El regreso del monte a la vida comienza en un laboratorio en el Pazo de Lourizán

ABC visita el Centro de Investigacións Forestais de la Xunta, encargado de diseñar las tareas de reforestación Para analizar las actuaciones a llevar a cabo, los profesionales toman muestras de los terrenos calcinados

La experta Teresa Fontúrbel con muestras de carbón de los incendios MIGUEL MÚÑIZ

MARIO NESPEREIRA

Las cenizas de decenas de incendios confluyen todas en el mismo destino: los laboratorios del Centro de Investigacións Forestais que la Xunta cobija en el Pazo de Lourizán (Pontevedra). Es allí donde se examina lo que queda después de un incendio, es decir, el carbón, para prevenir el deterioro de los suelos y diseñar las tareas de reforestación . El custodio de este centro, considerado para Medio Rural el « alma mater » de la recuperación del monte, es su director, Enrique Martínez Chamorro, que abre sus puertas para ABC. Desde su despacho se ven los j ardines que Montero Ríos diseñó a finales del siglo XIX, pero Chamorro solo tiene ojos para las imágenes que le llegan de satélites como el Sentinel: las radiografías que muestran la devastación del fuego contra el patrimonio natural . Ése es el primer paso de un trabajo de rehabilitación que puede durar años. Los especialistas del departamento de protección forestal hacen acopio de los planos satelitales para «discernir cuáles son las zonas donde el fuego ha sido más severo». Eso se combina con los llamados «transectos», una suerte de visitas planificadas sobre el terreno que permiten conocer dónde el monte ha sufrido más daños, y por tanto en qué lugares es más urgente actuar. Porque incendios hay muchos. Todos se distinguen por su potencial destructor, pero hasta para las llamas existen clases. «El fuego de copas es el más intenso», explica el director. «Allí lo que queda es un árbol completamente sin nada».

«La idea es trazar un mapa de riesgos de erosión». Fundamentalmente en base a dos puntos de partida: el estado del suelo y el riesgo de afectación a otros bienes, como casas, infraestructuras públicas o bancos marisqueros. El informe se remite después a la Consellería de Medio Rural para que comience las «acciones de estabilización urgente», que pueden pasar por la construcción diques para evitar los efectos de la «lava negra» sobre los cauces de los ríos. Solo después llega la regeneración, una fase que se proyecta más a largo plazo, y que a veces puede no resultar «suficiente», reconoce Chamorro, sobre todo cuando se han producido incendios «reiterados en el tiempo».

Algunos de estos protocolos son relativamente recientes. Se hicieron necesarios en la ola de incendios de 2006, cuando las lluvias del otoño provocaron auténticas marejadas de ceniza en dirección a las rías. Lo explica la experta Teresa Fontúrbel mientras trabaja en el laboratorio con cinco muestras distintas de carbón extraído de los incendios. A su espalda luce un póster con la imagen de un helicóptero vertiendo tierra sobre el monte. Así, desde el aire, se puede colaborar en lo que desde la tierra parece más complicado: las plantaciones.

Bosque autóctono

La vegetación quemada no siempre encuentra relevo en el bosque autóctono. «Hay que tener en cuenta la propiedad», matiza Chamorro, que admite que sustituir un bosque de eucaliptos por otro de otra especie no siempre suscita entusiasmo entre el paisanaje. «Quitar el eucalipto no es cosa fácil». Algunas comunidades de montes, sin embargo, cada vez se muestran más receptivas a introducir nuevos modelos de explotación forestal . El director de Lourizán habla del de Orense como una «apuesta muy interesante», basada en el cultivo de frutos y en los rendimientos a años vista.

Y aún a pesar de la ojeriza colectiva que despierta el eucalipto , Chamorro insiste en que «no hay especies buenas ni malas» , sino personas que las queman . El de los incendios, dice, «es un problema de todos», especialmente en los núcleos periurbanos por la proximidad de los árboles a la población. Al responsable del centro le apena ver que los frutos de su dedicación son a veces efímeros: «En el mundo forestal se trabaja a largo plazo, no como en el mundo agrícola, entonces cuando uno ve que en la carrera profesional ocurre esto, la sensación que se le queda a uno es horrible» . Se puede plantar y replantar, pero los tiempos de la naturaleza casi nunca suelen coincidir con los del hombre.

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