Javier Vizoso

Mi segunda vida y mi otro hogar

No lo decimos nosotros, está escrito en editoriales de revistas de prestigio: la OSG es la mejor de España

Javier Vizoso
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Acostumbrado a escribir sobre la Sinfónica de Galicia resulta complejo hacerlo por vez primera sobre mí y de mis cerca de veinticinco años con ella en la celebración de este cuarto de siglo de existencia. De lo mucho que podría decir lo más importante es que si la escritura y la música son mi vida entonces la OSG es mi hogar.

Cuando mi propia vida y mi escritura se convierten en mi hogar y escribo y trabajo rodeado por personas como Risto Vuolane, Eugenia Petrova, Stefan Utanu, Zita Tanasescu o Florian Vlashi —por mencionar únicamente a quienes más cerca tuve en nuestro último viaje a Bilbao— no puedo dejar de dar las gracias al destino, a la vida o al karma por permitir que estos años los haya vivido con todos ellos.

Más allá de los viajes, de los conciertos, de los artistas y de los momentos inolvidables rodeado de los Wagner, Schoenberg, Beethoven, Brahms, Bruckner, Mahler o Shostakóvich, la OSG es el lugar en el que me siento querido, arropado y apreciado por una familia que no tiene fin.

Y en cada viaje la vida se renueva en días intensos en los que se despliega una enorme y concentrada energía que hace que todo brille con una intensidad especial, como en el último que hicimos a Bilbao, en el que me reí a mandíbula partida con Rúa, con Ageitos y con Queijo; días en los que hablé de las cosas de la vida, de literatura y de desamor con Nerea; de jazz y de Tolkien con Risto, de la maternidad, la paternidad y los hijos con Petrova y de política, música, trabajo y vida con Utanu, ya en el viaje de vuelta, además de conversar sobre Schoenberg, Stravinski, Schnittke, Ligeti y de la música del siglo XX con una persona tan sensible, culta y enriquecedora como Florian.

Es complicado resumir todos estos años en unas simples líneas y, además, tendría que hablar de cosas sobre las que, como el Bartleby de Neville, preferiría no hacerlo, así que pasaré como «vento do nordés» sobre los cientos de miles de escolares de los didácticos, las giras por Europa —la primera ya en 1995—, la de Sudamérica en 2007 o Emiratos Árabes en 2016; el concierto en el Musikverein de Viena en 2009; las nominaciones al Grammy en 2007 o al Classical Next Award en 2015 por la innovación tecnológica, las grabaciones para Sony, Deutsche Gram-mophon, Emi, Decca, Auvidis o Bis; los conciertos en todos los grandes auditorios españoles, de Madrid a Sevilla, Barcelona, Zaragoza o Valencia… orquesta residente del Festival Rossini de Pésaro durante tres años y cómo no, los proyectos pedagógicos, de SonFuturo a ReSuena.

No lo decimos nosotros: está escrito en editoriales de revistas de prestigio y en boca de aquellos artistas como Maazel, Pollini o Zimernan que han podido dirigirla o trabajar con ella: la Sinfónica de Galicia es la mejor orquesta de España y una de las grandes orquestas europeas.

No puedo saber cuándo todo esto terminará para mí: si dentro de dos días, tres semanas, cuatro meses o quizá un decenio. Lo que sí sé es que a pesar de ser mi otro hogar, en mi despacho no guardo nada de mi propiedad: ni una planta, una foto, una revista o un cuadro. Sé que únicamente estoy de paso aunque el paso se haya convertido ya en cerca de veinticinco años. Pero cuando por esto o por aquello llegue el momento de que me vaya, recogeré mi chaqueta y al salir cerraré la puerta de lo que durante estos años ha sido mi otra vida, mi segundo hogar.

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