Incendio en los Almacenes Arias: 30 años de la tragedia

Doce ramos recuerdan a los diez «soldados sin ejército que galopaban entre las llamas» y que murieron sepultados bajo los escombros del edifico

Los bomberos colocan las rosas en la placa que recuerda a los diez profesionales fallecidos en el incendio de los Almacenes Arias el 5 de septiembre de 1987 MAYA BALANYÀ

M. R. DOMINGO

Durante la madrugada del 4 al 5 de septiembre de 1897, el techo de los conocidos Almacenes Arias , en la calle de Montera , se venció tras intensas horas de combate contra las llamas que asolaron el edificio. Eran las 2.45 horas. El incendio parecía extinguido cuando el desplome sorprendió a diez bomberos que aún trabajaban en su interior. En medio de la tragedia y el desconcierto, todas las fuerzas se unieron con el mismo fin: rescatar sus cuerpos. Una cadena humana retiró a mano los cascotes; los empleados de la cafetería Lucky, frente al edificio abrasado, distribuyeron gratis 300 litros de leche y centenares de bocadillos; y decenas de bomberos, pese a estar exhaustos tras 20 horas de trabajo, se negaron a ser relevados. Hasta cuatro días se necesitaron para lograr rescatar de entre los cascotes el último de los diez cadáveres.

Bomberos municipales , familiares y representantes de todos los grupos políticos del Ayuntamiento de la capital recordaron ayer a los diez «héroes» que fallecieron hace ahora 30 años en acto de servicio. El delegado de Salud, Seguridad y Emergencias, Javier Barbero, destacó «los valores de la entrega, la solidaridad, y el estar al pie del cañón ante las dificultades que pueden producirse en esta ciudad». Un sentimiento de «unión» que también remarcaron la alcaldesa en funciones, Marta Higueras , y los ediles Inmaculada Sanz (PP), Ramón Silva (PSOE), y Ana María Domínguez (Cs).

Los Almacenes Arias ya habían padecido otro gran incendio en enero de 1964. Fue uno de los fuegos de mayores proporciones registrados en Madrid desde la Guerra Civil . No hubo víctimas, pero ardieron las cinco plantas y dos sótanos del inmueble. Salvo la estructura metálica, hubo que reconstruirlo todo. Sin embargo, aquella noche de 1987, el fuego no tuvo piedad y segó la vida de una decena de profesionales.

Doce ramos de diez rosas, uno por cada parque de bomberos, recordaron ayer a estos «soldados sin ejército que galopaban entre llamas» . «Aún echamos de menos a quienes se fueron sin equipaje, de madrugada y con lo puesto, sin rencor, ni ira ni remordimiento a cambio de cariño y esmero», afirmó el que ahora es suboficial jefe de área, Emeterio García, que hace tres décadas estaba destinado en el parque 5, el de Santa María de la Cabeza. «Querían llegar antes pero que se fueron los primeros», reza el poema que recitó ayer el suboficial. Un fatídico suceso que no olvidan los que lo vivieron y que marcó un punto de inflexión en la gestión de las emergencias.

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