José Font - CUADERNOS DE NAPOLEÓN

El gran ausente

«Peligroso ha sido también el intento de deslegitimar aquel consenso de 1977»

José Font
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Está de moda la ingratitud. Está de moda tutear a todo el mundo. Está de moda ser un mediocre. Está de moda no reconocer la excelencia. Está de moda olvidar. Así es España. Los taconazos y cabezazos que tanto resonaron en las salas y antesalas del Palacio Real para rendir pleitesía a Juan Carlos I, ahora son silencios clamorosos y partes de una desmemoria común que avergüenza.

Anteayer S.M. El Rey Juan Carlos I fue el gran ausente en los actos conmemorativos del LX Aniversario de las primeras elecciones democráticas en España. No entraré a valorar estos 40 años de Democracia ni el reinado del primer Borbón después de Franco, pero fue este Rey sin lugar a dudas, la piedra angular de lo que España es hoy.

Franco le dio todos los poderes posibles y Juan Carlos I los cedió a la nación, esa misma nación que hace dos días no dejó que apareciera en las Cortes la figura más trascendental de nuestra historia en las últimas décadas del siglo XX. ¿Y por qué? Dualidad, dicen. Dos reyes en la Carrera de San Jerónimo invitan a la confusión. Comentan tertulianos sabelotodo, que la abdicación de 2014 dejó sombras en cuestiones protocolarias, se debió renombrar a Juan Carlos y Sofía con otros títulos de la Corona como hizo Holanda con la reina Beatriz, ahora princesa. No creo en absoluto que ahí radique el problema, pues sabemos que el Rey, a secas -como diríamos vulgarmente- en mayúsculas, es Felipe VI, y el rey Juan Carlos o la reina Sofía, son tan reyes como la reina María Cristina, el rey Alfonso XIII o Isabel y Fernando. Ha habido coexistencia de reyes en ejercicio con las abdicaciones de sus progenitores siempre. Recordemos a Alfonso XII y a Isabel II, a Fernando VII y a Carlos IV o a Luis I y Felipe V. ¡Mucha falta de lectura en nuestros tertulianos! ¡Mucha ignorancia! Que el rey Juan Carlos no estuviera en el Parlamento el pasado miércoles, corresponde a una mala decisión de las míticas y típicas camarillas de asesores y malos consejeros presentes durante toda la historia, meciendo las bambalinas de este gran teatro nacional llamado España.

Peligroso ha sido también el intento de deslegitimar aquel consenso de 1977 cristalizando en la carta magna de 1978. Mezquino es tratar de engañar a los jóvenes españoles con la necesidad de otra reforma y hablar de la plurinacionalidad del estado. Hay que huir de esos cantos de sirena, pues curiosamente vienen de las mismas filas moradas, la de los amigos del chavismo, de los que niegan calles en Alicante a Ignacio Echeverría… lejos están de la paz y de la concordia que propulsaron los artífices de la Transición con Juan Carlos I a la cabeza, muy lejos.