Mafias de okupas atemorizan a cientos de vecinos en Vallecas

Están en el PAU, donde han ido traficantes de la Cañada Real. La convivencia se ha hecho insostenible

MADRID Actualizado: Guardar
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«Quien puede hacerlo se marcha y quien no, no tiene más remedio que aguantar y vivir con miedo. Esta situación es insoportable y como las administraciones no hagan nada esto se va a convertir en un territorio comanche, en las tres mil viviendas de Sevilla».

Eso afirman un puñado de vecinos residentes en el PAU de Vallecas, en la zona del Ensanche Este, que han visto como, desde hace año y medio aproximadamente, la situación en sus inmuebles se ha ido deteriorando a medida que las mafias de okupas han ido ganando posiciones e introduciéndose de forma ilegal en las viviendas. Tan atemorizados están, que prefieren omitir y sus calles. Así lo aseguran, Ana, María, Paco, Pepe y Jesús (nombres ficticios).

Todos coinciden en señalar el origen del problema. «Llegamos aquí con toda la ilusión del mundo. Fuimos adjudicatarios del pisos propiedad del Instituto de la Vivienda de Madrid (IVIMA), hace unos 7 u 8 años en plena burbuja inmobiliaria, la mayoría para menores de 35 años y otros para personas sin recursos. Después, este organismo vendió las viviendas a fondos buitres, en nuestro caso a Encasa Cibeles y comenzaron a entrar los okupas». Son más de 200 los pisos que aglutinan a los inquilinos conflictivos. Están en las calles de Antonio Gades, la corrala del Embalse del Vellón, Navacerrada o la de Eduardo Chillida, un enorme cuadrado similar al ruedo de la M-30. «Las mafias se encargan hacer los enganches en las casas vacías de la luz, el agua, el gas por entre 50 y 100 euros. Además, cambian la cerradura por precios que rondan entre los 1.500 y los 2.000 euros». Eso dice Pepe.

Hay bloques enteros convertidos en «paraísos okupas» donde se han mudado traficantes de la Cañada Real, al calor de los cuales acuden toxicómanos a por su dosis y se realizan los consabidos trapicheos. No faltan las reyertas por la invasión del territorio entre clanes con disparos incluidos, explican, junto a la presidenta de la Asociación de Vecinos del Ensanche de Vallecas, Rosa María Pérez. Los toxicómanos acuden hasta el Metro de Valdecarros, en donde se refugian del calor y de frío ante la presión ejercida con las cundas, y dejan las jeringuillas en los parques públicos o en el suelo, con el consiguiente peligro para los niños, «como en los años 80».

A todo ello hay que añadir el ruido y el escándalo que provocan estos nuevos vecinos, especialmente por la noche; las carreras y los derrapes de coches; los robos a los comerciantes de la zona, y los graves problemas de convivencia que provocan entre los vecinos legales, obligados a soportar su incivismo y la inseguridad: destrozan elementos comunes; arrojan todo tipo de objetos por las ventanas; la basura la depositan en cualquier lugar... «En algunos portales al estar los buzones destrozados Correos ha puesto carteles para que vayamos a recogerla a la oficina», dice Pepe, de la Asociación del Ensanche de Vallecas Este (AEVE), creada para reclamar el desahucio de estos habitantes, todos ellos de raza gitana. Encasa Cibeles ha puesto vigilantes de esa raza, pero no ha mejorado la situación. «Parece que ha sido peor el remedio...»

En tratamiento psiquiátrico

«Te sientes intimidado y controlado. Las amenazas son veladas y sutiles, no explícitas. No puedes aparcar el coche en el garaje porque te roban, te rompen los cristales o te lo rayan. Lo tenemos que dejar en la calle y alejado. Cada dos por tres destrozan los telefonillos, por lo que tienes que bajar a la calle a abrir: conocen a tus amigos, familiares, etc». agrega Manuela. «Y, si se te ocurre decirles algo con educación, no una queja o un reproche, simplemente algo tan simple como que arrojen la basura en los cubos, te amenazan, a mí me hicieron un gesto de cortarme el cuello».

Ana indica que hay edificios en Eduardo Chillida que ni siquiera tienen agua, ya que la paga la comunidad. «Yo me voy a ir en mayo». Hay quienes están en tratamiento psiquiátrico por la situación que están padeciendo, asevera Pepe. «Hemos recogido más de 1.500 firma y las hemos presentado a la Junta Municipal». Paco dice que la semana pasada pusieron cámaras en algunos edificios pero no da resultado: «Lo único efectivo es que les sorprendan delinquiendo y que les desahucien».

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