En el caso de la atención primaria, los médicos son los que se llevan la peor parte
En el caso de la atención primaria, los médicos son los que se llevan la peor parte - MUÑIZ

Las agresiones a sanitarios, un tema tabú

Existen, pero pocos hablan de ellas y casi no se denuncian. Gafas voladas, arañazos, patadas o narices rotas son algunas de las más frecuentes

Santiago Actualizado: Guardar
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Se denuncian poco y casi no se habla de ellas, pero las agresiones a sanitarios son una realidad con la que miles de profesionales conviven a diario. Las estadísticas hablan de que en Galicia se producen unos quince altercados de esta naturaleza cada mes, pero en la mayoría de los casos se corre un tupido velo. Ante las dificultades a la hora de contar con testimonios de primera mano en la elaboración de este reportaje, llamamos a la puerta del secretario de salud laboral de la rama sanitaria de Comisiones Obreras en Galicia, Javier González. «¿Por qué los afectados no quieren hablar?» arrancamos. «En muchos casos es porque la gente tiene miedo. Si la agresión es física, a veces deja secuelas psicológicas y a esa gente hay que adecuarla en otro sitio.

En el caso de las verbales, es que no se suelen declarar. En un 99 por ciento de los casos no se habla de ellas, se ve un poco como algo normal», explica González para aclarar que estas agresiones se contabilizan hoy en día como accidentes de trabajo.

Gafas voladas, roturas de nariz, zarandeos o arañazos son las acometidas más comunes, pero en algunos casos la situación va a más. Como ejemplo, y de manera anónima, se cuela en la conversación la vivencia de una enfermera que recibió una patada en la cabeza mientras estaba haciendo unas curas. El impacto le destrozó la mandíbula y le rompió la dentadura. De la sala de curas pasó al quirófano, y de ahí a un proceso de recuperación muy prolongado y con un coste por encima de los 12.000 euros.

Reincidentes

Esta violencia extrema no es frecuente, pero en algunos centros médicos se han empezado a elaborar una suerte de listas negras en las que se identifica a los pacientes que han protagonizado más de una agresión. «Son reincidentes y en algún caso se los ha cambiado de centro de referencia a uno fuera de su lugar de residencia para evitar más enfrentamientos y represalias con los trabajadores», aclaran desde CC.OO.

En la atención primaria, los médicos de cabecera suelen ser el objetivo de la ira de pacientes y familiares. La disposición de las consulta juega en su contra porque, tal y como reconocen, «estamos como enclaustrados» e indefensos ante una reacción inesperada. Para proteger física y emocionalmente a los médicos, en los centros de salud gallegos hay un sistema de alertas que funciona a través de la red informática. El profesional en apuros aprieta un botón y esa alerta llega a los equipos de todos los trabajadores, especificando de qué consulta proviene. Los resultados están siendo satisfactorios porque, como ellos mismos apuntan, «cuando se junta más personal, los agresores suelen achantarse y la cosa no va a más».

En los hospitales, son los celadores y el personal de enfermería los que se llevan la peor parte. La mayoría de las veces el desencadenante del ataque es una sensación del paciente o de su familia de que no está siendo bien atendido. «Cuando abrió el Álvaro Cunqueiro en Vigo se notó bastante el nerviosismo de la gente porque las agresiones sufrieron un repunte considerable. Estaban molestos por tener que desplazarse o por el aparcamiento...» afirman quienes lo vivieron de cerca.

La mayoría, reculan

Para poner coto a la violencia en el entorno sanitario se puso en marcha un programa que facilita a las víctimas la denuncia de la agresión, aunque «no es lo todo ágil que debiera». Javier González se queja de que, ante la falta de apoyos, hay mucha gente que recula y no ratifica la denuncia que llega a los juzgados después de que los agredidos sean atendidos en urgencias, tal y como marca la ley. «Son más lo que dan un paso atrás que los que siguen adelante. La gente no se quiere meter en procesos judiciales, por eso el protocolo debe mejorar».

Cuando no hay un parte médico de por medio, los sanitarios afectados deben poner el ataque en conocimiento de su mando directo, que lo remitirá a la dirección del centro. De ahí, el asunto pasará a manos de un técnico de riegos que valorará las circunstancias en las que se produjo la agresión y los resultados, para determinar si se trata de un accidente laboral. «Pero esto no es lo más frecuente, y si el tema no es grave, no suele trascender», confirma Javier González, que remata la charla abriendo otro melón: «Lo que está en pañales es el tema de las agresiones internas, entre el propio personal de la casa. Son menos que las externas, pero también existen y no contamos con ningún protocolo específico para afrontarlas...».

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