Vicente Vera - Tribuna

Pla i els diners

«Deberíamos frenar el consumo como fin en sí mismo, la universalización rampante del hombre comprador»

Vicente Vera
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Sin duda somos un país con entidad y capacidad suficiente para atraer la mirada de algunos de los economistas más afamados y galardonados en años recientes. Recordaremos la visita de dos Premio Nobel invitados a participar en las jornadas del Círculo de Economía en Barcelona -el Cercle-, el norteamericano Edmund Phelps y el francés Jean Tirole. Y no quedan aquí todas las visitas. Barry Echengreen, economista y profesor en la Universidad de Berkeley, California (EEUU), experto financiero e investigador en áreas de economía contemporánea. Se nos está bombardeando constantemente con la necesidad de prepararnos y dotarnos de los medios tecnológicos y psicológicos suficientes para atender los imparables cambios económicos que de forma inminente se están invocando desde todos los foros relacionados con el mundo de la economía y las finanzas.

Lo que me gustaría reflexionar en esta columna no es tanto la relevancia de todo aquello que se nos viene encima sino la terquedad y el estoicismo con el que actúan nuestros políticos, tanto los que conforman el gobierno central como los distintos líderes de la oposición parlamentaria. En alguna ocasión hemos dejado claro aquí la íntima relación de complementariedad que se viene dando desde el principio de los tiempos -pero todavía más intensa desde el surgimiento de la globalización- entre las dos ciencias sociales más importantes: la economía y la política. Opino que es el momento en que la política debería apoyar y ayudar a los ciudadanos en este proceso incierto y complejo que es la llegada y la implantación de lo que se viene denominando la Cuarta Revolución Industrial. Se hace ya necesario que desde el Parlamento se difunda y se propaguen las líneas maestras de lo que va a significar este proceso tecnológico tan sumamente trascendental para la economía de todos y para el empleo. Hay ya mucha confusión en la sociedad, que si la economía circular o la economía de la verdad y de la posverdad, asistimos a un totum revolutum que no favorece para nada la estabilidad emocional de las familias españolas. Afortunadamente, nos visitan especialistas sobre la cosa económica y nos explican de manera muy clara y convincente lo que está pasando y va a pasar en Francia o en los Estados Unidos. Lo que no sabemos es lo que va a ocurrir en España. Seguimos mirándonos el ombligo a toda hora, ya sea con la dichosa moción de censura a Rajoy, sobre la altura de miras de Pedro Sánchez o las recalcitrantes manifestaciones en cuanto al procés català.

Ahora lo que importa saber y asegurar es el presente de la coyuntura económica tanto en España como en la Unión Europea, y según todos los indicios y análisis económicos vienen confirmando que se repite el acelerador impulsado por los agradecidos vientos de cola de un optimismo generalizado en el ámbito macroeconómico y el auge de las exportaciones españolas de bienes y servicios. Una absoluta confianza en la situación económica actual acompañados de un buen ritmo de expansión. El consumo crece velozmente, el dinero circula con fluidez por el entramado económico, aunque como nos relata Josep Pla, el europeísta del Ampurdán,”en esta zona se canta una canción de carácter sentimental–financiero, cuyo estribillo dice: I amb els diners de lávi/ Tots farem el señor… El problema del dinero, no es, en última instancia más que este saber lograr hacer el señor, con el dinero del abuelo. Porque ahora, hacer el señor no quiere decir tener un tono y unos modales, sino vivir sin hacer nada, vivir de renta.

El dinero tiene mucha gracia. El dinero posee una tendencia inexorable a volatilizarse, a disolverse en el aire. Es como el perfume, como el alcanfor, como el color de las violetas y de las rosas. Cuando uno cree tenerlo, ya ha desaparecido. El dinero tiene una sensibilidad exacerbada, es huidizo, tímido. Cuando observa un poco de mala cara, una nube que no le gusta, huye como un cohete.” Quizá este fenómeno es lo que han sufrido algunos políticos y gente de bien que, temerosos de alguna nube tormentosa políticamente hablando, decidieran irrespetuosamente con respecto al fisco huir a Panamá y ponerlo a mejor recaudo y temperatura ambiental más cálida. Opinan los analistas de inversiones que la volatilidad es un parámetro de la incertidumbre, los inversores la consideran una bandera roja. Por lo que los gestores de activos utilizan la volatilidad como un indicador de riesgo, y lo comunican gráficamente con el conocido síndrome del pavo. De modo que el maestro del adjetivo, Josep Pla, no iba muy desencaminado allá por los años de plomo de la posguerra española cuando escribió un hilarante libro lleno de pequeñas historias muy cómicas y desenfadadas: Humor honesto y vago.

A pesar de la volatilización del dinero y de la óptima coyuntura económica que disfrutan una mayoría de consumidores en España, no puedo olvidar aquello de “no es oro todo lo que reluce”. Esta reflexión es resultado de haber leído una lúcida entrevista en la que Adela Cortina, Catedrática de Ética y de Filosofía Política de la Universidad de Valencia, nos deja impactados por la necesidad de conocer el significado de la aporofobia, es decir -y según su propia definición-, “dícese del odio, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos, el desamparado”. Razona muy bien que la aporofobia es un peligro para la propia democracia. Fomenta una relación de asimetría: alguien que está bien situado desprecia a alguien que está mal situado, por debajo de él. Sugiere de manera insistente que la desigualdad fortalece el populismo y la quiebra de uno de los principios de la democracia, la igualdad.

Considero muy racional que nuestro Gobierno acometa las reformas que todavía quedan pendientes una vez superado el muro de la Gran Recesión, reforma que durante este momento mágico será menos dura y podría alcanzarse una economía más competitiva, más innovadora y sobre todo más igualitaria. Nadie debería quedarse rezagado en este proceso de reformas económicas y sociales. Apoyar y ayudar a los más vulnerables de la sociedad y que podrían estar en riesgo de exclusión Aplicar todo el conocimiento en diseñar políticas de empleo que permitan crear ilusión y optimismo a los jóvenes de este país, orientarlos hacia los cambios en el modelo de formación y educación necesaria para esta etapa que se está iniciando en el orbe occidental. La transformación digital e industrial de los sectores económicos más pujantes y dinámicos. Como argumenta Jean Tirole, es hora de proteger a los trabajadores y no al empleo. Confiar en el mercado y frenar el populismo. Como advierte y nos previene también el pensador Rafael Sanchez Ferlosio, deberíamos regular nuestra pulsión psicológica por el consumo, frenar a nuestro “Homo emptor” o la creación de la necesidad de comprar, el consumo como fin en sí mismo y la universalización rampante del hombre comprador.

Termino con unas palabras de afecto hacia un enorme empresario del calzado y de origen norteamericano, Stuart Weitzman. Este nombre en nuestra comarca son palabras mayores desde hace ya muchos años tanto en Elda como en pueblos vecinos dedicados a la fabricación de alta calidad de calzado de señora. Hace bien poco ha decidido retirarse con 76 años, tras vender su marca a la multinacional Coach con base en Nueva York. Reconocido mundialmente y con una producción en constante crecimiento y que mantiene a más de 3.000 familias. Larga vida a Mr. Stuart y desde aquí le deseamos una feliz jubilación en compañía de su familia a la que, según él mismo dice, tanto ha sacrificado.

Vicente Vera Estevees economista

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