De Polonia a Galicia para darle voz a las cantigas

La soprano Paulina Ceremuzynska se instaló en Santiago y aprendió gallego para poder interpretar el tesoro de la lírica medieval

La soprano Paulina Ceremuzynska CEDIDA

NATALIA SEQUEIRO

La primera vez que Paulina Ceremuzynska interpretó los versos del trovador gallego Martin Codax sintió una emoción especial. La música, compuesta a 2.500 kilómetros y 800 años de distancia fluía de forma natural desde su garganta. La soprano estudiaba entonces Musicología en la Universidad de Varsovia. Allí conoció las seis únicas melodías que se conservan de las cantigas de amigo, las encontradas en el Pergamino Vindel, que tras viajar desde la prestigiosa Morgan Library and Museum de Nueva York hasta Vigo protagoniza ahora una exposición en el Museo do Mar.

«Las cantigas son un tesoro para la música y la cultura gallegas, porque siguen atrayendo gente hacia esta cultura. Son piezas del siglo XIII que están vivas», defiende Ceremuzynska. Ella abandonó Polonia y se instaló en Santiago de Compostela con el firme próposito de aprender la lengua en la que fueron concebidas durante la Edad Media. Sin conocerla en profundidad, asegura, es muy díficil realizar una interpretación de calidad. En la ciudad entró en contacto con especialistas en música antigua gallega como Fernando Reyes o Mercedes Hernández, que se convertirían en sus profesores. Desde allí viajó para perfeccionar su técnica vocal con el contratenor Richard Levitt. Paulina grabó su primer disco. En él interpreta las músicas del Vindel y las de otro pergamino, el Sharrer , que contiene muestras del género de cantigas de amor, compuestas por el Rei Dom Dinís de Portugal.

A continuación se propuso dar un paso más ambicioso, el de recuperar las melodías perdidas. «Se habla mucho de las cantigas como si fueran literatura, pero las cantigas son para cantar como su propio nombre indica», subraya Ceremuzynska. De las aproximadamente 500 letras que han pervivido de las cantigas de amigo, sólo las seis de Martin Codax conservan la notación musical. En «E moiro-me d´amor», Ceremuzynska devuelve la melodía a otros trovadores de la época como Pero Meogo, Meendinho o Paio Gómez Chariño, cultivadores del género más autóctono de Galicia. Para ello usa la técnica del contrafactum. Tomando como referencia las músicas sacras del cancionero de Santa María, retrabaja y ajusta diferentes temas para adaptarlos al ritmo poético de las cantigas de amigo, la principal contribución gallega a la lírica trovadoresca europea.

«Quería mostrar que es necesario hacer mucho más con ese repertorio y que lo hagan las personas que entienden perfectamente los textos, para los que no es un texto en lengua extranjera», explica la soprano, que ha trabajado en Francia como asistente en un curso para profesionales impartido por Guillemette Laurens. Ceremuzynska lamenta que las cantigas son las grandes austentes en Galicia. «Es un patrimonio de todos que prácticamente no se programa, se hacen más conciertos en Europa o incluso en Japón», asevera. Tampoco, censura, están presentes en los conservatorios pese a ser, junto al Códice Calixtino, el «repertorio de música culta más importante que tiene Galicia y uno de los más importantes de Europa». Fueron compuestas, prosigue, cuando Galicia era uno de los centros de la cultura occidental, en la época en la que el Mestre Mateo trabajaba en la Catedral de Santiago.

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