Teléfonos inteligentes

¿Cómo es posible que cuando te llamo por teléfono nunca me contestas y cuando estoy contigo, continuamente interrumpes la conversación para atender las llamadas que te entran? La pregunta dejó descolocado a Alberto . Ni siquiera se había dado cuenta de que eso ocurría. Pero su interlocutor estaba profundamente molesto y se lo dejo claro. Alberto dijo algo que pudiera parecer una disculpa aunque realmente no lo era y el resto de la reunión fue un desastre. No podía ser de otra forma.

Conforme delegamos la inteligencia en elementos externos, irremediablemente, vamos adquiriendo comportamientos menos inteligentes . El teléfono es un ejemplo clarísimo de ello. Gracias a lo inteligentes que son, ya no nos sabemos ni el teléfono de nuestra pareja. Gran avance.

El teléfono es tan inteligente que durante años nos tuvo despistados. Nos pasamos años, si años, debatiendo sobre su tamaño. Al principio, cuando los terminales pesaban un kilo, lo que molaba era conseguir el más pequeño del mercado . Luego las cosas volvieron a su cauce y ya volvimos a competir por tenerla lo más grande posible. La pantalla.

Pero inexorablemente, mientras nos debatíamos sobre si más pequeña o más grande, lo cierto es que el teléfono se ha ido adueñando de nuestra vida. Contiene todos nuestros secretos. Incluso los más inconfesables. Sustituye a nuestra televisión, a la agenda, a la videoconsola, al dietario… todo en uno. Y cuando lo perdemos, lo perdemos todo.

Y la atención que le prestamos, al teléfono, también nos define como personas. Desde el que está todo el día mirándolo hasta la que lo olvida por todos lados. El teléfono y el uso que hacemos de él, tanto en público como en privado, se ha convertido en la más palpable imagen de quienes (cómo) somos. Mira que son inteligentes…