La tienda conserva en la fachada un antiguo botijo que da nombre al establecimiento
La tienda conserva en la fachada un antiguo botijo que da nombre al establecimiento - BLÉN RODRIGO

El bazar centenario convertido en droguería que inspiró a Machado y Pérez Galdós

El Botijo es el tercer comercio más antiguo de la región madrileña, fundado en 1754

Madrid Actualizado: Guardar
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El Botijo es el tercer establecimiento en funcionamiento más antiguo de la región madrileña, abierto después de la farmacia Reina Madre y del restaurante Botín. El edificio original del año 1700 ya no existe, se demolió y en 1932 se construyó uno nuevo manteniendo el espacio de este local situado en el número 35 de la calle Toledo. Han pasado muchas cosas en los más de 250 años de existencia, tanto en el negocio como en el barrio. Pero lo que no cambia es que sigue siendo un negocio familiar ahora en manos de Mercedes Rodríguez Palencia. Su abuelo, Nemesio Palencia Peña, natural de Burgos, llegó a Madrid para trabajar con su tío abuelo en estos almacenes y con el tiempo le compró la tienda.

«En mi familia no hemos sabido recoger bien la historia de la sucesión del negocio que se ha ido heredando por parte de la familia de mi madre », aclara Mercedes. «Nos faltan algunos nombres de las primeras generaciones que estuvieron en el local». Su abuelo se puso al frente de la tienda en 1905 y murió muy joven en 1934. Fue entonces cuando su viuda, Alejandra Calvo Domínguez, con dos hijas, tomó las riendas del local, en el que trabajaban ocho empleados.

En El Botijo se vendía inicialmente alpargatas, rafia, plumeros, zapatillas, juguetes…era una especie de bazar. «Tenían mucho juguete importado de Estados Unidos y China. Mi abuelo fue muy emprendedor, y con 20 años ya dirigía los almacenes», explica a ABC Mercedes Rodríguez Palencia. Era una época en la que los comerciantes gozaban de muy buena reputación y su ubicación estratégica la convirtieron en lugar obligatorio de paso para todos los que llegaban a Madrid de los pueblos y provincias. Debe su nombre al botijo que cuelga en su fachada y que se conserva desde 1754. Por aquellos años la calle Toledo era puerta de entrada de todos aquellos que llegaban a la capital de los pueblos para hospedarse en las posadas y hacer compras. «En aquel entonces El Botijo llevaba el registro de todos los aprendices que llegaban a Madrid, con menos de 14 años, a quienes se les hacía muchas novatadas. Según contaba mi padre algunos de estos aprendices llegaron a ser figuras importantes de Madrid», firma Mercedes. Sus nombres se conservaban en un libro que fue robado o vendido por uno de los empleados en los años 60.

Estos almacenes han aparecido a lo largo de los años en crónicas y libros importantes. En 1916 Antonio Machado los menciona en una de sus crónicas para ABC. Machado recorrió los comercios del barrio e iba describiendo los lugares a los que entraba, como el antiguo Café de San Isidro, y El Botijo, donde habló con Nemesio Palencia. «Fue uno de los clientes quien me trajo el artículo», cuenta Mercedes. También aparece referido en obras de Benito Pérez Galdós, como Fortunata y Jacinta o los Episodios Nacionales.

Evolución del bazar

Alejandra Calvo Domínguez, viuda de Nemesio, fue una mujer muy luchadora. «Sacó adelante a sus dos hijas y la tienda en un mundo de hombres a las puertas de la Guerra Civil», resalta su nieta. Cuando comenzó el conflicto bélico toda su familia se encontraba disfrutando de las vacaciones fuera de la capita y ella vivió esos difíciles momentos sola. «En esta zona se quemaban conventos y se vivió intensamente la guerra, no debió ser nada fácil para ella», añade. Pero el negocio sobrevivió y en los años 60 fue convirtiéndose poco a poco en droguería, perfumería, papelería y tienda de pintura. Lo heredó una de las hijas de Alejandra, Mercedes Palencia Calvo, «que fue contable de joven pero le gustaba muy poco esta tienda. Mi padre trabajó más en el negocio», reconoce Mercedes.

También se llegaron a vender cohetes y otros explosivos posteriormente prohibidos. Su padre creó un almacén de distribución de droguería y perfumería y llegó a tener cuatro tiendas. Ella trabaja en la tienda desde los 20 años y en 1980 es cuando se hizo cargo de la misma. «Yo ya he hecho tres reformas en el local, nos hemos adaptado a los tiempos. La tienda era muy bonita, conservaba muebles de madera antiguos, pero para mantener el negocio hemos tenido que adaptar el espacio a las necesidades del mismo», explica la dueña. Ha conservado el botijo de la fachada y otro que está en el suelo (un azulejo).

Su simpatía y cercanía con los clientes es uno de los motivos por los que cuenta con una clientela muy fiel. Otro, la gran variedad de producto. En total 3.900 referencias de droguería y perfumería y 1.419 de artículos de pintura. Además tienen precios muy competitivos. «Tenemos surtido y precio, y una clientela muy buena, por eso seguimos aquí», puntualiza Mercedes. Entre sus clientes están los de toda la vida, gente mayor del barrio que agradece ese trato personalizado, que le escuchen y sepan cómo se llaman. Por la zona viven muchos actores, «y pasan a menudo por aquí». Y entre sus mejores clientes estaba el fallecido Santiago Castelo, subdiector de ABC, «gran amigo nuestro que nos quería muchísimo».

Mercedes cuenta con la ayuda de su amiga María, a quien conoce hace 50 años, desde que coincidieron en parvulitos. Hace casi veinte años que trabaja por las tardes en la tienda donde además están Alicia y Esther. El año pasado Mercedes abrió una tienda en el local de al lado en el que se vende únicamente artículos de pintura y donde trabaja Carlos. «Antes teníamos todos los artículos de pintura en la cueva y ahora están a la vista. Hemos llegado a vender 12.000 kilos de pintura y no se veía en ningún lado». Pero ahora, sobre todo la gente joven, «para comprar algo tienen que verlo». En El Botijo se vende todo tipo de artículos de droguería y perfumería y son muy conocidas las miniaturas de perfumes que buscan muchos coleccionistas.

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