La Valedora do Pobo, Milagros Otero, tras el encuentro con ABC
La Valedora do Pobo, Milagros Otero, tras el encuentro con ABC - MIGUEL MUÑIZ
Entrevista a Milagros Otero | Valedora do Pobo

«En las administraciones tendría que haber menos burocracia y más corazón»

Ocupó el cargo en septiembre de 2015 y desde entonces trabaja para dar a conocer la institución y por defender a quienes recurren a ella. En poco más de un año han duplicado las quejas recibidas

Santiago Actualizado: Guardar
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Milagros Otero (Santiago, 1960) ha sido la primer mujer en asumir el cargo de Valedora do Pobo. Catedrática de Filosofía del Derecho y asesora en comisiones de derechos humanos, confiesa que cada día se va a la cama con los 60.000 casos que el ente que representa recibe al cabo del año. Lejos de destacar alguno de ellos, aclara que «todos son importantes». «Para mí no hay caso pequeño y el hecho de que una persona venga a mí y me diga llorando que soy su último recurso me genera una preocupación extrema», reconoce.

—Lleva ya un año largo al frente de la institución. Cuando asumió el cargo reconoció que el Valedor era «el gran desconocido para la población gallega».

¿Han mejorado sus índices de popularidad?

—Hemos hecho una tarea importante en este sentido, empezando por que la institución esté abierta por la mañana y por la tarde todos los días del año excepto los domingos y los festivos. Las visitas institucionales también son importantes porque hay gente a la que le gusta que vayamos a su pueblo a buscarlos. Les gusta comprobar que somos una institución prociudadanos y nuestra responsabilidad es proteger sus derechos. En este sentido hay una mayor apertura de la institución de la que había antes.

—Esta tarea de visibilización se traduce en volumen de trabajo. En los últimos tres meses han realizado casi 1.300 actuaciones y han recibido cerca de 700 nuevas quejas...

—Sí, se trata de cifras bastante superiores a las que había años atrás. De hecho, yo creo que duplicamos las quejas de 2015. La vía electrónica, a través de internet, es la mayoritaria. Son menos las presenciales.

—Y desde que esa queja ciudadana llega a su buzón, ¿cuál es el proceso que se activa?

—Cada día se hace una clasificación de las quejas que se reciben y pasa a un estudio inmediato por parte de los especialistas de cada área. Ese asunto se estudia y se pide directamente información a la otra parte, porque nosotros tenemos la obligación de ser absolutamente imparciales y de escuchar siempre a las dos partes en conflicto. Normalmente, el 99 por ciento de las quejas, se admiten y se le contesta inmediatamente a la persona diciendo que ya se le está dando inicio al procedimiento y que se espera la respuesta de la administración. Esta respuesta en algunos casos se traduce dentro del plazo, en otros se olvida un poco y hay que recordárselo, y en otros se olvida un poco más y hay que volver a repetírselo. Pero siempre acaba contestando porque tiene esa obligación.

—No oculta que las administraciones son relajadas a la hora de resolver ciertas cuestiones. En más de una ocasión ha dicho que su potestad es la de «pegar un tirón de orejas a la administración». ¿Hacen más falta de la que se piensa?

—La verdad es que siempre es necesario que una organización como la nuestra, absolutamente imparcial, les diga que hay algo que no están haciendo de la forma correcta. No tenemos potestad, pero sí autoridad y eso puede ser incluso más eficaz.

—Hace unas semanas puso sobre la mesa la posibilidad de multar a los padres de los menores que participasen en botellones. Matizó que no tenía que ser la primera medida a tomar y que antes estaba la educación, pero ahora es la ministra de Sanidad la que formula una propuesta muy similar a la suya...

«La sanción nunca es lo esencial, pero atañe a nuestra responsabilidad decir cuándo algo no resulta suficiente»

—Me alegra coincidir y ver que las personas que realmente tienen potestad para que las cosas cambien tomen medidas para atajar un problema de este calado. Lo esencial nunca es la sanción, y nosotros así lo defendemos, pero hay momentos en los que atañe a nuestra responsabilidad decir cuándo una cosa no resulta suficiente. Y en el caso del botellón así ocurre.

—Al margen del problema sanitario, la otra cara del botellón son los ruidos vecinales. Y no les llegarán pocas quejas en relación con ellos...

—Un porcentaje de quejas muy elevado son por problemas de ruidos. Aquí se conculca el derecho de las personas que tienen necesidad de un descanso, por eso es preciso sensibilizar a la sociedad porque tenemos derecho a divertirnos siempre que respetemos la elección que hace otra persona de descansar.

—Repunta la violencia entre la gente más joven y también el acoso escolar, con el que está bastante implicada. ¿Les llegan muchos casos?

—Sí, recibimos muchos casos y por eso organizamos jornadas con menores y policías. Les explicamos que las redes sociales hay que controlarlas. Tratamos de educar en el respeto por los demás y de influir en la medida de lo posible en la legislación.

—¿Quiénes suelen formular esas quejas, los propios padres?

—Los padres, los institutos, las Ampas y también los propios niños. A veces se acercan y aprovechan las visitas que organizamos a la sede para preguntarnos. Se me acercan y me consultan.

—Muy ligada está la homofobia...

—Tenemos muchas reclamaciones sobre el tema y estamos en continuo contacto con asociaciones porque es algo que me preocupa extraordinariamente. Es necesario que se respete al ser humano en su dignidad y por eso trabajamos, por la comprensión.

«Santiago tiene un problema grave con la indigencia y el concello debería ocuparse de él»

—Si por algo ha llamado la atención es porque se moja con los temas. Así lo hizo en el caso de los indigentes en Santiago. ¿Se ha hecho la suficiente o todavía hay un problema que encarar?

—No, el problema no está resuelto y no es una opinión mía, es que se ve. Y a mí me preocupa especialmente estos días por el frío. Rogué al comisario que extremen las precauciones porque cualquier persona se puede quedar dormida y morir de frío. Hablé también con los albergues para que los admitan con independencia del tiempo que necesiten que estar. Santiago tiene un problema grave y es un problema que tiene dos caras. Por una parte está el respeto y la necesidad de protección a través de ampliaciones de plazas, por ejemplo, que afecta a los gobiernos, a la Xunta y a las consellerías, con las que ya hemos hablado. Pero además hay otra cara, un problema del respeto por las ordenanzas municipales que afecta exclusivamente al concello y al gobierno local. Y yo creo que deberían ocuparse de eso porque entiendo que sería muy malo que la Xunta se viese obligada a arreglar los asuntos que afectan al Concello. Cada uno tiene que cumplir su papel. Y creo que me he mojado.

—Permítale que la describa como el pepito grillo de las administraciones. ¿Son poco humanas?

—[Risas]. Lo que son es muy grandes. Deberíamos restar burocracia y poner más razón y corazón en la tarea que hacemos. Y yo seré la piedra del zapato que lo recuerde.

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