo de fantasía sobre el cielo sentimental de un nuevo invierno. El de siempre, en vísperas de las vísperas.

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