La plaza del Conde de Miranda; al lado, una tortura de la Inquisición a una mujer
La plaza del Conde de Miranda; al lado, una tortura de la Inquisición a una mujer - ABC
Curiosidades de Madrid

La leyenda de la plaza del Conde de Miranda y las biblias forradas con piel de niños

La Inquisición intervino con toda su fuerza a mediados del siglo XVIII por un suceso sin igual en la Villa de Madrid

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La Villa de Madrid en el siglo XVIII, a caballo entre la ignorancia y la superstición, es una fuente de cuentos y leyendas. Este pasaje tiene que ver con una de las historias que, presuntamente, tuvieron lugar en la época y de cómo la Inquisición demostró su poder. Si bien no hay documentos que certifiquen esta crónica más allá de la transmisión popular. Dicen estos escritos que en la plaza del Conde de Miranda, a unos pasos de sus homólogas de la Villa y Mayor, se produjo la detención de una mujer que atormentó la ciudad por sus aparentes prácticas impías.

La plaza es en la actualidad un espacio sereno y agradable, apartado del bullicio inmediato y enclavada en el corazón del viejo Madrid.

Su consideración contemporánea, sin embargo, dista mucho de este suceso. Dice la leyenda negra de la Villa que a mediados del XVIII una vendedora de biblias se hizo enormemente famosa en la zona. Aunque cada ejemplar era extremadamente caro, era difícil encontrar a alguien que no comprara o quisiera comprar uno de estos libros sagrados. La explicación, reflejo de la idiosincrasia de aquella sociedad, era que poseía condiciones milagrosas. Quien tuviera una de estas biblias sería dichoso hasta los restos, hasta el punto de que que tenía propiedades curativas y, como una suerte de lámpara, concedía deseos a su propietario.

Sea como fuere, lo cierto es que la buena fama de estas biblias pronto dio un giro radical. Acaso por envidias o competencias, comenzó a extenderse la creencia de que no solo es que no tuviera tintes divinos, sino todo lo contrario. Estaban malditas. Y para apuntalar la teoría se dijo que el forro que revestía los ejemplares estaba hecho a base de pieles de niños muertos. Era la propia mujer quien, supuestamente, acudía a los cementerios para arrancar la piel de los pequeños recientemente fallecidos. El bulo (o verdad) surtió efecto y fue perseguida hasta que se dio con ella. La Santa Inquisición la encontró en la plaza del Conde de Miranda y la condenó a muerte. Aunque, efectivamente, no hay constancia del castigo que se le impuso, no es descabellado pensar en los horrores a los que fue sometida, dada la fama del tribunal.

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