Luis Ojea - Cuaderno de Viaje

Caricatura de bufón

El problema esencial de Luís Villares es que hoy por hoy, tras un año en O Hórreo, no se ha ganado el respeto de nadie como político

Luís Villares ha elegido el peor camino para asentarse en la vida política. Acomplejado por sus notables limitaciones como parlamentario y acosado por sus compañeros de bancada que están deseando verle despeñarse, ha escogido el papel de bufón, aunque no pasa de burda caricatura. Esta semana se disfrazó de macarra de bar de carretera en la sesión de control. La próxima, en el debate sobre el estado de la autonomía, cuesta imaginarse qué exagerada versión de camorrista elige para su función. El portavoz de En Marea inició hace tiempo un viaje a ninguna parte, pero cada vez acelera más, acentúa más ese ridículo histrionismo.

Preso de su debilidad, consciente de que carece de cualquier aptitud para liderar a su grupo y menos al conjunto de la oposición, pretende sobrevivir emulando los bochornosos espectáculos de Xosé Manuel Beiras. Pero le falta mucho para alcanzar el nivel de su mentor. No en populismo ni en su hueca y trasnochada retórica de barricada. Ahí van a la par. Ni en falta de pudor. Ambos carecen del más mínimo sentido del ridículo por mucha vergüenza ajena que provoquen. Lo que le falta es talla política. Ese valor intangible que distingue a los protagonistas de los actores de reparto. No se trata de que carezca de potestas. Beiras jamás la tuvo entre los suyos. Se trata de que tampoco goza de auctoritas. El problema esencial de Luís Villares es que hoy por hoy, tras un año en O Hórreo, no se ha ganado el respeto de nadie como político. Es más, con su actuación del otro día ha dilapidado el poco patrimonio político que podía quedarle.

Quizás sea hora de que asuma que no da para más que para animador de trincheras, pero no para líder. Cada vez que se enfanga en ataques personales fuera de lugar pierde más altura. Puede que gane un día más como portavoz del rupturismo, pero se aleja también más de cualquier posibilidad de ser tomado en serio. Un bufón para la corte mareante, una mala caricatura de Beiras, un burdo remedo a escala parlamentaria del Fredo Corleone de Mario Puzo al exhibirse como el menos hábil y el más débil de la familia. En cualquier caso, inhabilitado por su errada deriva para jugar el papel de jefe de la oposición.

El triunfo de la democracia

El debate sobre el estado de la autonomía servirá esta semana entre otras muchas cosas para celebrar el triunfo del parlamentarismo y la democracia frente al golpe independentista perpetrado en Cataluña. Y para que el bloque constitucionalista reivindique el Estado de Derecho frente a los caudillos de la caverna que han vuelto a traicionar los intereses de los gallegos postrándose ante los postulados de sus camaradas separatistas catalanes.

Estas semanas de falsa fiesta revolucionaria, BNG y En Marea han abdicado de la defensa de cualquier legítima aspiración de esta comunidad. Los que se atreven a repartir credenciales de «buen y auténtico gallego» han apostatado de Galicia y actuado como simples cónsules de la CUP.

Frustrados por la derrota, los nacionalistas llevarán el delirio soberanista al debate. Y sería una buena oportunidad para que las fuerzas constitucionalistas exhibiesen una deseable unidad frente a ese tipo de ensoñaciones separatistas. Nos jugamos mucho en este envite. A ver si el PSdeG está a la altura y no se ve arrastrado por los complejos del inquilino de Ferraz a la trinchera equivocada.

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