Miquel Porta Perales - El oasis catalán

La dama

«Con toda seguridad, el político nacionalista ha devenido una dama de compañía»

En su último ensayo, Manuel Cruz -«La flecha (sin blanco) de la historia», XVII Premio de Ensayo Miguel de Unamuno- habla del político concebido como dama de compañía de los ciudadanos. Un político que siempre «trata de estar al lado de la gente» o no «apartarse demasiado de ella, no fuera a ser que eso significara quedarse en minoría política y, sobre todo, perder respaldo electoral».

En cualquier caso, esa dama de compañía que es hoy el político no tiene por costumbre «plantear y defender ante la ciudadanía una determinada propuesta que considera la mejor, sino oficiar de mera caja de resonancia de las opiniones mayoritarias». Con toda seguridad, el político nacionalista ha devenido una dama de compañía.

La dama de compañía nacionalista está con su gente -ejemplo: «el pueblo decidió República el 1 de Octubre»- y nadie sabe cuál es su propuesta más allá del mantra de la «legitimidad» y la «restitución» -porque, «lo manifestó la gente»- que repite patéticamente un presidente fantasma. Y como hay que estar al lado de su gente, o no separarse de ella, ERC y el PDECat no se atreven -«¡traidores!», aunque no cabe descartar la infidelidad de una dama caracterizada por la deslealtad- a decirle a Carles Puigdemont que no incordie más y se dedique al oficio de guardabosques o vendedor de patatas fritas. La sugerencia no es mía: la publicó la versión europea «on-line» de la revista norteamericana «Político», con sede en Bruselas, en la edición actualizada del pasado 2 de febrero.

Más: al parecer, una parte de JpC sería una peculiar dama de compañía que teme -«¡traidores!»- apartarse de su gente y del holograma de Bruselas por miedo a comprometer su futuro. Y así, de ridículo en ridículo -un presidente simbólico, otro figurado, un parlamento hipotecado por un ególatra y una entelequia instalada en Bélgica- transcurre la existencia de una dama de compañía empeñada en no asumir la realidad del fracaso y cuyo objetivo es la tensión y la confrontación. ¿Para qué? Para nada. Sigue la farsa.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación