La Gran Vía semidesértica, en la mañana de ayer
La Gran Vía semidesértica, en la mañana de ayer - DE SAN BERNARDO

Diario de un conductor desesperado por el cierre al tráfico de la Gran Vía

Un redactor de ABC pone a prueba las inconveniencias de cerrar la circulación en tres ejes principales del centro

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Pasadas 24 horas tras el inicio de la restricción al tráfico privado en la Gran Vía y las calles de Atocha y Mayor, ABC quiso comprobar «in situ» el balance que deja la medida tomada por el Gobierno de Manuela Carmena. Si el pasado viernes a partir de las 17 horas la situación tornó en caos, ayer la principal sensación en el centro fue de desconcierto total. Por la mañana, una estampa desértica; por la tarde, un barullo de improvisación.

Primer filtro en Cibeles

Un reguero de coches forma por la mañana una montonera en la entrada de Recoletos a la plaza de Cibeles. Dentro de la rotonda, dos vallas y tres agentes de Movilidad marcan el primer control de acceso: «¿Dónde van ustedes?».

Sin apenas explicaciones, penetramos en la calle de Alcalá. Medio kilómetro más arriba, al inicio de la Gran Vía, una segunda criba parece salir al paso. Pero nada más lejos de la realidad. En esta ocasión, ninguno de los agentes cuestiona el motivo de la visita.

Entrada en la Gran Vía

En la subida hacia la plaza del Callao, los carriles peatonales habilitados están desiertos, las aceras a medio llenar y la menguante calzada deja una hilera de coches atrapados, taxis en su gran mayoría. «Menudo circo, vaya idea de niños han tenido», exclama uno de los taxistas. Una pila de vallas, unidas entre sí por un par de tiras de plástico, marcan el límite de las «zonas peatonales». «¿Tú crees que esto da seguridad? Normal que por aquí no vaya casi nadie», advierte un transeúnte que prefiere seguir por la acera.

DE SAN BERNARDO
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Trabas a los transportistas

Frente al Palacio de la Prensa, varios agentes rodean a un transportista para pedirle el permiso. El límite para los repartidores, entre las 23 y las 11 horas, ya ha cumplido, hecho que trae de cabeza a varios establecimientos de restauración. «El que trae las empanadas llamó esta mañana para advertir de que, si llega tarde y no le dejan pasar, se vuelve. Como todos hagan lo mismo, nos quedamos sin nada que vender», critica la dueña de un supermercado. Otros sí han podido reponer, aunque no de la manera habitual. «Hemos tenido que descargar cuatro calles más abajo y traer a mano toda la mercancía», protesta el encargado de una cafetería.

Calles vacías a mediodía

Cumplida la primera mitad del trayecto, la imagen de la Gran Vía es más propia de una calle fantasma que de la zona turística más emblemática de Madrid. El trasiego de gente no concuerda con las optimistas previsiones de los comerciantes, ante el «macropuente de oro» que había regalado el calendario. Dirección Plaza de España, decidimos entrar al parking de Mostenses. La puerta está despejada y su encargado confirma que «en un día como hoy que debería estar a reventar, hay 160 plazas libres». La ocupación máxima es de 351.

DE SAN BERNARDO
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Acceso a la Calle Mayor

Después de comer, la siguiente parada es la Calle Mayor, otra de las arterias cortadas. Al llegar, la sorpresa es máxima. Ningún agente detiene el vehículo y, sin ni siquiera bajar la ventanilla, entramos desde la calle de Bailén rumbo al aparcamiento privado de la Plaza Mayor. «Tenemos 690 plazas y ahora mismo 200 están sin ocupar. Es un desastre porque, por estas fechas, siempre lo teníamos lleno», explica el vigilante. La pérdida de ingresos diarios ronda los 10.000 euros.

Primeras aglomeraciones

A partir de las 18 horas, coincidiendo con el final del partido Barcelona-Real Madrid, la almendra central empieza por fin a llenarse de gente. Una vez comprobado que el ingreso por Atocha es prácticamente imposible, la mejor decisión es regresar al punto de partida. A pesar de que en Cibeles resulta ahora más costoso entrar, logramos de nuevo circular por la Gran Vía. La magnitud de los atascos provoca la indignación de varios conductores. «Estamos parados, con el gasto de combustible que supone, y encima nos damos codazos por coger a los pocos clientes que hay», relata otro taxista, que no entiende cómo Carmena «es capaz de provocar algo así».

Seguridad en entredicho

Las zonas con mayor presencia de peatones son el enlace entre las calles de Fuencarral y Montera y el paso a la altura de Callao. Las aceras están a rebosar y las áreas acotadas hacen las veces de vía de escape. No obstante, la falta de indicaciones desemboca en situaciones de peligro en torno a las paradas operativas de autobús. Numerosas personas saltan o bordean por el lado de la calzada las vallas que intercalan los espacios peatonales para permitir a los autobuses recoger viajeros. «El problema es que hay tramos para caminar que son ridículos», confiesa un hombre, a pocos metros de los turismos en marcha.

MAYA BALANYA
MAYA BALANYA

Menor número de ventas

En contra de lo previsto, las tiendas de la zona no presentan una mayor facturación. «Desde que empezó el corte entran menos clientes», remarca el dependiente de una tienda de alimentación. «Es pronto para decirlo, pero hasta ahora las ventas son menores», suscribe otro, en un establecimiento de souvenirs. En la misma línea, la encargada de una perfumería avisa de que lo peor de todo «ya no es lo que nos pueda afectar», sino «la imagen que estamos dando» a los visitantes: «Los turistas entran y preguntan por qué la ciudad está tan sucia. Que si estamos permanentemente en obras».

Manifestación radical

Para más inri, una marcha de la izquierda radical sorprende a paseantes y conductores poco después de las 19 horas. Cientos de personas, al grito de «¡Alfon libertad!», «La lucha es el único camino» o «Amnistía para los presos», y provistas de banderas republicanas, anarquistas y de Izquierda Castellana, el brazo político del autodenominado antifascismo, invaden el carril disponible para los vehículos en el sentido Plaza de España-Cibeles. «A quién se le ocurre poner una manifestación con la que hay montada», comenta, atónita, una mujer recién llegada desde Cantabria.

MAYA BALANYA
MAYA BALANYA

El trasiego disminuye

Entrada la noche, los viandantes abandonan el centro y el silencio vuelve a ser la tónica reinante. Los hoteles, con una ocupación cercana al 90%, acogen a miles de turistas exhaustos tras una jornada frenética.

Criterios dispares

Por la mañana, el Consistorio reconoció que las primeras horas de la jornada habían transcurrido con «normalidad» y a media tarde la alcaldesa escribió un «tuit» de agradecimiento a todos los madrileños por «colaborar en hacer Madrid más vivible y paseable estas fiestas». Dos mensajes que constrastan con lo vivido ayer por ABC. Por su parte, el consejero de Transportes, Infraestructuras y Vivienda, Pedro Rollán, habló de «atascos» y pidió «subsanar las improvisaciones».

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