Luis Ojea - Cuaderno de Viaje

¿Esto era el cambio?

Llegaron prometiendo un nuevo orden y no han podido ni ordenar sus ideas

Luis Ojea
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Gobernar en minoría nunca resulta sencillo. Pretender además hacerlo desde la soberbia y el dogmatismo conduce siempre a un callejón sin salida. Es lo que sucede en ayuntamientos como el de Santiago, La Coruña y Ferrol. Los «alcaldes rebeldes» llegaron prometiendo un nuevo orden y en ocho meses ni siquiera han sido capaces de ordenar sus ideas. Sin un proyecto de ciudad concreto, sin aliados estables y con cada vez más ruido de fondo en sus propias filas, ¿qué podía salir mal? Nada, si todo va de cine. Ninguna de las tres ciudades tiene a día de hoy un presupuesto para este año, Ferreiro tardó cinco plenos en sacar adelante una modificación de crédito de tres millones, Noriega no ha sido siquiera capaz de resolver a mitad de curso la gestión de los comedores escolares y a Suárez no se le conoce más obra que su artístico posado fumando en el baño.

La parálisis que sufren las tres urbes no es, en todo caso, responsabilidad exclusiva de los regidores. Si ellos tomaron el mando es porque el PSOE decidió facilitar su investidura, aunque en Santiago y La Coruña los socialistas no tardaran en avergonzarse y rompieran puentes, lo que derivó en una guerra abierta entre unos y otros que mantiene a ambos gobiernos en una parálisis absoluta. En Ferrol, donde Sestayo tiene menos pudor, conviven juntos en un bipartito igual de esclerotizado y que suma casi tantas crisis internas como días de gestión. Quizás por eso los tres alcaldes anden estos días implorando un acuerdo nacional entre sus socios de Podemos y Pedro Sánchez para ver si así los portavoces locales socialistas aprenden de su jefe de filas a humillarse y les dejan llevar una vida más tranquila.

La vanguardia del cambio, el primer experimento del rupturismo en el despacho oficial, está resultando frustrante hasta para sus propios votantes. El cuento de la rebeldía o las teatralizaciones de su ateísmo no dan para justificar cuatro años de gobierno. Pero se ve que el cambio iba de esto, de mucha sobreactuación y nula capacidad de gestión en unos ejecutivos rebosantes de prepotencia y sectarismo. Toda una advertencia de lo que se le vendría encima al conjunto del país si el PSOE vuelve a arrodillarse y les da las llaves de Moncloa y San Caetano a Iglesias y Beiras.

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