Alberto Varela - Crónicas Atlánticas

Cómo recuperar el Pazo de Meirás

Para recuperarlo no queda otra que acudir a los despachos de abogados, aunque sea menos divertido que asaltarlo y colgar pancartas

En esta vida es importante ser práctico. Interesa buscar soluciones y no avivar los problemas, que es lo que está ocurriendo con el Pazo de Meirás y con la gestión de las visitas por parte de la fundación Franco. Los nostálgicos del dictador están haciendo méritos para que los ilegalicen y los que 40 años después viven aún de la lucha contra el franquismo parecen encantados con la polémica.

Entiendo que agitar esa bandera resulte muy atractivo para ellos porque se nutren políticamente de levantar pasiones y de desencadenar debates agrios, pero que no crean que con esas luchas van a recuperar «para el pueblo» la antigua residencia de Emilia Pardo Bazán, porque ese no es el camino.

En este, como en muchos otros asuntos, hacen falta más juristas y menos proclamas, porque o la administración suelta la chequera y expropia el Pazo —esperemos que no se les ocurra tal cosa— o acude a los tribunales a anular la donación que se hizo en su día al dictador. No es fácil demostrar que los donantes actuaron coaccionados cuando regalaron el inmueble, pero si se reúnen las pruebas pertinentes se puede hacer, y ahí está la Xunta con el anuncio de la comisión de expertos que estudie esa posibilidad. No es una solución apasionante para los debates políticos, pero es la única que puede dar resultados satisfactorios.

Con este asunto del Pazo de Meirás hay que tener claro el objetivo. Si lo que queremos es discutir unos con otros será perfecto asaltarlo y colgar pancartas y banderas con la estrella roja, pero para recuperarlo no queda otra que acudir a los despachos de abogados, aunque sea menos divertido.

Y por cierto, ojalá toda esta polémica sirva para que el nacionalismo gallego reivindique de una vez la literatura naturalista de la condesa—qué hay más gallego que «Los Pazos de Ulloa»— y de paso se fijen en otros escritores que dejaron obra en castellano, como Valle-Inclán o Camilo José Cela, sin los que no se entendería la Galicia de hoy. Pero ese es otro debate.

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