Sant Antoni y Barcelona ya presumen de mercado

El edifico de Rovira i Trias luce espectacular tras 80 millones invertidos

Aspecto de uno de los abarrotados pasillos del mercado INÉS BAUCELLS

ÀLEX GUBERN

Fiesta Mayor en Sant Antoni. Cuatro meses después de celebrar a su patrón, Sant Antoni vive su verdadera «semana grande» con la inauguración ayer de la reforma de su mercado, tras unos larguísimos ocho años y medio de obras. Entre paradistas y vecinos la satisfacción ayer a primera hora de la mañana era evidente. El edifico de Rovira i Trias luce espectacular tras 80 millones invertidos, mientras que los paradistas han puesto lo suyo en unos puestos que dejan atrás las estrecheces de la carpa provisional, por no hablar del muy «tronat», aunque entrañable, antiguo mercado. Las telarañas y los pasillos que eran como callejones oscuros ya son solo postales para nostálgicos

«Por los pelos», explicaba sonriendo a este diario Maria Masclans, al frente del afamado puesto de bacalao del mismo nombre, y que, al igual que otras seis paradas también contará con una parte para degustación. Lo de «por los pelos» no es una exageración y, de hecho, algunos puestos no han llegado a tiempo, mientras que a otros les llegaron a entregar el mostrador en la medianoche del martes, a las pocas horas de abrir. La semana pasada, la inquietud entre los comerciantes llegó hasta el punto que se plantearon pedir al Instituto de Mercados una prórroga para la apertura. No hizo falta, y una inusual concentración de «chispas», carpinteros, paletas e instaladores lograron lo que hace unos días parecía imposible.

En Olives Torres, la «mestressa» le contaba a la alcaldesa Ada Colau de buena mañana que ella encarnaba la tercera generación al frente del negocio... y un poco más allá, Fruites Minyonet mostraba su mostrador con fruta cortada y zumos en vasos... en lo más parecido que ayer se pudo ver a un modelo de mercado, el de la Boquería, que los comerciantes dicen rechazar. Todos dicen a coro, «esto no puede ser un mercado de guiris».

Una de las paradas del nuevo mercado INÉS BAUCELLS

Se verá si en las próximas semanas, meses a no más tardar, Sant Antoni resiste al embate de unos turistas que, como todo hijo de vecino cuando viaja fuera -también los que claman en contra la desnaturalización del barrio-, tiene derecho a sentirse especial, parte del paisaje local, fuera de los circuitos habituales. Sant Antoni, por ubicación, espectacularidad y el sabor de barrio que aún conserva es el sitio al que los «guiris» más avisados ya están acudiendo: el resto vendrá detrás, en tropel. La oficina de cambio de moneda que CaixaBank ha abierto en Urgell es un aviso de lo que ya está sucediendo. Cuando la «superilla» crezca y se complete el eje peatonal de la calle Borrell, convertido en una versión más popular y «enrollada» de Enric Granados, la presión crecerá. El Plan de Usos que elabora el Consistorio se antoja como un imprescindible paliativo.

Celebración

El reto para el barrio es gestionar la avalancha que se avecina. Las primeras consecuencias ya se traducen en una subida de los precios de alquiler que están expulsando a unos para hacer lugar a otros con más potencial económico, bien sean vecinos, bien sean comerciantes. La «gentrificación» no es un invento, y ayer un vecino se lo hizo saber a Ada Colau. «Como más viejo me hago más radical soy», explicaba enfadado mostrando un sentiemiento que se extiende por el barrio.

Inquietud y enfado al margen, ayer de lo que se trataba era de celebrar la recuperación para el barrio de su espléndido mercado, recordar a quienes impulsaron su reforma (Jordi Portabella, Águeda Valenzuela...) y lamentarse por quienes no lo podrán ver . Sant Antoni y su mercado se gustan. Lo que no quieren es morir de éxito.

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