El perfil del incendiario: hombre de mediana edad vecino del campo

Suelen conocer bien el monte que prenden y actúan cuando los aviones se repliegan

Brigadista acusado recientemente de varios incendios en Orense BRAIS LORENZO/EFE

P. A.

Tras la densa nube de humo que cubre el cielo gallego desde el pasado domingo se oculta la mano del incendiario. Las autoridades no albergan dudas acerca de la intencionalidad de los fuegos que este fin de semana pusieron en jaque a miles de vecinos y segaron la vida de cuatro de ellos, aunque los motivos que llevan a una persona a prender el monte son, según los expertos, muy variados. En el caso gallego, con un triste historial en lo que a quemas forestales se refiere, se habla de hasta ochenta causas distintas en las que estos terroristas ambientales se amparan para hacer daño . Entre ellas figuran las disputas vecinales, el despecho por no haber conseguido un contrato como brigadista o, incluso, el ansia «de generar espectáculo».

Lejos de la teoría de las tramas organizadas, lo habitual en Galicia es que estos delincuentes actúen en solitario . El perfil más extendido apunta a un varón de alrededor de 40 años que vive en zonas rurales, sabe moverse por el monte y se define como «poco sociable». Eso explica que los focos más agresivos se inicien siempre cuando el viento más sopla y en las zonas de más difícil acceso. Los incendiarios también suelen elegir la última hora de la tarde para moverse, aquella en la que los medios aéreos deben replegarse y el riesgo de ser vistos se limita. Según datos oficiales, en Galicia hay entre 3.000 y 6.000 incendiarios que actúan año tras año, lo que explica que un 70 por ciento de los incendios que se declaran en esta Comunidad se localicen en los conocidos como «municipios reincidentes» . Para atajar esta actividad delictiva se echa mano de la última tecnología —cámaras térmicas y drones— y también del trabajo de las fuerzas de seguridad, que en lo que va de 2017, han detenido a más de 50 personas. Entre ellas se cuenta el caso de una mujer que perpetró más de quince fuegos en los alrededores de su casa armada con velas aromáticas y un mechero con el eslogan «Amo Galicia». O la más reciente de un joven brigadista de 21 años que iniciaba los focos que más tarde debía apagar.

Con la reforma penal del año 2015 , las condenas por provocar fuegos se elevaron hasta los seis años de prisión. También ha crecido el presupuesto dedicado a la lucha contra las llamas (unos 170 millones en 2016 en Galicia) y la vigilancia a pie de monte, pero la mecha sigue prendida.

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