José Luis Jiménez - Pazguato y fino

El premio del maestro

El empeño de Pedro Sardina, Premio Nacional de Vela, consiguió que el deporte que corre por sus venas —que no llevan sangre sino agua salada del Atlántico— encontrase hueco en las páginas de un diario nacional

Creánme si les digo que he intentado media docena de arranques para esta crónica, que no es política, ni social ni nada que se le parezca. Pero se resiste a arrancar, a dejarse enhebrar para dar las primeras puntadas. Y no aspira a gran cosa. Apenas pretende dar cuenta de algo que, según las universidades y los libros de estilo, no debería ser noticia: un premio a un periodista. Así que no consideren esto como una noticia, sino como una confesión de admiración y respeto a Pedro Sardina , galardonado ayer en Baiona con su segundo Premio Nacional de Vela . Los lectores de ABC lo conocen de sobra: lleva casi treinta años firmando las informaciones de vela, imprimiéndoles su sello personal.

La contribución de Perico a la vela es difícilmente cuantificable. Su empeño consiguió que el deporte que corre por sus venas —que no llevan sangre sino agua salada del Atlántico— encontrase hueco en las páginas de un diario nacional y abandonara la marginación informativa. El suyo es un estilo personal e intransferible , de esos que no dejan indiferente y que quien imita cae en el ridículo. Porque Pedro se moja, y no solo en las neumáticas en las que sale a ver las regatas en primera persona ya llueve, truene o haga sol. Para hacer lo que él hace se exige criterio e independencia. Y él ha hecho gala de todo ello en cada crónica. La lista de sus admiradores rivaliza con la de quienes lo odian, casi como esos cantantes de ópera que despiertan tantas adhesiones como recelos. Pero quienes han pedido tantas veces su cabeza son quienes después lo abrazan cuando les concede alguna referencia generosa, siempre por merecimiento. Ya arrastraba odiadores antes de que se inventara Twitter, hasta en eso ha sido un pionero.

Pedro Sardina recogió ayer su segundo Premio Nacional de Vela MIGUEL RIOPA/MRCYB

Pedro tiene buen ojo casi siempre, aunque seguramente habrá podido equivocarse en alguna ocasión. Nadie es perfecto. ¿No se equivocó nunca el proa que erró en la maniobra de izado de un spi? ¿O el caña que erró el rumbo y ciñó hacia una encalmada? ¿O el armador al que se le hundió un barco dando la vuelta al mundo? De pequeños fallos está repleto este mundillo de la vela, con caballeros que en ocasiones son más bien corsarios de pata de palo y parche en el ojo, a la caza del preciado botín, que no es el trofeo de la regata sino una caricia de Perico Sardina en ABC, que a veces no llega ni cuando se gana.

De Pedro se aprende la honestidad de escribir lo que uno cree, sin arredrarse ante las circunstancias . Y de entender que una de las esencias de este oficio consiste en desempeñarlo con rigor pero divirtiéndose. Uno intenta honrar este credo con humildad. Y por eso celebro que se le condecore. Enhorabuena, maestro.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación