Participantes en Galiciencia, posan para una foto de grupo para conmemorar los diez años de existencia de esta Feria
Participantes en Galiciencia, posan para una foto de grupo para conmemorar los diez años de existencia de esta Feria - EFE
GALICIENCIA

Todavía niños y sin embargo inventores

Una futura generación de ingenieros y de emprendedores gallegos, aún en la escuela, sorprende con creaciones útiles

Santiago Actualizado: Guardar
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Aunque el primer premio de Galiciencia se marcha al País Vasco, la décima edición de esta feria científica para escolares celebrada en San Cibrao das Viñas (Orense) da esperanzas de futuro. En las aulas de la Comunidad hay un enorme potencial de ingenieros y emprendedores que lo mismo idean un sistema para ahorrar energía en el funcionamiento de farolas y semáforos o sorprenden con tecnología punta en una carrilana, que idean una camiseta para prevenir que un deportista sufra una muerte súbita o diseñan los bastones para que si un peregrino se pierde, los servicios de emergencias puedan localizarlo sin problema.

La semilla de la curiosidad ya está plantada en ellos, tal y como celebró el conselleiro de Industria en la entrega de premios.

Entre esta generación de inventores del mañana, que todavía se forma en aulas de Primaria y Secundaria, hay muchas ganas de mejorar la sociedad con su ingenio. Solo así se comprende que Erea Barge y Pedro López, con su profesor David Ballesteros, planearan en las aulas del Centro Tecnópole una elástica que mide la frecuencia cardiaca mientras una persona juega al baloncesto, monta en bicicleta o sale a correr. Si se superan los parámetros normales, la prenda lo avisa gracias a las luces LED de distintos colores que lleva incorporadas. Con esta idea recogieron el viernes el galardón al proyecto más innovador.

También saber explicarse

Pero no vale solo con darle a la imaginación. Hace falta saberlo explicar. De eso va también Galiciencia. Y por este motivo fueron reconocidos Alejandro González y Anxo Carpintero, de los Maristas de Orense, con su profesora Elisabet Nóvoa. Su goitibera, una de las sensaciones del certamen, recibió el segundo premio y el primero en comunicación y presentación. Su vehículo de inercia, cuyo funcionamiento utiliza un monopatín experimental de BMW, cumple con todos los requisitos de seguridad exigidos por la Federación de Deportes de Inercia. Que nadie piense que está realizada con cartón y pegamento, sino con acero de carbono, aluminio y fibra de vidrio.

El bronce se marchó para el Colegio Montecastelo de Vigo, de donde salió la fórmula para hacer de las calles lugares más sostenibles. Pablo Lomba e Iago Vázquez, tutorizados por Bernardo Longa, propusieron extraer energía a partir de la circulación tanto de coches como de personas. Buscan para ello colocar bajo las baldosas de las aceras o las calzadas urbanas materiales piezoeléctricos, es decir, que —simplificando— generan energía al ejercer sobre ellos una fuerza que los deforma. La presión de las ruedas del automóvil o la de cualquier zapato al caminar bastaría para abastecer a farolas y semáforos en las ciudades.

También los chavales se preocupan por el propio día a día en sus colegios e institutos. De ahí parte el primer premio —de entre 54 iniciativas que optaban a él— de los vascos Ander Aguiriano y Jonan Andoni Martín. Inquietados por los problemas comunicativos existentes entre profesores y alumnos, realizaron entrevistas entre ellos para diseñar un software que, explica la organización, «se adapta a las necesidades de cada estudiante» y que incluso ha sido ya testado con éxito «en el caso de un niño con autismo severo» en una escuela bilbaína. Por delante, tienen ahora el reto de concurrir a futuras ferias. Los 1.000 euros logrados en Galiciencia les respaldarán para ello.

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