La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, a su llegada a la iglesia de La Paloma
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, a su llegada a la iglesia de La Paloma - IGNACIO GIL

Carmena se reconcilia con la Virgen de La Paloma

La alcaldesa reconoció su error por ausentarse hace un año y destacó el valor de la ceremonia en la cultura popular de la capital

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Madrid honró ayer a la Virgen de La Paloma, su patrona popular, con la tradicional bajada del lienzo a cargo del Cuerpo de Bomberos, a quien también protege esta advocación. Al acto, mezcla de fervor, emoción y solemnidad, tradición desde 1923, acudió por primera Manuela Carmena como alcaldesa, quien reconoció el error de su ausencia un año atrás y destacó el valor cultural y sentimental de la ceremonia.

La misa, oficiada por segunda vez por el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, reunió una vez más a los principales representantes políticos del Ayuntamiento y la Comunidad, si bien la portavoz del PP en el Consistorio, Esperanza Aguirre, se ausentó por segundo año consecutivo. Quienes sí participaron en la ofrenda floral junto a la regidora fueron el edil de Seguridad, Javier Barbero, y los portavoces del resto de grupos municipales, Íñigo Henríquez de Luna (adjunto en el PP), Purificación Causapié (PSOE) y Begoña Villacís (Ciudadanos).

La presidenta regional, Cristina Cifuentes, llegó con el tiempo justo y no pudo estar presente en la ofrenda.

Carmena, tras su polémico plantón de hace un año, acertó en interrumpir sus vacaciones para acudir a los actos oficiales del día grande de las fiestas más castizas de la capital. «Como vi el año pasado que se me había echado de menos, he corregido lo que no se hace bien, he venido y vendré todos los años», declaró la alcaldesa. La exjuez, que fue la única no habló antes de la misa, destacó el carácter de la ceremonia, «absolutamente enraizado con la cultura popular de Madrid», y se alineó con las palabras de Osoro; «un llamado a ese sentimiento general de humanidad». Y agradeció que la bendición fuera «para los creyentes y no creyentes».

Nadie quería perderse el descuelgue del cuadro de La Paloma. La emoción, multiplicada al final de la ceremonia, era evidente desde el altar hasta la puerta del templo, donde otra multitud levantaba la cabeza para observar cómo el piquete de bomberos hacía descender con sumo cuidado a la Virgen. El lienzo, original de 1777, con siete metros de longitud y un peso de unos 80 kilos, se bajó por primera vez porque los vecinos pidieron ayuda a los bomberos para sacarlo en procesión, como se hizo ayer desde las ocho de la tarde.

El origen de la fiesta de La Paloma remite a su carácter popular y castizo, pero también el ambiente que despierta a su alrededor. Las calles del Madrid viejo, engalanadas con mantones y otros adornos, en una suerte de nube con olor a fritos y gallinejas, representaron la alegría de una cita que voltea la clásica soledad de la capital en agosto. El clima festivo se trasladó, cómo no, a las personalidades municipales aunque tuvieron tiempo para sacudir la política del Ayuntamiento.

En este caso, la controversia se originó a cuenta de las vacaciones de la alcaldesa. Henríquez de Luna, que se alegró de que Carmena «rectificara» y sí acudiera a la misa, la felicitó con ironía por su regreso a Madrid: «Es bueno que la alcaldesa descanse este verano para que venga con ideas nuevas, con espíritu renovado, para afrontar los verdaderos problemas de los ciudadanos». La regidora siguió esa línea y destacó que se tomará «algún día más para demostrar que los representantes políticos tienen una actitud igual que los demás ciudadanos».

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