La Transición Española

Cuando en España se repartían cada año 2.500 millones de cartas

Correo oficial, de amor, de familia, administrativo, del banco... Las cartas vivieron su punto álgido en la Transición

Ciudadanos haciendo cola ante las ventanillas de una oficina de Correos. La imagen es de 1977 Archivo ABC

Roberto Pérez

La carta personal, el papel escrito a mano con su sobre, su correspondiente sello y el buzón de Correos de por medio es una suerte de especie en extinción. Hace años que el correo ordinario está en absoluto declive. Para los adolescentes de ahora, lo de la correo postal suena a rareza, pero en la Transición seguía sólidamente situado como masivo medio de comunicación interpersonal .

Tan fue así que, a finales de los años 70 del siglo pasado, las cartas vivieron su etapa de álgida, de un esplendor histórico. Baste un dato: e n 1976 se repartieron en España unos 2.500 millones de cartas , entre las ordinarias (2.398,6 millones) y las certificadas (79,55 millones).

En aquellos años, era raro el día que en el buzón de cualquier casa no había una carta. Y abundaban las jornadas de más de una. Por término medio, cada hogar recibía en España unas 300 cartas al año .

Y, con ser el grueso de los envíos postales, las cartas no eran el único objeto de correspondencia. Por ejemplo, las típicas postales, de las que hace 40 años se repartieron en los buzones españoles unos 230 millones. Pero el tráfico postal alcanzaba también otros efectos. Por ejemplo, cada año se distribuían a través de Correos unos 165 millones de periódicos, objetos de lo más variado e incluso abundantes muestras comerciales.

Las cartas abundaban por aquellos años. En solo un decenio se había disparado la actividad postal en España. Es cierto que también había aumentado la población del país, pero ese crecimiento fue proporcionalmente mucho menor del que registró el correo ordinario. Así, en 1967 habían circulado por España unos 1.800 millones de cartas; diez años después, la cifra había aumentado en 500 millones.

La Transición marcó un momento de esplendor para el correo postal en España, una intensa actividad que se mantuvo durante años y que empezó a retroceder en los años siguientes. El cambio de usos y costumbres personales fue haciendo mella en la actividad postal, que fue perdiéndose como medio de comunicación familiar y que fue quedando cada vez más reducida al correo de carácter más comercial.

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